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El empujón

Allá por los 80’s había un programa cómico conducido por el argentino Raúl Astor que se llamaba “No Empujen”. Empezaba con una jocosa cancioncita que decía: “No empujen, no empujen, ya basta de empujar. ¡No empujen!”. 

Como decía la semana pasada, por lo general los empujones los asociamos con algo desagradable y nos molestamos cuando nos empujan. Sin embargo, a la vida le importa poco si nos enojamos o nos incomodamos.

El empujón

Eventualmente la vida nos va a empujar en la dirección de nuestros sueños, en un intento de ayudarnos a alcanzarlos. Hoy continuaré hablando de lo que esos empujones pueden implicar para nosotros y por qué a veces preferiríamos no ser empujados.

‘¿HAY ALGUIEN AHÍ ARRIBA?’

Se subió un jovencito al techo de la casa para bajar una pelota que se le había ido. De pronto, estando en la orilla del techo, resbala y cae, pero alcanza a agarrarse con las manos, quedando suspendido en el vacío a varios metros del suelo. El muchacho voltea hacia abajo y grita: “¿hay alguien ahí abajo que pueda ayudarme?” Pero nadie le responde. Sin saber qué más hacer, voltea arriba, al cielo y grita: “¿hay alguien ahí arriba que pueda ayudarme?” Y claramente escucha una voz que le dice: “suelta las manos”. El joven se queda pensando, luego vuelve a voltear al cielo y grita: “¿hay alguien más ahí arriba que pueda ayudarme?”.

De manera parecida, a veces clamamos por ayuda para alcanzar nuestros sueños, pero cuando viene el empujón incitándonos a hacer algo o a seguir cierto camino, la razón nos dice que eso es algo muy arriesgado y preferimos no hacerlo. Sin embargo, la vida en sí es toda ella un riesgo. A mis alumnos les comparto en una conferencia la siguiente reflexión:

“Reír, es arriesgarse a parecer tonto. Llorar, es arriesgarse a parecer sentimental. Buscar a alguien, es arriesgarse a comprometerse. Expresar los sentimientos, es arriesgarse a ser rechazado. Mostrar tus sueños a la gente, es arriesgarse al ridículo. Amar a alguien, es arriesgarse a no ser correspondido. Intentarlo, es arriesgarse a fallar. Pero se debe correr el riesgo, porque el mayor peligro de la vida, es nunca arriesgarse a nada”.

Como también leí en una ocasión: “la razón necesita muchas evidencias para arriesgarse. El corazón necesita solo un rayo de esperanza”. Así que si tal vez estás siendo empujado a hacer algo que te acercará a tus sueños, deja de aferrarte a la supuesta seguridad que da lo conocido y suelta las manos. Total, del suelo no pasas (jeje).

MORIR DE SED EN EL DESIERTO

En un ejemplo similar al anterior, un alpinista solitario, cierta noche, en una montaña llena de nieve, perdió pie y cayó, quedando colgado de la cuerda a la que estaba atado por la cintura. Implorando ayuda, escuchó una voz que le decía: “corta la cuerda”. Pero lleno de temor, pues no veía nada en la oscuridad, se rehusó a hacerlo. A la mañana siguiente, otros escaladores encontraron a un hombre muerto (congelado) colgando de una cuerda… a medio metro del suelo.

A veces, por temor a seguir la dirección del empujón, nos quedamos a escasa distancia de alcanzar los sueños. Es lo que Coelho define en “El Alquimista” como “morir de sed en el desierto cuando las palmeras ya han aparecido en el horizonte”.

Se necesita valor y persistencia para no rendirnos en el último momento y dar ese paso final, por más temor que nos pueda provocar.

Se dice que toda bendición que no es aceptada se convierte en una maldición. La bendición que puede venir aunada a un empujón de la vida, cuando nos rehusamos a avanzar en la dirección del empujón, puede convertirse en maldición, pues al frustrarse el sueño, este se convierte en un recuerdo doloroso.

Esto es lo que significan estas bellas palabras, también de “El Alquimista”: “Nosotros los corazones, morimos de miedo solo de pensar en amores que partieron para siempre, en momentos que podrían haber sido maravillosos, pero que no se vivieron, en tesoros que podrían haber sido descubiertos y quedaron para siempre escondidos en la arena. Porque cuando esto acontece, terminamos sufriendo mucho. Pero ningún corazón jamás sufrió cuando fue en busca de sus sueños, porque cada momento de búsqueda es un momento de encuentro con Dios y con la Eternidad”.

Te deseo que, al adentrarte sin miedo en la dirección del empujón, te acerques más al propósito de tu vida, pues eso, a final de cuentas, indudablemente es acercarse más a Dios.