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Justicia social

La Cuarta Transformación no puede entenderse más que con una adecuada distribución de la riqueza que genera la producción, distribución y comercialización de bienes y servicios, de tal manera que se cumpla cabalmente con los ordenamientos constitucionales de que los salarios deben cubrir cabalmente todas las necesidades básicas de una familia. La Independencia no fue una lucha de indios contra españoles, sino de pobres contra ricos, igual la Reforma y la Revolución.

Los potentados que ven en riesgo el modelo neoliberal en que todo es para el patrón y el trabajo se ha vuelto la mercancía más devaluada, tratan de evadir la responsabilidad social de compartir en justa proporción las utilidades que generan las manos y las habilidades de los asalariados. Hacen como que la Virgen les habla y eluden cualquier compromiso con la persona que contribuye al buen funcionamiento del sistema productivo. Sin embargo, no podrán evitar el peso de la ley.

Justicia social

La Cuarta Transformación avanza y así seguirá hasta lograr un equilibrio justo en la redistribución de la riqueza, que ahora está polarizada entre unos cuantos que tienen todo y muchos que de todo carecen. Con la venta de garaje que hizo Carlos Salinas en el mes de noviembre de 1993 para entregar a los hombres más ricos de México las empresas del Estado por medio de la subasta en que el derecho a puja tuvo un costo inicial de 25 millones de dólares, inició la inicua explotación.

Según el portal México Mágico, del Ing. Manuel Aguirre Botello, uno de los especialistas más duchos en asuntos estadísticos, en lo que se refiere a la evolución del salario mínimo y su poder adquisitivo, el punto más alto se dio durante el régimen del presidente Adolfo López Mateos, quien antes de llegar a la más alta magistratura había sido secretario del Trabajo con don Adolfo Ruiz Cortines. López Mateos logró juntar al sector empresarial y a los trabajadores para firmar un gran acuerdo conveniente para todas las partes: hubo más y mejor producción y productividad.

En cambio, los niveles más bajos se han dado durante la noche oscura del neoliberalismo, que los ha llevado a rangos negativos desde menos .35 a menos 42.32 por ciento. Tomando como base los ingresos de un trabajador con salario mínimo, que son la gran mayoría, en 1970, cuando se pagaba 260.11 pesos por jornada laboral de ocho horas diarias con el séptimo día de descanso pagado, al mes de diciembre del 2018, cuando el pago mínimo era $88.36, la pérdida ha sido de un 66.03%.

Vale decir que el pacto que logró el secretario del Trabajo López Mateos, tuvo una gran influencia de empresarios de la talla de don Manuel Suárez. En el sector patronal estaba Mariano P. Suárez, en el comercio organizado Clemente Serna Martíne y en la banca Arturo Bueno y Urquidi, todos ellos hombres de empresa que se había fogueado en la trinchera, sin favoritismo ni apoyos mal habidos; por el otro lado estaba esa figura del obrerismo del siglo XX, Fidel Velázquez Sánchez.

Dejando de lado la historia, habría que decir que, según los parámetros universalmente aceptados, el costo de mano de obra directa como porcentaje del costo total de producción varía entre el 10 por ciento en los países desarrollados y el 6 por ciento en las naciones emergentes. Ese 8 por ciento promedio se distribuye entre los obreros, los supervisores, los directivos y el cuerpo de vigilancia, con una relación de 1 a 7 entre los más bajos y los más altos (aunque hoy es de 1 a 10).

Dados esos números, no hay razón alguna para que los empresarios que han logrado acumular pantagruélicas fortunas, que vacacionan en los paraísos del planeta y que difícilmente agotarán sus caudales, se nieguen a otorgar más allá de los cien miserables pesos que pagan por jornadas de hasta doce horas diarias, en condiciones insalubres y precarias, sin equipos ni herramientas en buenas condiciones. Su mezquindad les impide ver los beneficios de una adecuada remuneración.

Con harta frecuencia se señala en este espacio el milagro que hizo doña Janet Yellen en su papel de presidente del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos, al mantener bajas, casi rayando los niveles negativos, las tasas de interés a fin de obligar a los capitalistas a realizar inversiones productivas, en lugar de seguir ganando con los negocios de viuda, que están muy ligados a la especulación y a la usura. Así, logró generar empleos bien pagados.

Tan buenos resultados tuvo que la economía del vecino país va en franca recuperación con bajos niveles de inflación y un crecimiento mayor al esperado, porque ahora la gente tiene más dinero para gastar y crear el círculo virtuoso de inversión-empleo-producción-consumo-contribuciones.

De una forma u otra, la Cuarta Transformación, fundamentada en la justicia social, ya está en marcha y con muchos seguidores.