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El coro de plañideras desbarró

Sorprendentemente exitoso ha venido a resultar el favor que el candidato electo, AMLO, presta al presidente en funciones, EPN. La dinámica que había cobrado la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en el que echaron su gato a retozar los que, dentro y fuera, son los dueños de gran capital, especialmente los inversionistas que esperaban sacar raja como nunca antes, se paró.

Una obra que fue planeada en 2014, con un costo total de 178,050 mdp (equivalentes a 209,493 mdp a precios de 2018), para el proyecto completo, incluidas todas las fases de construcción, obras complementarias, operación y mantenimiento, de 6 pistas, una terminal con capacidad para recibir y atender unos 135 millones de pasajeros anuales, se convirtió en el gran negocio al que todos querían entrar, por la buena o como fuera.

El coro de plañideras desbarró

Ya para estas fechas, los fondos requeridos, en el supuesto de que todo pudiera ir bien y sin tomar en cuenta los costos de retraso, que serían de cuando menos cinco años más, se han elevado a 493 mil 330 millones de pesos, casi un 300 por ciento. El medio billón de pesos de ninguna manera era garantían de que el nuevo aeropuerto fuera a funcionar tal y como se especificaba en el proyecto arquitectónico, no de ingeniería.

Todos los elementos racionales desde el puntos de vista científico apuntaban a que la obra estaba fundamentada en más dudas que certezas, como es típico que suceda en este país en que poco importan los resultados frente a la oportunidad de hacerse de mulas a la mala. Los ejemplos menudean: Línea 12 del Metro, la nueva sede del Senado de la República, la Biblioteca Vasconcelos, la Estela de Luz, la Refinería de Tula, Hgo., el Tren México-Querétaro, la Carretera Durango-Mazatlán, el Paso Exprés.

Ahora, luego de la consulta, López Obrador ha librado a Peña Nieto de pasar a las páginas de la historia como el presidente que hizo el mayor fiasco de la obra pública, que sería para la posteridad una deuda insalvable por muchos años, con la particularidad de que serviría para retacar más los bolsillos de los grandes magnates.

Eso de que por la decisión de terminar con el proyecto del NAICM en Texcoco se vino abajo la Bolsa Mexicana de Valores y el peso de devalúo, no pasa de ser una tontería que aprovechan para echar más leña a la hoguera de las lamentaciones porque el nuevo gobierno recuperará el poder político del poder económicos, luego de la jauja de la mafia del poder devenida desde la cena en que Salinas rifó los bienes nacionales.

Tanto la devaluación como la caída de la bolsa tienen su razón en dos informes dados a conocer en la semana previa: que el balance financiero del sector público presentó un déficit de 311,018 millones de pesos durante el tercer trimestre del año, porque: “a pesar de que la economía global mantuvo un desempeño económico positivo, se aprecian señales de menor sincronización del crecimiento de las distintas economías”.

Que no piense el respetable que el déficit presupuestal es porque los genios a cargo han venido a resultar una cáfila de ineptos; no, todo se debe a la tirria que tienen al país los ‘masiosare’ de allá. Esos que, como el Fondo Monetario Internacional han recortado de 3% a 2.7% su pronóstico de expansión del Producto Interno Bruto de México para 2019. Y que remachan asegurando que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador enfrentará una desaceleración económica en su primer año, debido a que: “La economía tiene un desempeño por debajo de su potencial, la deuda pública es alta y en aumento, y, aún más importante, las perspectivas de crecimiento de medio plazo permanecen poco inspiradoras”.

Por todo ello, el beneficio que ha decidido conceder el presidente electo al mandatario que se va, es enorme, mientras el coro de plañideras llora en el velorio equivocado.