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Las dos caras de la misma moneda

Histórica y filosóficamente, es prácticamente imposible que la solución de los problemas del continente pase por la homogeneidad política, económica y social de los países que lo conforman, especialmente por lo que hace a Canadá, Estados Unidos, México, el Caribe, Brasil y demás países que integran la América Latina. Para no abundar en detalles, es imposible que México adopte el modelo estadounidense por cuanto su modo de ser parte de dos orígenes distintos, aquí la cultura grecolatina, allá la sajona.

Un ejemplo muy a modo son los principios constitucionales de los dos Estados soberanos. En México, la carta magna que emerge de la república federal, representativa y popular que funda y preside don Guadalupe Victoria. Con los cambios que se han venido dando a lo largo del tiempo, que no afectan su espíritu original, dice así: "Título Segundo, Capítulo I, De la Soberanía Nacional y de la Forma de Gobierno. Artículo 39. La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno. 40. Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental". El pueblo es el protagonista soberano.

Las dos caras de la misma moneda

La de los Estados Unidos, que fue previa, establece que: "Nosotros, la gente de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad, estatuimos y sancionamos esta Constitución para los Estados Unidos de América. Artículo Uno, Primera Sección. Todos los poderes legislativos otorgados en la presente Constitución corresponderán a un Congreso de los Estados Unidos, que se compondrá de un Senado y una Cámara de Representantes". 

En algunas traducciones, se toma la palabra inglesa people como pueblo; pero, en rigor semántico, la interpretación precisa es gente, esto es, las personas que en la sociedad norteamericana tiene esa categoría, un asunto que tiene muchas aristas y que requeriría de un espacio mucho mayor para poder tratarlo con meridiana claridad. En los tiempos en que se creó y se estableció la Constitución, no todos los habitantes de las trece colonias podían ser considerados como gente, pues se excluía a los esclavos y a las etnias originarias.

Precisamente, eso es el otro punto relevante. México desde antes de lograr la independencia abolió la esclavitud. Aunque Hidalgo la proclamó, fue Morelos quien, al salir victorioso en la ciudad de Acapulco, el 13 de abril de 1813, decidió realizar la instalación de un congreso en dicho poblado, para lo cual le otorgó previamente a la ciudad el rango de primera capital de la América septentrional. Ahí, al inaugural el Primer Congreso de Anáhuac, Morelos enunció los "Sentimientos de la Nación", documento de veintitrés puntos que representaba el proyecto político insurgente; sobresaliendo la declaración de independencia y libertad de América, la división del gobierno en tres poderes y, como punto quince: "Se proscribe la esclavitud y distinción de castas para siempre y todos queden iguales".

En Estados Unidos floreció una economía en la que los sectores esclavistas de formación capitalista desarrollaron un modelo complejo. Tanto esclavos como amos tenían relaciones duales; una era su relación entre ellos y otra con respecto a una visión más amplia. Desde esta perspectiva, los dueños de las plantaciones eran capitalistas y externamente se comportaban como tales con respecto a una economía más amplia; pero, tan sólo lo eran formalmente, ya que producían por medio de la explotación. 

En estos días existe en el país más poderoso del planeta el empeño de negar la esclavitud como piedra de toque de su desarrollo, inclusive hay quienes niegan los aportes que hicieron los esclavos no sólo a la economía, sino a su cultura y organización social. La idea, en lugar de resultar benéfica, ha venido a ser perjudicial porque remueve sentimientos que parecían superados, como el odio y los resentimientos.

En base en estas consideraciones, no pueden pedir los políticos estadounidenses que los pueblos de la América indiana adopten sus modelos de desarrollo. Son como las dos caras de una misma moneda, son diferentes siendo parte de un todo más significativo.

Cualquier intento de ayuda, debe pasar por el respeto a la identidad de cada pueblo. ¡Así de simple!