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Muy temprano pa’ la guerra

Por tan evidentes, resultas innegables las andanadas que se han desatado en contra del nuevo régimen que empieza el primero de diciembre; pero que, en aras de iniciar a la mayor brevedad las tareas de reencauzamiento del rumbo del país hacia un modelo de desarrollo con sentido humano, ha hecho anuncios importantes. En la mayor parte de los medios de proyección nacional se hace critica a la idea de enviar un delegado del gobierno federal a los estados.

Entre otras cosas, se dice que con ello se da lugar a la creación de jefaturas políticas en cada uno de los estados con lo que se afectará el poder de los gobernadores. Que serán procónsules con los que el poder central que ejercerán tanto o más poder que quienes formalmente fueron electos por la ciudadanía de sus respectivas entidades. Elucubran bordando en el aire sin parar mientes en las conveniencias de una delegación federal.

Muy temprano pa’ la guerra

Los autores de las críticas acervas, dejan de lado el hecho innegable de que en estos momentos existen en las 32 entidades del país una enorme cantidad de delegados de casi todas las dependencias federales, que coordinados con los gobiernos estatales hacen posible, dentro de lo posible, la atención a las demandas y necesidades de la población, especialmente las que requieren de los recursos que aporta la federación.

La presencia de esos delegados, no impidió, como admitió Graco Ramírez Garrido, al entregar la presidencia de la Conago, que cuatro o cinco gobernadores que hayan abusado. “Fue una situación sicológica del poder que provocó que Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge, incurrieran en excesos y hoy estén señalados, en prisión o prófugos de la justicia”. Luego señaló que “Debemos comprometernos a la ética, a la transparencia y rendición de cuentas, porque todos fuimos elegidos, no somos hijos del fraude”.

La idea es que ya no haya tantos delegados ni gastos de representación, cumpliendo el propósito de austeridad en el gasto público. Un delegado por cada estado puede muy bien cumplir las tareas de representación, de coordinación y de apoyo a las acciones de los gobiernos locales, logrando mejores resultados que los que se han visto en este momentos en que existen muchos pendientes en áreas sensibles para los gobernados.

Con un delegado, habrá a quién pedir cuentas cuando las cosas vayan mal. Se logrará también fortalecer al sistema federal al conjugar los esfuerzos de las autoridades electas con los del delegado que será un canal de acceso al presidente de la república permanentemente abierto. El anuncio que hizo López Obrador y las reuniones que ha sostenido con los futuros delegados en los estados, han sido claras, transparentes y precisas, de tal manera que no vuelvan a ocurrir los topillos que hicieron los gobernadores amparados bajo la más cerrada opacidad y abierta complicidad.

Argüir que los gobernadores quedarán, de inmediato, eclipsados por la aparición de este delegado presidencial, además de muy mala leche, evidencia un desconocimiento de las competencias entre las instancias de gobierno, claramente estipuladas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Claro que puede haber choques y los habrá en la medida en que exista falta de voluntad para remar todos en el mismo sentido a fin de llevar la barca de la administración pública a buen puerto.

Ver la paja en el ojo del régimen entrante, cuando no vieron la viga en el actual, pone de manifiesto intenciones aviesas que deben guardarse para mejores épocas, dado el mandato contundente de la ciudadanía en las urnas fue inobjetable. Querer desconocer lo que puede ser una buena idea, avalada con las mejores intenciones, es como escupir al cielo, con el riesgo de sentir la saliva en el rostro.

El ejercicio de la responsabilidad de cada uno de los delegado, será el punto de partida para poder criticar; porque, es muy mala costumbre salar la comida sin haberla probado.