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¿Pregunta ociosa?

Más allá del cinismo con que Emilio Gamboa declaró al cierre de los trabajos del Segundo Periodo ordinario de sesiones del Tercer Año de la deplorable LXIII Legislatura: “Aquí se nos quedaron fundamentalmente dos iniciativas de gran penetración, que la sociedad civil las ha estado demandando, como es fuero y como es el Fiscal General”, queda el hecho de que en el país se presta mucha atención a las formas; pero, se descuida totalmente en fondo.

Fiscalías sin fiscales, son como un cascarón vacío; instancias de cartón en las que no habrá posibilidad alguna de fijar responsabilidades. Pase lo que pase, todo quedará como en la ya muy trillada historia de Fuenteovejuna: “¿Quién fue? ¡Todos a una!” Suceda lo que suceda, no habrá manera de hacer señalamientos y llevar al banquillo de los acusados a alguien a fin de que, cuando menos responda a los más elementales cuestionamientos. ¡Todos a una!

¿Pregunta ociosa?

Como olvidar que uno de los propósitos enunciados por el presidente Enrique Peña Nieto que tuvo mayor simpatía entre la población, era la certeza jurídica. De haber cumplido con esa promesa, se habría ganado un buen trecho en la recuperación del país, la restauración del Estado de Derecho, prácticamente nulificado durante los regímenes de locura, en que todo fue simulación, y en la imagen del gobernante que anda en muy bajos niveles de aceptación.

Tres ejemplos notables echan de ver la ligereza con que se conducen los aparatos de procuración y administración de la justicia; en los tres casos, hay irresponsabilidad en la toma de decisiones: el retraso en la designación del fiscal general que contempla la nueva legislatura anticorrupción; la renuencia a designar a su sucesor; el cese del fiscal electoral y el sainete llevado a cabo por los partidos políticos en el Senado, pastoreado por el Gamboa.

Como parte del presunto empeño en combatir la corrupción, se han integrado expedientes en contra de varios gobernadores; pero, cuando menos los más allegados a Los Pinos, siguen sin recibir sentencia y otros se mantienen lejos del brazo de la justicia, gozando del exilio dorado mientras dilapidan las fortunas sustraídas al erario con costosas defensas que los libren de la extradición.

De antología es el caso de Emilio Lozoya Austin, señalado sin lugar a dudas por altos ejecutivos de la empresa brasileña Odebrecht de haber recibido más de diez millones de dólares, algunos de los cuales fueron entregados ante de la elección del actual presidente y pudieron haber parado en la bolsa de la campaña. Con respecto a Pemex, la más grande cueva de corrupción, se acepta que hay robos y saqueo y están en la cárcel algunos pillos menores; pero, de directores para arriba, no hay quien pueda tocarlos, al igual que los disque representantes sindicales.

¿Y esa fraude colosal conocido como La Estafa Maestra, perpetrado por una de las amigas entrañables del presidente? No esperan los mexicanos que se desate una cacería de brujas, ni que el gobierno de Enrique Peña Nieto se la pase persiguiendo a quienes faltaron a sus deberes; pero, que no se deje crecer la impresión de que este es el régimen de la impunidad.

Los códigos procesal y penal mexicanos, son claros y precisos; a ellos debe apegarse la actuación de las autoridades para demostrar que, efectivamente, vivimos en una nueva etapa en que, como propuso el Presidente, habrá de lograrse la certeza jurídica, que es la piedra angular de todo el andamiaje institucional. Que los ciudadanos sepan qué van a obtener de las autoridades y de las instituciones que se han venido creando a lo largo de la historia.

Ayer mismo, uno de los más reconocidos editorialistas se preguntaba: ¿Prepara el gobierno un fraude electoral? Y luego daba los pormenores de lo que él considera que son evidencias que, cuando menos, deben poner a pensar a propios y extraños por aquello de no te entumas.

Con las más importantes instancias concurrente al garete y con las irregularidades que se han visto en los órganos relacionados con los procesos electorales, una pregunta así, deja muchas dudas.

Dudas peligrosas, porque, el horno no está para bollos.