Editoriales > FONDO Y FORMA (ABEL OSEGUERA KERNION)

Guerra comercial

Desde febrero del 2014 la economía China pasó del segundo al primer lugar en el mundo, siendo el primer consumidor y primer productor, rebasando por poco a los Estados Unidos, y comenzando una nueva era de posicionamiento global. Ya desde la era Bush coqueteaba con Rusia para apuntalar una fuerza económica y militar capaz de retar a Estados Unidos junto a sus aliados europeos y asiáticos. Para ello fundaron BRICS y su propio banco de desarrollo económico y no solo comenzar una erosión en la economía norteamericana sino además fueron ganando terreno entre las economías emergentes que requieren de créditos para sus subsistencias.

La apuesta era atrevida y desafiante. Mientras el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial obligan a los países pobres o en vías de desarrollo a acatar acciones privatizadoras y poner en manos de las grandes corporaciones sus propios mercados internos, la nueva financiadora internacional de BRICS no se metería en esos temas internos. 

Guerra comercial

Brasil comenzó a ganar terreno entre los países sudamericanos llevando muy cerca a la Argentina de los Kirchner hacia BRICS. En esos momentos Estados Unidos tenía como Presidente al hombre históricamente más intervencionista; Barak Obama. No se quedó con los brazos cruzados, embistió primero en Honduras derrocando al Presidente democráticamente electo Zelaya para enviar un mensaje claro contra los sudamericanos no alineados. 

Luego movió sus influencias internas en Brasil y bajo un golpe de estado parlamentario depusieron a la Presidenta Dilma Rousseff, no pararon ahí, luego siguieron interviniendo en las elecciones de Argentina para acabar con la dinastía Kirchner.  

El Presidente Obama se caracterizó por ser políticamente correcto, pero su herencia intervencionista en el mundo hizo del mismo un lugar más peligroso. Hay que recordar que el Estado Islámico fue la respuesta a sus intervenciones durante la Primavera Árabe. Pero también se caracterizó por ser muy cobarde. Nunca enfrentó los intereses corporativos americanos, ni directamente a China. 

Navegó su hegemonía internacional con doble cara. Si acaso solo embistió contra Rusia con medidas cautelares económicas por su reacción ante otra tropelía intervencionista de Obama; Ucrania. 

Ahora el Presidente Trump decidió entrarle al toro por los cuernos. Él sabe, como lo sabía Obama, que China está llevando una guerra subterránea contra los Estados Unidos. Esto desde varios frentes; el principal, el comercio, luego le siguen el espionaje industrial y militar además de una constante desestabilización política territorial en la cuenca del pacífico. El déficit comercial entre Estados Unidos y China le favorece a éste último en más de 500,000 millardos de dólares. Esto quiere decir que China no solo se está desangrando económicamente a Estados Unidos, sino además está generando una constante migración de empleos a su territorio. 

Si las cosas seguían así, la caída de Estados Unidos como potencia mundial era cuestión de tiempo, caería por su propio peso de endeudamiento. Algo había que hacer, salida solo hay una; la barrera más eficiente para devolver la productividad a un país; Proteccionismo. Y para ello lo mejor son los aranceles. No es la primera vez que Estados Unidos recurre a esto. Ya en 1933 el Presidente FDR creó las medidas arancelarias necesarias para sacar a Estados Unidos de la gran depresión. Y le funcionó hasta que llegó Reagan con sus ideas globalizadoras. 

El Presidente Trump tiene razón en comenzar a gravar a los productos chinos, para cualquier país, lo más importante deben ser sus ciudadanos pobres y dar mayor ingreso a la clase trabajadora. Es cuestión de lógica. Un mayor ingreso del trabajador implica un mayor poder adquisitivo y por lo mismo un fortalecimiento de su mercado interno. Pero como desde hace 30 años nos han estado bombardeando los medios con que lo importante es la inversión extranjera, nos lo hemos creído. Cuando lo más importante no debe ser la inversión extranjera, lo más importante debe ser la inversión nacional y una mejora en la vida de los ciudadanos. De nada nos sirve que los ricos sean más ricos y peor si son extranjeros. Lo que nos sirve a todos es una clase trabajadora con mejores ingresos. Y Trump ya tomó el camino difícil pero necesario para impedir que China se apropie del mundo. Y déjeme decirle amigo lector; a México le conviene que EU se cierra a China. Pworque México tiene un déficit comercial de 34,000 millardos de dólares. 

Nosotros debemos estar preparados para un cambio de juego internacional y dejar a un lado ese discurso imbécil que defiende los intereses extranjeros sobre los nacionales.