Columnas > ERNESTO HERNÁNDEZ ALARCÓN

El Mejor y El Más Grande

En la final de la conferencia nacional que se llevó a cabo el pasado domingo, entre los Bucaneros de Tampa Bay y los Empacadores de Green Bay, cuando se desarrollaban los segundos finales de la primera mitad, Tom Brady conectó de manera sorprendente con Scott Miller un pase de anotación de 36 yardas. En ese momento, un pensamiento inundó mi mente: “Tampa Bay se va a llevar este encuentro”. Ese presentimiento se corroboró conforme avanzaba el encuentro ya en la segunda mitad. Los Bucaneros jugaron con determinación, con autoridad, con hambre de llegar al juego grande. Bruce Arians realizó un excelente planteamiento de partido, en especial en el costado defensivo (¡Que gran defensa “play maker”¡).

Todo lo contrario sucedió con Empacadores. Era evidente su titubeo, ¿nerviosismo?, su marcada falta de agresividad y su desempeño errático. No podemos culpar a alguien en específico, llámese Aaron Rodgers o Matt LaFleur, el problema primario fue en general la carencia de inspiración. Green Bay no merecía estar en el Super Bowl LV. Punto. La prueba más clara: A pesar de  l que se podría pensar, Tom Brady en general no sólo tuvo un desempeño irregular en el enfrentamiento (280 yardas, 3 anotaciones y 3 intercepciones), sino que contra lo que acostumbra, en la segunda mitad virtualmente “regaló” escenarios clarísimos para que Aaron Rodgers y compañía mínimo empataran el marcador. ¡Brady les ofreció en tiempo-circunstancia el preciado “momentum”… tres veces! Simple y llanamente, los “cabeza de queso” no supieron aprovecharlo. Pasará a la historia como una de las más cuestionables decisiones tanto el no haber corrido en campo abierto dentro de la yarda diez de Rodgers en tercera y gol (y pasar a la doble cobertura), como el haber ido por un gol de campo en vez de jugarla en cuarta y gol con ocho puntos abajo, por parte de LaFleur. 

El Mejor y El Más Grande

Al final del partido, en conferencia de prensa, un muy irritado Aaron Rodgers, asomaba frustración y enojo: “Yo no mandé esa jugada” (la citada cuarta y gol). Un claro señalamiento de culpa hacia su entrenador. “Mi futuro es incierto” sentenciaba, evidenciando que ésta situación hará florecer el resentimiento del número doce con LaFleur y tal vez la directiva del equipo por haber seleccionado el año pasado en primera ronda a su posible sucesor: Jordan Love (y lo que eso conllevó, falta de apoyo de talento, etc…). Pienso que Rodgers no tiene mejor lugar que el que detenta en Green Bay. Sería óptimo que en las siguientes semanas hiciera un análisis más objetivo de lo que sucedió en esta antesala del Súper Bowl. Por ahora, en el Lambeau Field no se escuchó el grito de ¡MVP! Y si lo llegara a ganar, sería indudablemente un premio agridulce. 

Sabemos que Tom Brady ya superó cualquier estrato de la NFL. Nos guste o no: es omnipotente. Como ya mencionamos, su desempeño en ésta final no fue precisamente brillante. Luego entonces, ¿qué posee Brady que lo separa de los mortales? En este momento, su sola presencia. Es bendita para sus compañeros por su grado de liderazgo y exigencia. Es maldita para sus contrincantes porque de una u otra manera los orilla a cometer errores de juicio (si no, pregúntenle a Pete Carroll en el Súper Bowl XLIX, a Matt Ryan en el Súper Bowl LI o al mismo Rodgers). El otro número doce ha retado a la misma lógica de los dioses de la NFL, y ha ganado. Disputará su décimo juego grande contra los poderosos Jefes de Kansas City. 

La final de la Conferencia Nacional ya es historia. Historia que escribirá en sus anaqueles: Se enfrentó el mejor mariscal de campo de la liga contra el mariscal de campo más grande de la NFL.