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Cambian los tiempos, cambian las formas

Justicia social que no es otra cosa que un equilibrado reparto de los beneficios que genera la dupla de capital y trabajo

La reciente reunión del presidente Andrés Manuel López Obrador con Carlos Slim, presidente de Grupo Carso; el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar Lomelín, y el presidente del Consejo Mexicano de Negocios, Antonio del Valle, echa de ver que los empresarios han aceptado las nuevas reglas del juego y que están dispuestos a seguir haciendo negocios; pero, ahora bajo los conceptos de una economía humana que esté enfocada hacia la justicia social.

Justicia social que no es otra cosa que un equilibrado reparto de los beneficios que genera la dupla de capital y trabajo. Al interior, el empeño es, sin lugar a dudas, de López Obrador que tiene muy clara la idea de que si el país va a salir adelante de la severa crisis en que lo sumieron los gobiernos irresponsables, necesita elevar el nivel de vida de las clases que han permanecido marginadas y hasta explotadas durante la noche obscura del neoliberalismo impuesto a rajatabla por Salinas.

Cambian los tiempos, cambian las formas

En sus propias palabras, ha expresado que: "La crisis de México se dio por la corrupción pública y privada y por el fracaso de las políticas neoliberales. No es ético ni lícito defender la facultad del Estado para rescatar instituciones financieras en quiebra y considerarlo una carga cuando se trata de promover el bienestar de los más pobres, de los más desfavorecidos". Agregó que: "Sólo con una sociedad justa lograremos el renacimiento de México. El país no será viable si persisten la pobreza y la desigualdad. Es un imperativo ético; pero, no sólo eso: sin justicia no hay garantías de seguridad, de tranquilidad y de paz social". Palabras que forman parte esencial de su régimen.

Pero, además, lo que están haciendo los empresarios conscientes y emprendedores, ya fue anunciado por la Mesa Redonda de Negocios de los Estados Unidos, donde propusieron un decálogo que de tan exitoso, empieza a copiarse en otras latitudes del ancho mundo. En este se propone que cambie el paradigma que ha llevado a establecer cada año un nuevo récord de ganancias para los accionistas y a obtener cifras escandalosas para los directores de empresas líder, por una visión enfocada a: "servir tanto a los accionistas como a la sociedad en su conjunto".

Antes del gobierno de la Cuarta Trasformación, no importaba si los proyectos y las obras habrían de servir a la gente; ni siquiera era necesario que se terminaran o que prestaran el servicio para el cual fueron llevadas a cabo. Lo importante era que cada quien se llevara su tajada y que los fondos fuera convertidos en deuda pública para seguir acogollando a los aborígenes que ya no sienten lo duro sino lo tupido con tantas transas de todo género mediante el contubernio oficial y privado.

Para la posteridad quedará la historia de ese colosal fraude que fue la Estela de Luz, que el gobierno del becario de ingrata memoria construyó en una orilla del bosque de Chapultepec para celebrar el centenario y el bicentenario de la Revolución y la Guerra de Independencia. Fue presupuestada para costar 960 millones de pesos; pero, ya para iniciar los trabajos gritaron los empresarios amigos que, ¿ellos qué? Y hubo de modificar el costo que terminó siendo de más de mil 200 millones de pesos para poder repartir a cada quien lo que reclamaba. Y, ¡qué cosa tan fea!

Se pretende que ahora no se hagan las cosas así y para el efecto se mostró y discutió el Programa Nacional de Infraestructura a fin de ver qué puede interesar a los inversionistas, en el entendido de que todo deberá hacerse de manera efectiva y transparente, sin sobrecostos por quítame esas pajas, ni demoras que redunden en perjuicio del país y de los paisanos. Si se mantienen las buenas intenciones, seguramente que México está a las puertas de una nueva tapa de harto progreso.

Muy favorable es que no hayan estado presentes los líderes empresariales que se desgarran las vestiduras porque ahora se les pide que paguen impuestos, o que quieren seguir haciéndose de mulas a la mala mediante contratos amañados con la administración pública que hasta recién les dio manga ancha y los dejó hacer lo que les viniera en gana. Esos, que ni se acerquen, porque las transas ya se acabaron. 

Los nuevos tiempos exigen nuevas formas de hacer negocio. México lo demanda y su gente lo necesita. Ya no más corrupción ni contubernio de gobierno y mercachifles.