Editoriales > ANÁLISIS

Lo mejor de dos mundos

El gobierno federal de México no está al servicio de ningún interés mezquino ni de dentro ni de fuera

Una revisión exhaustiva de la historia permite entender y aceptar que el mexicano es un pueblo que ha oscilado permanentemente entre las corrientes dominantes en cada época y que de ellas ha logrado sacar lo mejor para conformar una nación singular, con raíces, cultura, ideas y credos propios que en muchas ocasiones han logrado traspasar la frontera y crear escuela. Pasó durante la Conquista y la Colonia, en la Guerra de Independencia, la Reforma y restauración de la República y en la Revolución.

Hoy, nuevamente, el pueblo mexicano hace camino al andar y marca la pauta en el acontecer mundial. Por ello le sobran enemigos de dentro y de fuera. Todos aquellos que ven en riesgo sus privilegios mal habidos; que rechazan la justicia social, esto es el equitativo reparto de la riqueza que se genera con el esfuerzo humano; los que se alimentan de ideologías trasnochadas enraizadas en intereses perversos o visiones distorsionadas de la existencia humana. En fin, los que reclaman derechos sin haber cumplido antes las obligaciones que les señalan las leyes y las normas morales. Los parásitos que no dan golpe.

Lo mejor de dos mundos

No ha mucho que un afamado merolico se desgarraba las vestiduras en aras de un gobierno abierto, de transparencia en la función pública y de rendición de cuentas. No se ha percatado este intelectual orgánico de los emisarios del pasado que en México, como en ningún otro lugar del mundo, el gobierno hace una cotidiana y permanente exposición de todo lo que ocurre en el país y las medidas que se toman, casi de inmediato, para darles solución, no para agradar a unos, sino para beneficios general.

A la verdad probada y expuesta personalmente por los servidores públicos de todos los niveles del gobierno federal, responden los adversarios con mentiras llanas y evidentes, pretendiendo mancillar un ejercicio reconocido por mentes brillantes dentro y fuera. Como no han podido hacer mella con sus mentiras patológicas, recurren a los insultos, cada vez más procaces y más cáusticos; pero, igual de inútiles porque ya nadie puede creer que la luna es de queso o que la evasión fiscal es un deporte.

No pueden los de dentro por las propias limitaciones de su naturaleza marrullera y recurren a sus pares en el exterior, como ha sido el caso de los barbajanes que han desgranado lo peor de su lenguaje para denostar a quien está blindado por la coraza del ejercicio pulcro del poder, convertido éste en la gran oportunidad de servir a todos; aunque haya puesto primero a los pobres en reconocimiento de la enorme deuda que se tiene con ellos a partir de los estragos provocados por las hordas neoliberales.

El gobierno federal de México no está al servicio de ningún interés mezquino ni de dentro ni de fuera y si ha negociado con los vecinos del norte o con los del sur y hasta de allende el océano, es porque así conviene a los mexicanos en su conjunto. Libre comercio, sí; pero, al mismo tiempo una adecuada distribución de los beneficios que genere. Asistencia social, sí; pero bajo la premisa bíblica de ‘ayudate que yo te ayudaré’. Rectoría del Estado en asuntos de economía; pero, sin llegar a la estatización de los bienes de producción, con áreas sensible y prioritarias reservadas exclusivamente para el sector oficial. 

Como ocurrió antes, así ahora: el proyecto de desarrollo de México parte de lo mejor que han venido a aportar las corrientes políticas y económicas de moda. Del libro Vitrales de Nuestra Señora de Guadalupe en Reynosa: “Se acepta la existencia del ser mexicano como producto del mestizaje, esto es: el cruce de razas y de culturas diferentes que contemplan toda la gama de fenotipos. A los aborígenes se agregaron los españoles, que llegaron con la espada y la cruz, que, a su vez, eran resultado de la mezcla de iberos y árabes, y los negros. Sin embargo, la idea se queda corta; habría que ir más allá para adentrarse en el eclecticismo y quizá el sincretismo. El eclecticismo es la escuela filosófica que se alimenta de lo mejor que han aportado otras corrientes culturales, creando nuevas ideas para entender el universo y el papel que en éste deben jugar los seres humanos en relación consigo mismos, con otros y con su entorno. El sincretismo, en cambio, contempla un proceso de asimilación de dos expresiones culturales que en determinado momento pudieron resultar antagónicas; pero que, terminan dando lugar a una nueva manera de ver, entender y vivir”.

Como ocurrió al principio, sucede ahora con el régimen de la Cuarta Transformación: México ha encontrado sus propios caminos que no se parecen a ningún otro. De su pasado más reciente incorpora la tesis de la democracia con justicia social; pero, la enriquece con las aportaciones que ha traído la globalización en su sentido más amplio y humano, esto es, la interdependencia planetaria en que ‘el vuelo de una mosca en Tokio, se deja sentir en Nueva York’.

Se reconocen los derechos de todos los individuos, sean mayorías o minorías; pero, siempre bajo la luz del estado de Derecho, esto es, la observancia irrestricta de la ley, de tal forma que nadie esté por encima de ella, cumpliendo le tesis luminosa de Morelos en sus Sentimientos de la Nación, cuando propuso moderar la opulencia y la indigencia. 

Quizá una buena idea para determinar quién es quien en este país sería que para poder hablar primero se presente el comprobante del pago de impuestos, a partir de lo cual, se estaría en pleno goce de todos los derechos que contempla la ley, incluyendo el de decir sandeces y otras indejadas. Sin el cumplimiento de las obligaciones, no pueden reclamarse derechos en un régimen legítimo.