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El agostadero Señora Santa Ana y el primer pleito con la Sauteña (1777-1779)

Hasta ese momento la extensión del latifundio no había quedado definida del todo. Antonio Urizar, quien era un propietario absentista del Comercio de México, controlaba desde la capital del país sus tierras a través de la hacienda de Vigas, que se encontraba en el valle de San Mateo del Pilón, en el Nuevo Reino de León

Existe en el Archivo Municipal de Reynosa un extenso expediente de 72 fojas útiles, de los años de 1777 a 1779, donde se exponen las diligencias relacionadas con la adquisición del agostadero llamado Señora Santa Ana, que fue denunciada por Francisco Cano; un antiguo poblador de la Villa Nuestra Señora de Guadalupe de Reynosa (actual poblado de Reynosa Díaz), que desde 1763 tenía ahí su rancho con ganado de caballada y otros bienes de campo.

Detalle de mapa de Tamaulipas, donde se aprecia Santa Ana, Santo Domingo y Montemorelos. En este último lugar se encontraba la Hacienda de Vigas, desde donde originalmente se manejó la Hacienda el Sauto o la Sauteña. Mapoteca Orozco y Berra.El agostadero Señora Santa Ana y el primer pleito con la Sauteña (1777-1779)

Cano interpuso una denuncia ante el teniente de la villa, Juan Antonio Ballí, pero Antonio de Urizar ya había declarado anteriormente suyos los sitios de tierras entre las villas de San Fernando y Reynosa; existen evidencias al respecto, porque los agrimensores habían pasado midiendo el latifundio, desde 1774, de los terrenos que se conocerían más tarde como el Sauto o la Sauteña.

Control del latifundio  desde la Hacienda  de Vigas

Hasta ese momento la extensión del latifundio no había quedado definida del todo. Antonio Urizar, quien era un propietario absentista del Comercio de México, controlaba desde la capital del país sus tierras a través de la hacienda de Vigas, que se encontraba en el valle de San Mateo del Pilón, en el Nuevo Reino de León.

Según la “Relación de la Visita de 1775” ejecutada en ese valle por el Gobernador de esa provincia, coronel Melchor Vidal de Lorca y Villena, en ésta también se encontraba la Hacienda de Ciénegas de Baltasar del Sauto, de otro propietario absentista avecinado en la villa de San Miguel el Grande (Guanajuato). Del apellido de este personaje es de donde se deriva el nombre del latifundio tamaulipeco del Sauto o la variante mejor conocida como Sauteña.

En el valle de San Mateo se ubicaba la cabecera de lo que es actualmente Montemorelos, Nuevo León; así como también las haciendas Labor del Llano, Pilón Viejo, México, Maleaños, las labores de la Capellanilla y la Cañada, los ranchos de Cabezones, San Antonio y otros ranchitos. El fundador de la villa Nuestra Señora de Guadalupe de Reynosa, el capitán Carlos Cantú, nació en la hacienda del Llano, a principios del siglo XVIII.

La Hacienda de Vigas en 1775 era la más poblada del valle, y su administrador, Domingo de Iriarte, organizó en 1974 las primeras diligencias para medir lo que sería la Sauteña. 

Esta nueva propiedad de Urizar, a grandes rasgos, abarcaba desde los límites del Nuevo Reino de León hasta el litoral costero del Golfo de México y del río San Fernando hasta el río Bravo; respetando las porciones de tierras adjudicadas a los vecinos de Reynosa y San Fernando durante la repartición registrada por los “Autos de la General Visita” de 1767 y 1768.

Un extenso expediente del año de 1784 existente en el Archivo Histórico de Matamoros, incluye las diligencias y el proceso de posesión de más de 113 sitios de agostaderos al oriente y sur de las porciones de tierra de Reynosa, adquiridas por vecinos de Camargo y Reynosa.

Este documento explica que diez años antes, en el año 1774, el gobernador del Nuevo Santander (hoy Tamaulipas) Vicente González de Santianés, había designado al Justicia Mayor de la villa de San Fernando, don Pedro Nolasco de Villarreal, para que midiera la propiedad adquirida por don Antonio Urizar. En ese proyecto se nombraron dos agrimensores: don Casimiro López por parte de la Corona y don Ignacio de los Santos Coy (vecino del Valle de las Salinas) por parte de Urizar. Éstos fueron acompañados por pobladores de la villa de San Fernando en el recorrido por los límites de la extensa propiedad del comerciante. 

Las diligencias de esas primeras mediciones ya no existían en el archivo de San Fernando para 1784, aunque se decía que las había recogido el administrador Iriarte de la hacienda de Vigas, en el valle del Pilón. Tampoco vivía para ese año Antonio Urizar, el primer propietario del latifundio. Su hermano Andrés Vicente había tomado posesión de las tierras y trataba de vender algunos sitios de ganado a Ignacio de Ayala, representante del vecindario de Reynosa y Camargo, y ejecutar la tenencia de lo que quedaba de las tierras. 

Señora Santa Ana

En realidad, Antonio Urizar, el primer propietario de la Sauteña, no llegó a tener posesión de la Costa del Río Grande del Norte, como se les llamaba a los terrenos ribereños entre lo que es ahora el Puente Internacional Reynosa-Pharr y la desembocadura del río Bravo.

Desde antes que recibiera la porción numero uno, durante el primer repartimiento de tierras de 1767 y 1768, Francisco Cano ya estaba posesionado de su rancho y agostadero Señora Santa Ana y los pobladores de Reynosa y Camargo habían ocupado diferentes ranchos en ambos lados del río.

El oidor de la Audiencia de la Nueva España, Francisco Javier Gamboa, apoyó la denuncia interpuesta por el Justicia Mayor de la villa de Reynosa, Juan Antonio Ballí, en favor de Francisco Cano; quién tomó los testimonios de diez de los principales vecinos de Reynosa, que tenían entre 50 y 60 años de edad.

Los antiguos pobladores de la villa concordaban en sus declaraciones. Explicaban que “hacía cinco años se hicieron las medidas de Antonio Urizar, entre esta villa y la de San Fernando. Decían muchas personas que estuvieron presentes que dichas regulaciones no tuvieron ninguna formalidad por la poca perfección que los medidores tuvieron en seguir la línea y marcar linderos, y se decía también que era más que un mediano reconocimiento.”

Los agrimensores de Urizar cuando llegaron a la antigua villa de Reynosa empezaron a medir hacia el oriente, desde la Loma Atravesada que está a espaldas de las porciones de tierra de los vecinos, por la parte sur. “Medidas que torcieron, tomando mucha parte de dichas porciones, tratando de coger la mayoría de agostadero de Cano.” Fue por eso que él personalmente los paró en el agostadero del Chilpitín y los sacó para que tomara de nuevo el curso hacia el oriente desde Jacalitos, hasta que llegaron al Charco del Burro. Ahí terminaban por la parte sur las porciones repartidas a los pobladores ocho años antes. Actualmente los límites de estas tierras van de poniente a oriente, aproximadamente a 21 km al sur del curso del río Bravo, entre lo que es Reynosa Díaz y el Puente Internacional Reynosa-Pharr.

En el expediente que abarca las fechas de 1777 a 1779, ubicado en el Archivo Municipal de Reynosa, el oidor de la Real Audiencia de la Nueva España, Francisco Javier Gamboa; encargado de tierras y aguas baldías de la Corona Española, presionaba al Administrador Miguel Gómez Castro, alcalde del Valle del Pilón para que presentara pruebas de las diligencias de las medidas que se habían tomado del latifundio de Urizar. El teniente Juan Antonio Ballí pedía que se descartaran las medidas de límites practicadas en el año de 1774; solicitando también que se indemnizara al paisano Francisco Cano por los gastos ocurridos durante las diligencias de su denuncia.

El oidor de la Real Audiencia ordenó al administrador del Valle del Pilón que se hiciera también cargo de medir los agostaderos Carricitos, en la parte norte del río, y Cajas Pintas, en las inmediaciones del litoral costero en el lado sur de éste. 

Otros dueños de agostaderos en las inmediaciones de Señora de Santa Ana que tuvieron conflictos con la propiedad de Urizar fueron el de la Mesa, de Vicente Treviño y el Rosario, de Pedro Cantú. 

Los vecinos de Camargo y Reynosa compraron los terrenos ribereños entre Reynosa y la desembocadura del río en 1778, actuando como mediador Ignacio Anastasio de Ayala entre éstos y los administradores del latifundio, en el Valle del Pilón.

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Mapa de la sección norte del Nuevo Santander, donde se encontraban el latifundio de La Sauteña. El agostadero Santa Ana lleva el nombre de su primer dueño Francisco Cano, dentro del mapa. Mapoteca Orozco y Berra.



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