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La tormenta anunciada

Un elevado número de mexicanos, según encuestas de diferentes entidades dedicadas al sondeo de opiniónes, avalan las acciones del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien, se dice, ha logrado salir avante en tres pruebas de la mayor dificultad: la renegociación con los inversionistas en lo que habría de ser el nuevo aeropuerto de México, el combate a la corrupción con el severo golpe asestado al robo de petróleo y sus derivados, y la implementación de la Guardia Nacional para combatir la delincuencia y dar seguridad a la sociedad mexicana; pero, hay quien va por la revancha.

Los embates mediáticos han tenido la virtud de acendrar el apoyo popular a las políticas el nuevo gobierno y los personeros, oficiales y oficiosos, de la resistencia al cambio se han visto faltos de una sólida argumentación que haga mella en la tarea de la regeneración nacional. Hasta voces y plumas que se habían destacado por su ecuanimidad e imparcialidad en las tareas de escudriñar en el acontecer político, han mostrado una morbosa tendencia a la descalificación sin claro sustento.

La tormenta anunciada

Se habla de una y mil formas de corregir los graves yerros que viene arrastrando el país desde el último cuarto del siglo XX y se lanzan las planiñideras a pulmón batiente a llorar el duelo por el fin de la democracia, como si los regímenes que arruinaron la economía del país y polarizaron la política hubieran surgido del ejercicio democrático y no se hubieran ufanado las camarillas de rufianes de los duros golpes que asestaban a las clases populares con absurdas medidas lesivas para los de abajo.

Aquella señora que puso orden en el sistema financiero de los Estados Unidos, y por tanto del mundo, doña Janeth Yellen, explicó y demostró con la aplicación de sus extraordinarias medidas, que en economía no hay nada escrito y que lo que puede salir mal, sale mal. Desde que se graduó con honores en la universidad, entendió y así lo expresó, que por encima de la especulaciòn financiera debe estar la economía real, de trabajo, esfuerzo y justa remuneración. Los resultados están a la vista.

Pero, eso se sabía desde antes. Don Marcelino Castañeda, gobernador del Estado de Durango allá por mediados del siglo XIX, dijo en una carta a don Valentín Gómez Farías, presidente de la República Mexicana, en 1847: "Los grandes capitales se tragarán irremisiblemente a los pequeños; de ahí vendrá la ruina general; de ahí la inmoralidad más escandalosa; de ahí que los poderosos opriman y sacrifiquen a su placer la clase media; de ahí por último la concentración de la riqueza en muy pocas manos, que hará dividirse a nuestra sociedad en dos clase únicas; opulentos y mendigos: esto causará necesariamente la destrucción absoluta del sistema democrático".

Ya lo sabían los políticos de aquellos tiempos azarosos y actuaron en consecuencia. Ahora que se trata de recuperar el régimen de justicia social venido de los albores de la patria, cuando Morelos plasmó en el Artículo 12 de Los Sentimientos de la Nación, que: "Como toda ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto". Ya no está el generalísimo; pero, sus palabras siguen teniendo una vigencia inusitada que es principio y fin de los afanes de la actual administración.

Igualmente luminoso resulta el Artículo 22 del documento proclamado en Chilpancingo: "Que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que nos agobian, y se señale a cada individuo un cinco por ciento de semillas y demás efectos u otra carga igual de ligera, que no oprima tanto, como la alcoba, el estanco, el tributo y otros; pues con esta ligera contribución, y la buena admiistación de los bienes confiscados al enemigo, podrá llevarse el peso de la guerra y honorarios de empleados". Poco puede agregarse al texto relativo a la justicia en las contrubiciones.

Hasta este momento, parece que gana el buen gobierno; pero, ya Nietzsche aseguraba que mientras más alto se escala en la montaña, más fuertes son los vientos que azotean en la cara de los atrevidos. En cada logro que se obtenga en la lucha por la recuperaciòn de la justicia social, más duras serán las resistencias de los poderes fácticos, que no son otros más que los potentados que compraron parcelas de México en la venta de garage de Salinas, que obtuvo de ellos 25 millones de dólares por cabeza, aliados a los medios tendenciosos y comprometidos y las llamadas organizaciones de la sociedad civil, que no pasan de ser clubes de Toby, en que la gente bien va a darse golpes de pecho. Los mexicanos tendrán que estar preparados para resistir.

Quienes han provocado el ahondamiento de la brecha entre los que tienen todo y los que de todo carecen, no han tomado en cuenta la circunstancia de que, cuando se pierde hasta la esperanza, ya no hay nada qué perder y no queda más camino que hacia adelante.