Más allá de balas y gas lacrimógeno
La desaparición forzada temporal como forma de represión en México
Son frases espeluznantes porque abren una ventana a un horror que no pasó, pero que ellas vieron cerca. No es que se salvaran del todo, pero al menos viven, lo pueden contar. “Recuerdo que lloraba. Ya decía, ‘no, no, me van a llevar a Cepol [la comisaría de policía de León, en Guanajuato], me van a encontrar un año después, descuartizada, en bolsas de basura, quién sabe dónde. Pero a mi casa no regreso”, dice Laura, una de las mujeres detenidas en la ciudad mexicana de León en agosto de 2020 durante una marcha en protesta, irónicamente, por un caso de abuso policial. En ese entonces, Laura contaba con 17 años.
Como ella, otras mujeres de León, Guanajuato, y Tuxtla, Chiapas, cuentan cómo policías las detuvieron en manifestaciones y luego las pasearon durante horas en patrullas, esposadas, haciéndoles pensar que aquello era el fin. Un juego macabro, terrible para ellas, pero también para sus familias, pendientes de una de las tragedias nacionales, la desaparición de personas. A mediados de mayo, México alcanzó la monstruosa cifra de 100.000 personas desaparecidas, no localizadas, la gran mayoría desde la última embestida del Estado contra el crimen organizado, iniciada a finales de 2006.
La policía jugaba con el contexto, con la conciencia colectiva de uno de los horrores modernos del país. Así, los paseos en patrulla eran castigos dobles, una suerte de limbo del que no salía ni entraba información. Carreteras oscuras, mujeres jóvenes sin teléfono, ni respuestas. Es otra modalidad de represión en la que las armas no letales son el miedo, la humillación, las patadas y sobre todo la amenaza de desaparición. Así lo constató este equipo periodístico mexicano para la investigación transfronteriza y colaborativa El Negocio de la Represión realizado junto con el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) y otros ocho medios del continente.
La madre de Sara, otra de las chicas desaparecidas temporalmente en León, cuenta: “yo estaba desquiciada. Nada más decía ‘Dios mío, devuélvemela, aunque esté muerta. Devuélvemela, déjennos saber dónde queda’”.
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Sara abraza a su madre, León y Tuxtla son casos recientes, de los últimos dos años. En el primero fueron 22 mujeres detenidas. En el segundo 74, además de 21 hombres, todos estudiantes de la Escuela Normal Rural de Mactumatzá, hermana de la de Ayotzinapa, esta última golpeada hace ocho años con la desaparición forzada de 43 compañeros. Un contubernio de criminales y policías ejecutaron las desapariciones en el caso de Ayotzinapa. A día de hoy, las autoridades solo han identificado restos de tres de los 43.