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¿Enojarse saludablemente?

Cuando se habla de “problema de ira”, se piensa en explosiones de enojo, rabietas, gritos, etc., pero muchas veces el peligro no es sentir enojo — una emoción integrada en el cerebro humano — sino enterrar esa respuesta útil hasta que se convierta en una cocción a fuego lento.

Las mujeres, en particular, pueden haber sido criadas para no hacer una escena. A menudo, las mujeres están sobrecargadas de trabajo, privadas de sueño, siempre de guardia y, en general, malhumoradas. Y como sabe cualquier persona con una cuenta de redes sociales, se sienten indignadas a diario: sobre los OGM (en la dieta es un organismo genéticamente modificado), el futuro del planeta, la política, lo que sea.

¿Enojarse saludablemente?

De hecho, “el estilo de vida moderno y conectado nos ha puesto en un estado de tensión casi constante” dice Ryan Martin, presidente del Departamento de Psicología de la Universidad de Wisconsin/Green Bay y fundador del blog All the Rage. Aunque no quieras explotar, retener la emoción podría ser tan malo para ti y para tu organismo.

“La rumia es como una bomba de relojería”, dice Matthew Zawadzki, profesor asistente de psicología de la salud en la Universidad de California,  El co-autor de un papel sugirió que simplemente pensar en lo que le haya molestado días, semanas o incluso meses antes aumenta su presión arterial y latidos del corazón tanto como lo hizo el evento original. Ya sea que hierve a

fuego lento o se enfurezca, su ira está tratando de decirle algo sobre su vida, mente y cuerpo.

Tan malo como lo es sentirse molesto, en realidad es una respuesta protectora a lo que generalmente comienza como miedo o dolor, explica Verónica Rojas, una psiquiatra que se especializa en psiquiatría de niños y adolescentes.

Antes de que puedas dar sentido a una amenaza, tu amígdala, el centro de emoción del cerebro con forma de almendra, desencadena la liberación de adrenalina y otras hormonas del estrés. Tu energía aumenta a medida que tu respiración se acelera y aumentan también los latidos del corazón y la presión

arterial.

“Tu cara puede sonrojarse, tus pensamientos se hacen estrechos, y es muy difícil pensar en otra cosa por unos minutos”, dice Rojas. Se necesitan varios segundos para que ese estallido inicial de miedo o dolor se convierta en enojo.

A medida que comienzas a pensar las cosas, tu corteza prefrontal analítica, el principal responsable de la toma de decisiones del cerebro, contextualiza la amenaza: ¿por qué me habla de esa manera? ¿Cómo sigo trabajando en este pésimo trabajo?.

“Es por eso que clasificamos a la ira como una emoción secundaria,” explica Rojas. “Nunca ocurre a solas”. 

Es la forma en que tu cerebro te saca de un lugar vulnerable y te lleva al modo de autoprotección.

La mayoría de nosotros no llegamos a ponernos los guantes de boxeo. La corteza prefrontal corta impulsos de enojo a la raíz. Pero si constantemente apaciguas tu enojo, esas hormonas del estrés que bombean la sangre pueden permanecer elevadas, continúa Rojas. Un estudio realizado por la Universidad Carnegie Mellon, descubrió que el estrés psicológico prolongado nos hace más propensos a una serie de malestares y enfermedades, en parte al interferir con la capacidad del sistema inmune de regular la infl amación en todo el cuerpo.

Está bien no estar bien a veces. Jesús alguna vez se enojó, y mucho … como hombre! It is OK not to be OK sometimes

¡Vive un día a vez!...Ignite the moment!… Y recuerda que Dios te ama y yo también. 

Msgr. Juan Nicolau, Ph. D. STL. Sacerdote jubilado de la Diócesis de Brownsville. Es psicoterapeuta familiar y consejero profesional con licencias.