Las listas de espera, turbias y misteriosas
El proceso sigue siendo confuso, las personas a menudo no saben dónde inscribirse ni saben si las listas existen, el criterio de selección es ambiguo
PIEDRAS NEGRAS, Coahuila/ Eagle Pass
El anuncio a fines de abril de que Estados Unidos se aprestaba a poner fin las restricciones a los asilos asociadas con la pandemia del coronavirus produjo una nueva ola de llegadas de personas decididas a pedir asilo. En Tijuana, un registro de solicitudes a través de la internet manejado por la organización Al Otro Lado llegó a tener 50,000 inscripciones.
En Piedras Negras, un centro que ofrece servicios a los migrantes recibió 2,000 pedidos antes de dejar de aceptar solicitudes.
Las listas de espera fueron muy usadas bajo el gobierno de Donald Trump para hacer frente a un aumento en la cantidad de migrantes procedentes de México y América Central, a menudo en grandes caravanas, a partir del 2018. Las circunstancias han cambiado ahora, pero el proceso sigue siendo confuso. Los migrantes a menudo no saben dónde inscribirse ni si las listas realmente existen.
Surgieron nuevos episodios caóticos en momentos en que un aumento en los cruces se convirtió en una papa caliente para Biden, acusado por los republicanos de no hacer lo suficiente para frenarlos.
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En su encuentro con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador del martes en Washington, Biden dijo que los retos por delante quedaron en evidencia con la muerte de 53 migrantes en un camión que fue abandonado en San Antonio, bajo un calor sofocante.
El servicio de Aduanas y Protección Fronteriza comenzó a recibir 70 solicitudes de asilo por día en San Diego a fines de abril, la mitad de ellas seleccionadas por Al Otro Lado, que da prioridad a quienes más tiempo llevan esperando, y la otra mitad por Border Angeles, que apunta a personas en albergues para migrantes de Tijuana.
El gobierno de Biden dice que prioriza a los “más vulnerables”, expresión que incluiría a los migrantes LGBTQ y a aquellos con problemas de salud o que enfrentan peligros físicos inminentes en México. El criterio de selección, no obstante, es ambiguo y un misterio para muchos.
Bajo el gobierno de Trump surgieron arreglos improvisados, con frecuencia dudosos. En Ciudad Juárez, del otro lado de El Paso (Texas), un albergue registró a las personas que pedían asilo escribiéndoles un número en sus brazos con tinta negra. Tras recibir muchas críticas, empezó a repartir cintas de plástico numeradas para usar en la muñeca, algunas de las cuales fueron regaladas o vendidas.
En San Luis del Río Colorado, cerca de Yuma (Arizona), un migrante que manejaba una lista eligió un sucesor cuando fue llamado su número. En Piedras Negras, la municipalidad nombró al propietario de un restaurante para que supervisase otra lista.
El gobierno de Biden mantuvo la política de Trump de negar a los migrantes la posibilidad de pedir asilo para evitar la propagación del COVID-19. Un juez federal dispuso que se podía mantener esa política, conocida como Título 42, más allá del 23 de mayo, cuando debía expirar.
Estados Unidos contempla algunas excepciones, pero hace cumplir las reglas de una forma despareja, según la nacionalidad, y los más afectados son los adultos que viajan solo y familias de México, Guatemala, Honduras y El Salvador.
Estados Unidos aceptó un promedio de 423 migrantes diarios en cruces oficiales en mayo, 308 en marzo y 418 en febrero, según documentos judiciales. El promedio de abril, de 1,614, fue inflado por la llegada de ucranianos.
Las oscuras listas de espera y hacen que muchos migrantes bajen los brazos y crucen ilegalmente.
NO ES PERFECTO EL SISTEMA: CBP
Organizaciones no gubernamentales desempeñan un “papel clave” en la selección de migrantes y en las comunicaciones con las autoridades de Estados Unidos, de acuerdo con el comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza Chris Magnus.
“¿Es un sistema perfecto? Ciertamente no lo es. Pero estas relaciones han sido una parte muy importante de esta ecuación”, dijo Magnus en una reciente entrevista.
Cuando las autoridades estadounidenses le dijeron a un pequeño albergue de Ciudad Acuña que necesitaban 26 familias en el cruce de Del Río (Texas), se corrió la voz de que Magaly Pérez, directora del Centro Comunitario de San Antonio, manejaba una lista, lo que no era cierto.
“Al día siguiente tenía 100 personas en la puerta”, expresó Pérez. “Un día después, 300. Se perdió el control”.