Columnas > EL MENSAJE EN LA BOTELLA

Un delicioso ‘omelet’

El grupo Harold Melvin & The Bluenotes, intérprete del éxito “The love I lost” (“El amor que yo perdí”) —les estoy hablando de hace más de 45 años— incluía en uno de sus discos una de esas canciones que casi nadie escucha pero que tenía, a mi parecer, un mensaje interesante.

Se llamaba “Be for real”, que creo significaría algo así como “Se auténtico”. La pueden encontrar en YouTube —se las recomiendo—. Empieza con unas palabras que, con música de fondo, un hombre le dirige a su pareja. Palabras más, palabras menos, esto es lo que le dice:

Un delicioso ‘omelet’

“Hey mujer, ¿puedo hablar contigo un momento? Tengo algo que decirte que es importante para nuestra relación. Yo quisiera preguntarte, ¿por qué cada vez que vamos con nuestros amigos, tú siempre estás hablando de lo que tienes o de lo que te he comprado o de cuánto dinero he ganado y a qué escuela van nuestros hijos? Y de las lujosas ropas y de los bonitos carros y de tu gran anillo de diamantes y tus fantásticos abrigos de piel. No, no, siéntate y no digas nada. Espera un minuto y calla por favor, porque ese es tu problema, siempre estás diciendo las cosas equivocadas en el momento correcto.

No se cómo explicarte esto. Creo que lo mejor que te puedo decir es lo que mi madre me decía cuando era un chamaco: ‘hijo, el dinero va y viene. Hoy vas para arriba, mañana puedes venir hacia abajo’. 

Cuando nuestros amigos vienen a visitarnos, ellos quieren pasarla bien, no vienen para estarte oyendo hablar de Harry, Joe y Dick y Bobby y de lo que ellos no han logrado y que si viven en una zona menos lujosa. No me gusta que alardees, porque haces sentir mal a nuestros amigos.

Yo se que sabes de lo que estoy hablando, porque puedo recordar aquellas épocas de privaciones en las que venías a mi llorando y me preguntabas ‘¿por qué nadie quiere ser mi amiga? ¿Es porque no estoy a su mismo nivel económico?’ Y sabes que así era. Me hubiera gustado que eso te diera la sensibilidad suficiente para no hacer lo que ahora haces, pero veo que no es así.

La gente no quiere oírte hablar de lo que tienes, porque ellos están tratando de obtenerlo también. Y me duele escucharte cuando me dices ‘esta mujer esto’ o ‘esta mujer lo otro’ o ‘ella no tiene esto, o no tiene lo otro’. Como si eso importara.

Quiero sentirme orgulloso de ti, mujer, por eso te pido que, mientras vivas, ya sea conmigo o no, seas auténtica y no le des más valor a lo que en realidad no lo tiene. En vez de eso, arrodíllate cada noche y agradécele al hombre de allá arriba por todas las bendiciones que nos ha dado”.

Por las palabras usadas —y el tono de voz que se aprecia en el disco— parece ser que esta mujer ya tenía harto a su compañero. Y bueno, es de comprenderse, porque una persona así, que finca su valor y el de las personas que la rodean en base a sus posesiones materiales y que ese es su principal tema de conversación, como que no es una persona que deje una dulce fragancia a su paso. Más bien, deja una fétida pestilencia.

Mi amigo Pedro Aguilar, quien fuera mi socio en una firma de capacitación en Monterrey, solía terminar nuestros cursos de liderazgo preguntándole a alguien del público quién estaría dispuesto a que le rompiera un huevo en la cabeza y sacaba una cajita en la que, efectivamente, traía un huevo de verdad.

La gente dudaba y no respondía, pero nunca faltaba alguien que se animara y pasara al frente. Pedro tomaba el huevo… y se lo estrellaba en la cabeza. Lo que nadie sabía es que, previamente, le había hecho un pequeño agujero con un alfiler y con mucho cuidado le había sacado todo el contenido interior. Y terminaba explicando que cuando no trabajamos en desarrollar nuestros valores como seres humanos nos podemos quedar tan huecos como ese huevo.

Así que no seamos como la mujer de la canción, enfrascados en lo material, concentrados en lo exterior y huecos por dentro, porque las cáscaras del huevo sólo sirven para ser echadas a la basura.

Trabajemos en lo de adentro, lo que realmente vale, ser personas de buenos sentimientos y elevados valores, para que cuando la gente nos trate pueda sentir que hay sustancia, contenido y se quede con la agradable sensación de haber disfrutado un delicioso “omelet”.