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‘Ya me divorcié, pero es el padre de mis hijos’

«¿Qué tanto afecto a mis hijos si les hablo mal de él?»

Aunque no nos encanté la idea, hoy en día el tema de los divorcios va al alza. Ya sea porque te pintaron el cuerno, se quiso hacer budista, te “salió” gay, o simplemente porque te dejó de querer, al final del día el resultado es el mismo. De pronto, te encuentras enfrentando una nueva realidad y es natural que en momentos te desquicies y sientas que literal, se te viene el mundo encima. 

‘Ya me divorcié, pero es el padre de mis hijos’

Por un lado, tienes que volverte experta en finanzas para administrar la baba de manutención que te da, tienes que convertirte en psicóloga y mediadora de tus hijos, consagrarte como chofer de ellos y encima de todo, averiguar cómo te vuelves a producir la vida a partir de tan terrible desenlace. 

Definitivamente el divorcio es uno de los más grandes infiernos por los que alguien puede atravesar y máxime si hay hijos de por medio. En mi experiencia profesional, nunca -lo digo textual- nunca me ha tocado ser testigo de un divorcio “tranquilo y en calma.” Y es totalmente natural, al final del día se está cambiando el rumbo de tu vida y la de tus hijos. Te diré algo con mucha respetuosa autoridad. Independientemente de cuál haya sido la causa del divorcio, los hijos saldrán afectados, unos más que otros. Sin embargo, hay una “fórmula” casi infalible para que haya un menor impacto en la percepción que tus hijos tengan de ambos o, por lo menos, de ti. 

Es muy común que después del divorcio (y antes de) se hieran muchas susceptibilidades, sin embargo, el ego termina muy aporreado una vez que se legalizó todo, cuando ya se ha decidido quién tendrá la custodia y se establecieron los días de convivencia. El hecho de que ahora los niños tengan dos casas, con diferentes reglas y rutinas, hace que más temprano que tarde una de las dos partes terminé por reventar. Y la cosa se pone peor, cuando en uno de los dos nuevos hogares hay visitas inesperadas -la nueva “amiga”- o carnes asadas que terminan en borrachera. Por supuesto que tú como mamá de tus hijos ¡lo quieres matar! Entiendo tu reacción, te lo aseguro. No obstante, esto da pie a que se haga una guerra campal entre ustedes dos como padres, tirándose uno al otro, queriendo que los hijos tomen partido o más triste, quererles envenenar el alma contra uno de ustedes. 

Te diré algo que he repetido a lo largo de estos años escribiendo para ti. “Hay cosas que puedes cambiar y cosas que necesitas aceptar” (aunque no estés de acuerdo con ellas), por lo tanto, es muy poco lo que puedes hacer para que en casa de él se sigan tus reglas (y viceversa) Así es que la pregunta más importante en esta columna es la siguiente:

¿Qué estarías dispuesta a hacer por tus hijos? (Seguramente contestaste “TODO”) Ya escuché tu respuesta. Por lo tanto, si tú estás dispuesta a hacer todo por ellos, estoy seguro de que también estarás dispuesta a reconocer cuáles son tus fronteras y límites. Necesitas entender y terminar de aceptar que el divorcio es también una nueva forma de vida para tus hijos y no sólo para ti. El padre de tus hijos se divorció de ti, no de ellos. 

Te compartiré la “fórmula” que te mencioné. El primer paso es jamás (leíste bien, escribí jamás) hables mal del papá de tus hijos (así él vocifere en contra tuya, te desprestigie frente a ellos o te eche la culpa a ti de todo) Sé que te estoy pidiendo algo que es muy difícil llevar a cabo, sin embargo (y de acuerdo con tus palabras), sé que estarías dispuesta a hacer todo por ellos y no hablar mal de él es de las cosas más significativas que puedes hacer por ellos. Hablar bien del padre de tus hijos (o simplemente no hablar mal de él) hace una total y gran diferencia. Si en él no cabe la prudencia, entonces que quepa en ti. No importa que se haya ido. Recuerda que tú fuiste, eres y seguirás siendo una dama, por encima de todo. Y si para él no fuiste la esposa “perfecta”, entonces decídete la ex esposa ideal. Créeme que el tiempo te dará la razón. Las ganancias emocionales las podrás ver quince o veinte años después cuando tus hijos (ya con criterio adulto) puedan reconocer que tú jamás hablaste mal de su papá. Por lo pronto tú siegue en lo tuyo, enfocada y jamás volteando para abajo porque se te cae la corona, porque con él, sin él o a pesar de él sigues siendo una reina. Nos leemos pronto. #Anótele

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