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¡Es la deuda, joven!

En la Consulta Ciudadana sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México hubo de todo, como en la olla de la tamalera: de dulce, de chile y de manteca; pero, lo substancial es que el proyecto de Texcoco, con ser tan bonito, elegante y sofisticado, no tiene la garantía absoluta de que vaya a funcionar como se espera; viene a resultar preocupante que con la cantidad de tezontle asentado en al área, siga el hundimiento.

El quid de lo que se considera el proyecto más ambicioso de esta administración, es que tiene todos los elementos indispensables para ser un rentable negocio del sistema financiero nacional e internacional, al que poco importa que vaya a funcionar o no. Lo que se diga en pro y en contra del NAICM tiene una significación relativa con respecto de la colosal inversión que demanda y de los costos de esos recursos en los mercados.

¡Es la deuda, joven!

La historia no miente y existe el antecedente previo de obras pantagruélicas costeadas con dólares aportados por los organismos financieros internacionales, especialmente el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y que, ya terminadas, nunca fueron puestas en operación por angas o mangas; pero, sí dejaron la deuda impagable que obligó a la moratoria del 82, la segunda en la historia, luego de la de Benito Juárez.

¿Cómo olvidar que el presidente José López Portillo dijo que el paso interoceánico multimodal de Salina Cruz, Oax., a Coatzacoalcos, Ver.: “crearía empleos captaría divisas y abriría caminos de accesos a la moderna tecnología del transporte de carga”.

La obra se hizo, al igual que el gasoducto Cactus, Chi., Reynosa, Tam., sin que en ambos casos hubiera interés de los empresarios de la transportación marítima y del gas, por utilizarlas. Ahí quedaron, convertidas en chatarra inservible con el tiempo; sin embargo, la deuda contraída con los acreedores de fuera resultó una carga insalvable que dio pie a la venta de garaje de las empresas del Estado mexicano, creadas al paso de los años.

En la obra pública, el asunto de los dineros siempre tiene sus asegunes, porque es bien sabido que todos quieren echar su gato a retozar. Los ‘moches’ son el pan de cada día, como bien quedó demostrados con las exigencias de los diputados con los alcaldes y de estos con los constructores, en una larga cadena en la que, finalmente, el pagano es el causante cautivo, que debe aportar más de la mitad de sus ingresos por vivir aquí.

Con datos precisos y concisos del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México se tiene que en el análisis inicial de costo-beneficio para el 2014, con precios y tasas de cambio de ese año, se estimó un costo total de 178,050 mdp (equivalentes a 209,493 mdp a precios de 2018), para el proyecto completo, incluidas todas las fases de construcción, obras complementarias, operación y mantenimiento, de seis pistas y una terminal con capacidad para recibir y atender unos 135 millones de pasajeros anuales.

Pero, viene a resultar que la estimación actual de 285,000 mdp (con precios del 2018), corresponde únicamente a la construcción de la primera fase: tres pistas y una terminal con capacidad de 70 millones de viajeros anuales. Ese presupuesto no contempla los costos que tendrán obras relacionadas con el impactos ambiental y el impacto social, además de los sobrecostos por los retrasos muy significativos que se observan ya.

La misma FCCT hace referencia a un estudio de la Academia de Ingeniería, que estima que el costo del aeropuerto de Texcoco podría incrementarse a 493 mil 330 millones de pesos, equivalente a un encarecimiento del 277 por ciento con respecto a los planes iniciales.

Estos fondos provendrán de FIBRA-E, una forma de financiamiento en que se venden certificados en la bolsa de valores, por 30 mmp; créditos emitidos por el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, por 119 mmp; gasto del gobierno a través del Presupuesto de Egresos de la Federación, por 20 mmp; venta a terceros de los derecho de cobrar en el futuro la Tarifa de Uso Aeroportuario, por 88 mmp. Si; pero…

Quizá lo mejor sería cortar por lo sano y si los empresarios quieren el NAICM, que se pongan con la lana y no que el grueso de los aborígenes carguen con una nueva pifia.