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“Hay que aceptarlo, ya no soy el mismo”

Tiger Woods, de 43 años, falla su segundo corte esta temporada en un grande, condicionado por su estado físico

Foto: AP.“Hay que aceptarlo, ya no soy el mismo”

Resulta emotiva la resistencia de Tiger Woods. A los 43 años, el mito lucha contra el paso del tiempo.

Cuatro operaciones de espalda y cuatro de rodilla le han dejado un cuerpo remendado. La cabeza quiere, el hambre de victoria aprieta, pero el engranaje de articulaciones, huesos y músculos reparados no siempre responde.

Entonces, por mucha pasión que le ponga, no hay nada que hacer. El Tigre lo sabe, lo asume. Es consciente de que no puede apretar el acelerador a tope como en la plenitud de su juventud.

El corte fallado en este Open Británico después de entregar una tarjeta de 78 golpes el jueves y de 70 este viernes, +6 en total, responde más a esa fragilidad física que a una cuestión puramente de juego. Le espalda le castigó en la jornada inaugural, su peor apertura en el grande de las islas. Y aunque este viernes intentara agarrarse con las uñas al campo, terminó noqueado con dos bogeys en los dos últimos hoyos, cuando ya no había esperanza. Es su segundo despido antes de hora este curso en un grande. Después de resucitar en el Masters de Augusta, falló el corte en el terrible PGA y fue 21º en el Us Open. Entre medias solo disputó el Memorial Tournament. Es decir, cinco torneos (cuatro de ellos los majors) en cuatro meses, una agenda muy selecta que es la que requiere su parte médico.

“Una de las cosas más duras que tienes que aceptar cuando eres un deportista mayor es que no puedes ser tan consistente como cuando tenías 23 años. Las cosas son diferentes, hay que aceptarlo. Voy a tener mis buenas semanas. Voy a tener oportunidades de ganar, y ganaré torneos. Pero hay veces en las que no estaré en esa pelea. Esto no me pasaba hace 20 años. Ya no soy el mismo. Tenía un cuerpo diferente y era capaz de ser más consistente. Sinceramente, no tengo la flexibilidad que solía, y nunca la tendré”, afirmó Woods en su despedida. “Tengo que continuar haciendo lo que hago. Me he puesto más fuerte en el último año trabajando con mis fisios para jugar a un alto nivel. Y gané un grande este año”, recordó El Tigre.

Nadie podrá decirle que en Portrush no se dejó el último aliento en el intento. El miércoles, bajo un aguacero, mientras muchos de los jóvenes jugadores practicaban poco o nada, la imagen de Tiger pateando bajo el paraguas de su caddie reflejaba por qué ha conseguido regresar de lo más profundo. Este viernes, cuando dio su último golpe, se quitó la gorra y saludó a la grada, que le aplaudía reconociendo su entrega. Luego se marchó bajo la lluvia, vencido esta vez, pero dispuesto a seguir con los puños en alto. “Es frustrante irme así porque es un grande y amo estos torneos. Me encanta el ambiente, el estrés de jugar un grande. Por desgracia, solo he tenido la oportunidad de ganar uno este año. En los otros tres no lo hice muy bien”, afirmó.

El Tigre se despidió con un mensaje de agradecimiento por el comportamiento de los aficionados más jóvenes en Portrush. “En otros sitios escuchamos comentarios feos de los niños, que les enseñan los padres. Aquí han sido todos muy respetuosos”.



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