Columnas > EL MENSAJE EN LA BOTELLA

Una madre con ídem

“Martha, cómo te admiro. Le devuelves a la vida la cruel bofetada que te dio, con un cariñoso beso”.

Estas palabras las escribí hace muchos años en un cuaderno en donde anotaba algunos de mis pensamientos cuando estaba en la universidad. Mi prima, Martha Laura Sánchez Guerrero, me había compartido una experiencia muy difícil que había vivido. Una experiencia que tal vez la habría podido llenar de amargura y resentimiento, pero ella había elegido seguir amando a la vida, seguir teniendo fe, seguir cantando la canción que se le mandó a cantar, con todo su corazón y con todo su amor. Porque ella era así.

Una madre con ídem

Convivimos de cerca mucho tiempo, mientras viví en casa de sus padres. A la vuelta de unos años seguimos nuestro camino y nos separamos, pero nunca nos distanciamos y yo seguía estando al corriente de lo que ocurría con su vida.

SOLO UN CROMOSOMA MÁS

Tuvo primero una hija, Isabel, una dulce chiquilla que todavía hasta hoy, es la luz de sus ojos. En todos los sentidos, Martha ha sido para ella lo que el título de esta columna describe, pero en esta ocasión quisiera enfocarme un poco más en su segundo hijo.

Dio a luz a un varoncito cuando Isabel tenía 8 años, completando lo que parece ser el sueño de muchos padres: tener “la parejita”. Sin embargo, casi de la mano vino otra noticia: el pequeño había nacido con Síndrome de Down. Así que ahí estaba Martha, nuevamente ante lo que muchas personas podrían considerar como una bofetada de la vida y nuevamente eligiendo responder con un cariñoso beso, eligiendo seguir amando a la vida, amar a su pequeño, que consideraba un regalo de Dios y seguir cantando para él la canción que como madre se le había mandado cantar. Porque ella era así.

Empezó a estudiar todo lo concerniente a la situación de su hijo para estar lo más preparada posible para ayudarlo. Su conclusión fue “es solo un cromosoma más” y a través de los años se lanzó, cual Quijote, en contra de molinos de viento con forma de prejuicios, intolerancias y discriminaciones, exigiendo para él nada más que lo que cualquiera podría pedir: que lo vieran y lo trataran como lo que era, un ser humano más.

Martha se ha encargado de que todos los que conocemos a Ernesto de Jesús (me siento honrado de compartir su nombre), lo veamos así, como un ser humano más. Le abrió una cuenta en Facebook y por ese medio le ha dado voz a su hijo. Ahí lo hemos visto bailar, nadar, jugar futbol y últimamente, hasta ser chambelán de una quinceañera con sus mismas características.

En algún momento, algunos años atrás, lo inscribió en los Scouts y para poder estar con él, ella se apuntó para ser instructora en ese movimiento. Juntos han ido a viajes, campamentos, fogatas y actualmente se preparan para ir al Jamboree (campamento mundial) en Japón. Algunas personas le han dicho que para qué gasta tanto dinero en llevar a Ernesto a otro país si no lo va a comprender, diciéndole que lo único que él hace en las juntas es sacar pastito, pero eso no la desanima y su actitud es la de decir: “si mi hijo quiere sacar pastito, pues va a sacar pastito en otro país y se va a divertir”. 

UN HERMOSO ENCUENTRO

Ésa es Martha. Una mujer a quien en este mes de las madres rindo homenaje por ser una madre con… la convicción de seguir adelante con su misión, sacando fuerzas de flaqueza cuando se siente frustrada y cansada. Una madre que, en base a su experiencia, dedica tiempo para ayudar a otras madres para desempeñar mejor su papel. Una madre que solo necesita el abrazo de sus hijos para ser feliz.

Sé que llegará el día, en otra esfera de existencia, en el que ella se encontrará con un apuesto joven, ese hermoso espíritu que aceptó venir a la Tierra en el cuerpo que Dios le asignó y él le dará las gracias por haber sido una madre maravillosa, sellando con un enorme abrazo y un tierno beso sus años de entrega abnegada, generosa y llena de amor. Y entonces ella le dirá: “te amo y te amé con todo mi ser y si tuviera que volver a vivir le experiencia, lo haría con gusto”. 

Y si fuera posible que eso ocurriera, sé que ella volvería a seguir creyendo en el amor y teniendo fe, volvería a cantar la canción que le fue mandada cantar. Volvería a cambiar bofetadas por cariñosos besos. Lo sé sin ninguna duda. Porque ella es así.