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El día clave

Desde el momento mismo en que se pusieron en marcha los juegos, quedó claro que la Olimpiada de México 68 habría de marcar hitos a nivel mundial

El 16 de agosto de 1968, también viernes, una de las potencias que libraban la enconada Guerra Fría en su afán de dominar al planeta, exigió al Comité Olímpico Internacional, al Comité Olímpico Mexicano y al gobierno de México que los atletas norteamericanos que ganaron el primero y tercer lugar en la carrera de los 200 metros planos, no subieran al podio ni recibieran sus medallas. Se toparon con pared; el Dr. Avery Brundage, don Pedro Ramírez Vásquez y el presidente Gustavo Díaz Ordaz, se mantuvieron firmes. 

Este gesto de honor y justicia, fue el principio del empeño por dar fin al proyecto revolucionario que tantos y tan brillantes logros aportó a la nación, que pasó del México rural y analfabeta, explotado por el liberalismo decimonónico, a un país que dio una gran lección de humanismo y sentido social al crear junto a las justas deportivas la Olimpiada Cultural y darle un sentido profundamente solidario al llevar a los escenarios no sólo a quien logró alguna medalla de oro, plata o bronce; sino, también a los perdedores.

El día clave

Desde el momento mismo en que se pusieron en marcha los juegos, quedó claro que la Olimpiada de México 68 habría de marcar hitos a nivel mundial. En punto de las 11:52, el presidente del Comité Organizador, Avery Brundage, se dirigió al orbe para decir: "El ideal olímpico de que los pueblos, a través de sus jóvenes, aprendan a vivir en armonía coincide con la tradición humanista del mexicano. México muestra al mundo su rostro actual". Un país con paz, estabilidad, desarrollo y crecimiento del 6 % anual.

Apoteósica fue la entrada triunfal del fuego olímpico, cuya recorrido lo había llevado desde Olimpia, en Grecia, hasta las tierras mexicanas siguiendo la ruta de Cristóbal Colón en 1492. Así, aquel 12 de octubre, pasado el mediodía, el mundo vio a Enriqueta Basilio abrirse camino por la novedosa pista de tartán del Estadio Olímpico Universitario. Durante la declaración del juramento olímpico se liberaron más de 15.000 palomas y enormes globos con la forma de los aros olímpicos se elevaron hacia el cielo.

Esta fue la primera Olimpiada transmitida por televisión a todo el planeta en forma simultánea, mediante los satélites que orbitaban la tierra y fueron colocados con tal propósito. En consecuencia de lo que fue considerado como una descortesía y hasta desobediencia, el bagaje historiográfico de los Décimo Novenos Juegos Olímpicos de la era moderna, se perdió. Las hemerotecas de los principales diarios y las agencias noticiosas del país, fueron ocultadas o destruidas; la súper producción cinematográfica de la Olimpiada, encargada a Alberto Isaac y nominada al Oscar en 1969, fue apabullada por Tlatelolco.

Olimpiada en México, nombre de la película que contó con la colaboración de los laureados directores Felipe Cazals, Paul Leduc y Rafael Corkidi, fue considerada en aquel momento como la operación fílmica más vasta de todos los tiempos, en todo el mundo; requirió ochenta y un equipos de cámara y quince de sonido, que filmaron cada uno de los eventos en los veintisiete escenarios de competencias donde se desarrollaron entre el 12 y el 27 de octubre. Se rodaron 750 000 pies de película especial Techniscope y se registraron 250 000 pies de cinta magnetofónica de 1/4 de pulgada. La filmación contó con la colaboración de un total de 412 técnicos de ocho diferentes países. Fue una obra colosal. 

Pero, precisamente, el mito absurdo y hasta ridículo, de la Matanza de Tlatelolco, una de las más exitosas fake news, cuya memoria mantienen viva mentecatos incorporados al sistema mediante cargos públicos y puestos burocráticos, es lo que ha servido para enterrar la memoria de lo que fue la gran fiesta de la amistad, en la que se lograron hazañas espectaculares y se pudo sembrar la semilla de la fraternidad con sello mexicano. 

Aquel viernes, cuando Tommy Smith y John Carlos subieron al podio durante la ceremonia de premiación de los 200 metros para recibir sus medallas olímpicas, aprovecharon para manifestarse a favor de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Smith y Carlos elevaron sus puños con un guante negro en los Juegos Olímpicos de México, cuyas autoridades no atendieron el 'llamado sutil' para que no les dejaran subir al podio, donde los acompañaba un australiano, cómplice de la protesta silenciosa.

De ahí para acá, la constante ha sido poner en el medio de la historia el 'genocidio' que jamás ocurrió para justificar la llegada del capitalismo salvaje que arrasó con más de medio siglo de luz emanada de la primera revolución social del siglo XX y su gran legado, la Constitución del 17, que hicieron posible la primera Olimpiada en América Latina, en el Tercer Mundo y en un país no alineado con las potencias que libraban la Guerra Fría, cuyo recuerdo es tan espeluznante como la Primera y Segunda Guerras Mundiales.