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Camino a la barbarie

Definitivamente, el enojo popular puede conducir a yerros colosales, como elegir este día a un déspota

Hoy, el gigante de la América indiana puede seguir el camino de Franco, de Idi Amín, de Pinochet y llevar a la presidencia a un supremacista blanco para el que los negros y los habitantes de las favelas no existen. Un reformador que pueda dar al traste con los avances que ha tenido Brasil en los últimos años; que ha sembrado odio y enemistad entre los cariocas, antes tan alegres y fandangueros. Un duro que apuesta a la muerte.

Estremecedor, estrujante es el video que se difunde por las redes, en el que niños de corta edad repiten las frases crueles e inhumanas de Bolsonaro: “Yo estoy a favor de la tortura”, “Pinochet debió haber matado más gente”, “El gran error de las dictaduras fue torturar y no matar”, “Yo me siento feliz si tengo que morir y a cambio mueren 30 de los que sobran”, “Que la gente pobre controle a su prole”, “MI misión es matar”, “La gente pobre no tiene utilidad en el país, votar con diploma de burro es bobo”, “La mujer debe ganar un salario más bajo porque se embaraza”, “Jamás te violaría porque no te lo mereces”. Esas y otras expresiones xenofóbicas más que pregona el candidato, en boca de pequeños de entre tres y seis años resulta abominables, chocantes.

Camino a la barbarie

Bolsonaro, con una rotunda victoria del 46% de los sufragios en la primera vuelta, aventajó en 17 puntos a su principal rival, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, y todo parece indicar que el país más grande de Latinoamérica puede convertir en presidente a un candidato que no ha dudado en mostrar un claro desprecio por las reglas del juego democrático. Jair, que ha alejado a muchos votantes con ataques polémicos contra las mujeres, los afrobrasilenõs y las personas LGBT.

Este Bolsonaro que no pudo rebasar el 50 por ciento de los sufragios, dando lugar a una segunda vuelta, no es el típico político conservador ni es aliado del capital. Quienes lo conocen, aseguran que su discurso brusco y su enfoque de ‘dispara primero, pregunta después’ para combatir el crimen; así como su agenda socialmente conservadora, le han procurado más comparaciones con líderes como Duterte, de Filipinas, que con aquellos conservadores promotores del libre comercio.

Su perfil es el de un dictador y no tiene empacho en reconocerlo y hacérselo saber a la población brasileña que, lejos de asustarse, está conforme con que llegue una mano dura que sea capaz de frenar los altos niveles de violencia que se dan en el país, donde se aprecian estadísticas impensables hasta hace poco en un país de samba y carnaval.

El sector empresarial y su área de influencia entienden estas elecciones como un rechazo al Partido de los Trabajadores. El PT gobernó Brasil en un ciclo de auge y crisis entre 2003 y 2016. Una gran cantidad de ciudadanos culpa a este partido por el declive económico del país y Bolsonaro ha sido muy efectivo en presentarse como lo opuesto. Promete una serie de medidas rápidas para evitar que brasil se encamine nuevamente hacia una recesión, sin que se entienda bien en qué van a consistir.

Jair Bolsonaro se declara a sí mismo un ignorante en materia de economía; pero, para remediarlo propone como ministro de Finanzas a Paulo Guedes, un economista de la Universidad de Chicago y ferviente creyente de las bondades del mercado, con lo que pretende apaciguar las inquietudes de la élite empresarial. Este Guedes no busca descubrir el hilo negro y va a aplicar en Brasil las mismas receta que impusieron los Chicago Boys en México: la privatización de las empresas paraestatales, especialmente Electrobras y Petrobras, de lo que espera obtener más de 400 mil millones de dólares.

Economistas del Fondo Monetario Internacional han notado que en Brasil, los trabajadores usualmente se jubilan a los 55 años y ganan el 70 por ciento de su sueldo final. La seguridad social representa un tercio de todo el gasto público, lo que ha contribuido a déficits fiscales inéditos. Eso significa que la reforma jubilatoria es de los principales retos que enfrentará quien resulte electo como nuevo presidente.

A ese respecto, Guedes ha prometido en varias ocasiones impulsar una medida poco popular en el Congreso, pero Bolsonaro hace poco volvió a dar mensajes confusos al respecto, quizá como una medida de su campaña para no asustar a votantes jubilados.

Definitivamente, el enojo popular puede conducir a yerros colosales, como elegir este día a un déspota.