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Tierra de sueños rotos

Las políticas actuales de inmigración, enfocadas solamente al renforzamiento de la seguridad de nuestra frontera, han orillando a más de 11 millones de inmigrantes indocumentados a vivir en un mundo constreñido, encerrados por el temor y por la falta acceso a las oportunidades, un submundo que no permite a estudiantes talentosos el continuar sus carreras, donde los padres muchas veces tienen que abstenerse de la más básica de las necesidades, proveer comida para sus hijos, si es que tienen que llevarlos a un médico por razones de emergencia. 

Vivir en esa atmósfera de temor les impide incluso llamar a la policía si es que presencian algún delito pues temen a las consecuencias. 

Tierra de sueños rotos

Esa situación se presta a la explotación de los trabajadores, ya que pueden ser intimidados y obligados a callar los abusos que sufren. Individuos en esta situación sufren la incertidumbre de no tener una manera de legalizar su estatus, se ven impedidos de contribuir en su total potencial como integrantes cívicos de nuestra sociedad. 

La inhabilidad de nuestro gobierno de tener una reforma comprensiva de inmigración previene a millones de personas a contribuir con sus talentos a nuestra sociedad, les impide alcanzar sus metas y ha volteado de cabeza el concepto del sueño americano. 

Al mantener a millones de personas como ciudadanos de segunda debido a los excluyente y exhaustivos pasos del proceso de inmigración actual, se ignoran gravemente dos realidades relativas a la inmigración y a los inmigrantes: primero, que estos individuos quebrantando la ley son en realidad familias que vinieron a este país porque sentían que no tenían otra opción, padres de familia que solo querían asegurar para sus hijos una mejor vida y la garantía de una educación de calidad y jóvenes que llegaron siendo muy niños o incluso bebés; y segundo, de acuerdo al Pew Hispanic Center, ahora hay menos inmigrantes viviendo indocumentados en los Estados Unidos que hace cuatro años, y son bastante menos los que entran al país anualmente comparados con la década anterior, lo que significa que los esfuerzos por reforzar la frontera están trabajando. Pero en realidad no se está combatiendo el verdadero problema, se necesita abordar el tema de las obsoletas políticas de inmigración que continúan forzando a miembros de nuestra sociedad a vivir en las sombras y perdiendo poco a poco la dignidad de su humanidad.

Las historias de niños sin seguro básico de salud, o de los sueños truncados de jóvenes estudiantes, son demasiado comunes en el valle del Rio Grande y para la comunidad inmigrante son señales del fracaso de esta nación al no alcanzar una comprensiva de la ley de inmigración. Dicha reforma debe tener dos partes, primero debe establecer un proceso por el cual los inmigrantes puedan entrar a nuestro país, y segundo, debe reconocer a los millones de inmigrantes que desde hace muchos años viven en nuestro país y proveer un sistema para su legalización. 

Para lograr dichos cambios los legisladores deben pasar leyes que permitan el canalizar recursos para mejorar las condiciones económicas de los países de origen de los inmigrantes, además de aumentar la cuota del número de inmigrantes permitidos a ingresar por año para trabajar en nuestro país. 

A la par de todo lo anterior, los legisladores tienen que reconocer a los millones de personas que están viviendo aquí sin la documentación necesaria, y crear un proceso dentro del sistema de inmigración para que dichos individuos puedan regularizar su papelería y lograr legalizar su estancia, teniendo un camino incluso para la ciudadanía si es que cumplen todos los requisitos necesarios. 

Nuestros legisladores deben encontrar la forma para sacar del limbo legal a tantos millones de seres humanos a los que se les priva de sus derechos por no tener papeles. 

Como residentes del Valle del Río Grande nosotros estamos en las trincheras, o en la primera línea, en el debate de inmigración, y es nuestra responsabilidad educarnos acercas de la realidad para exigir de nuestros representantes, y cuando llegue el momento de las elecciones: votar, pues solo nuestro voto podrá lograr los cambios.  ¡Vive un día a vez!...Ignite the moment!… Y recuerda que Dios te ama y yo también. 

Msgr. Juan Nicolau, Ph. D. STL. Sacerdote jubilado de la Diócesis de Brownsville. Es psicoterapeuta familiar y consejero profesional con licencias.