Editoriales > ANÁLISIS

Romancero gitano

Una de las obras más importantes de la literatura española del siglo XX, Romancero Gitano, de Federico García Lorca, publicada por primera vez el 29 de septiembre de 1928

Una de las obras más importantes de la literatura española del siglo XX, Romancero Gitano, de Federico García Lorca, publicada por primera vez el 29 de septiembre de 1928, es un libro de poemas extraordinarios cargado de una simbología vanguardista que aún permanece vigente y simboliza la eterna lucha de los pueblos por preservar su identidad y el peso de la autoridad por alinearla al interés de la casta privilegiada.

“Romance sonámbulo: Verde que te quiero verde./ Verde viento. Verdes ramas./ El barco sobre la mar/ y el caballo en la montaña./ Con la sombra en la cintura/ ella sueña en su baranda/ verde carne, pelo verde,/ con ojos de fría plata./ Verde que te quiero verde./ Bajo la luna gitana,/ las cosas la están mirando/ y ella no puede mirarlas”.

Romancero gitano

Si en el Testamento son los israelitas el pueblo elegido, perseguido y redimido, en la poesía de García Lorca, quizá el miembro más representativo de la generación del 27, son los gitanos quienes deben cumplir ese papel, en el que intuye premonitoriamente el lastimosamente largo y oprobioso periodo del franquismo, que acabó con todo el vigor de los pueblos que en conjunto integran la España que tanto ha dado al mundo.

“Verde que te quiero verde./ Grandes estrellas de escarcha,/ vienen con el pez de sombra/ que abre el camino del alba./ La higuera frota su viento/ con la lija de sus ramas,/ y el monte, gato garduño,/ eriza sus pitas agrias./ ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?/ Ella sigue en su baranda,/ verde carne, pelo verde,/ soñando en la mar amarga”.

Aunque Romancero Gitano fue el libro que lo lanzó al mundo, en algún momento habría de renegar de su obra, quizá porque él mismo no alcanzó a entender la enorme dimensión simbólica que habría de alcanzar; primero, después de su asesinato que en mucho se parece al de Antoñito el Camborio, y luego por la instauración de la dictadura que acabó con la Segunda República española, de la cual formó parte.

“Compadre, quiero cambiar/ mi caballo por su casa,/ mi montura por su espejo,/ mi cuchillo por su manta./ Compadre, vengo sangrando/ desde los puertos de Cabra./ Si yo pudiera, mocito,/ este trato se cerraba./ Pero yo ya no soy yo,/ ni mi casa es ya mi casa./ Compadre, quiero morir/ decentemente en mi cama./ De acero, si puede ser,/ con las sábanas de holanda”.

Ciertamente que renegó del impacto de su obra, llegando al grado de expresar, en carta a un amigo que: “Me va molestando un poco mi mito de gitanería. Confunden mi vida y mi carácter. No quiero de ninguna manera. Los gitanos son un tema. Y nada más. Yo podía ser lo mismo poeta de agujas de coser o de paisajes hidráulicos. Además, el gitanismo me da un tono de incultura, de falta de educación y de poeta salvaje que tu sabes bien no soy. No quiero que me encasillen. Siento que me van echando cadenas”

“¿ No veis la herida que tengo/ desde el pecho a la garganta?/ Trescientas rosas morenas/ lleva tu pechera blanca./ Tu sangre rezuma y huele/ alrededor de tu faja./ Pero yo ya no soy yo./  Ni mi casa es ya mi casa./ Dejadme subir al menos/ hasta las altas barandas,/ ¡Dejadme subir!, dejadme/ hasta las altas barandas./ Barandales de la luna/ por donde retumba el agua/  Ya suben los dos compadres/ hacia las altas barandas./ Dejando un rastro de sangre./ Dejando un rastro de lágrimas./ Temblaban en los tejados/ farolillos de hojalata./ Mil panderos de cristal,/ herían la madrugada“.

Es posible que si hubiera tenido más tiempo, como ocurrió con su amigo Dalí, hubiera evolucionado hacia una poesía más sutil y quizá moderna; pero, también es posible que ninguna creación posterior hubiera podido superar el Romancero Gitano, que es el súmmum de la lucha permanente de los pueblos por permanecer fieles a si mismos, como dijo López Velarde a la Suave Patria: “Sé siempre fiel a tu espejo diario”.

“Verde que te quiero verde,/ verde viento, verdes ramas./ Los dos compadres subieron./ El largo viento dejaba/ en la boca un raro gusto/ de hiel, de menta y de albahaca./ ¡Compadre! ¿Dónde está, dime?/ ¿Dónde está tu niña amarga?/ ¡Cuántas veces te esperó!/ ¡Cuántas veces te esperara,/ cara fresca, negro pelo,/ en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe,/ se mecía la gitana./ Verde carne, pelo verde,/ con ojos de fría plata./ Un carámbano de luna/ la sostiene sobre el agua./ La noche se puso íntima/ como una pequeña plaza./ Guardias civiles borrachos/ en la puerta golpeaban./ Verde que te quiero verde./ Verde viento. Verdes ramas./ El barco sobre la mar./ Y el caballo en la montaña”.