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La fallaron al amo

Cuando la Organización de los Estados Americanos se reunió para integrar una ‘fuerza multinacional’ que rescatara a Cuba del régimen dictatorial, México, por voz de su canciller, don Manuel Tello

Cuando la Organización de los Estados Americanos se reunió para integrar una ‘fuerza multinacional’ que rescatara a Cuba del régimen dictatorial, México, por voz de su canciller, don Manuel Tello, hizo valer la tesis constitucional de inspiración carrancista de “la igualdad (entre las naciones), el mutuo respeto a sus leyes y a sus instituciones, y la no intervención en asuntos internos de otros países”, plasmada en la Doctrina Estrada.

Eras otros tiempos. Eran los tiempos en que la política exterior de México brilló en el mundo por la obra ejemplar de los grandes diplomáticos que eran, a la vez, juristas de talla universal, como el propio Manuel Tello Barraud, Antonio Carillo Flores, Gilberto Bosques Saldívar (quien salvara a más de 30 mil refugiados, perseguidos por el régimen nazi), Vicente Sánchez Gavito, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, Luis Padilla Nervo y Alfonso García Robles, Premio Nobel de la Paz. Hombres que irradiaban luz.

La fallaron al amo

En estos días aciagos, terribles, de corrupción, de impunidad, de sumisión, de oprobio, el papel de México como organizador de Cuadragésima Séptima Asamblea de la OEA, ha sido lamentable y vergonzoso. El aprendiz de canciller dijo que se busca “Fortalecer el diálogo y la concertación para la prosperidad”; pero, en realidad, se buscó tender una trampa para condenar a Venezuela y obligar a su gobierno a seguir la línea entreguista.

La línea entreguista que ha estigmatizado al régimen que modificó el texto del Artículo 37 constitucional, para entregar a los intereses de las grandes empresas trasnacionales las riquezas del subsuelo, especialmente los energéticos y los minerales que eran el soporte de la economía y que ahora están en poder de manos extranjeras a las que sólo importa el lucro excesivo a costa de la miseria de los pueblos y la afectación ambiental.

Ramón López Velarde, el gran vate jerezano, en su Suave Patria, dijo a México: “El niño Dios te escrituró un establo, y los veneros de petróleo el Diablo”; pero, bien pudo haberlo dicho a Venezuela, donde la maldición del petróleo ha sido mayor, sobre todo si se toma en cuenta que en este momento posee las más grandes reservas conocidas de crudo. Venezuela provee a los Estados Unidos, el mayor consumidor del bitumen del planeta (20 millones de barriles diarios), el 12 por ciento de sus requerimientos netos. Por otra parte, la abundancia de petróleo impidió a Venezuela impulsar el desarrollo de una industria propia diversificada, y lograr una producción alimentaria autosuficiente.

Según los estudios de los expertos, la Franja del Orinoco, donde está asentada esta nación, posee reservas probadas para mantener la producción actual durante más de 50 años. Un botín tan rico, tan abundante, tan atractivo, no puede pasar desapercibido para los gigantes que manejan la industria de los energéticos en el mundo y que lo mismo inician una guerra en el Medio Oriente, que desestabilizan gobiernos que se resisten a entregar las riquezas del subsuelo de sus países. Aquí no necesitaron manita de puerco.

El gobierno de Hugo Chávez y su Revolución Bolivariana no era tan socialista como se planteaba, cuando menos no en el sentido tradicional. Permitió que junto a la empresa paraestatal Pdvesa, operen las  norteamericanas Chevron/Texaco y la Exxon/Mobil, la británica British Petroleum, la anglo-holandesa Royal Dutch Shell, la francesa Total, la argentina Pérez Companc, la española Repsol. De hecho, estableció la cuota fija de un 50% de lo facturado en regalías que esas empresas deben pagar al Estado venezolano.

Un buen negocio para todos, porque la extracción es fácil y el transporte a modo. Sí; pero, el problema es que las trasnacionales no quieren que exista un régimen democrático, como bien lo señala el sociólogo colombiano Dr. Ramón Martínez: “Hay una intención de la derecha internacional de detener cualquier proceso de democratización popular; de avance hacia planteos sociales que le den protagonismo a los trabajadores, por lo que se hace cualquier cosa para detener esos cambios, tal como vemos que se está realizando en Venezuela (…). La idea es sacar de en medio cualquier proceso en que se plantee la soberanía nacional”.

Ya se han utilizado todos los medios posibles, inclusive los oficios perversos del aprendiz de canciller, y todo ha fracasado. ¿Se atreverán a la invasión militar?