buscar noticiasbuscar noticias

Ven a Belén esta navidad

Leí hace tiempo una bella historia acerca de un pastor que vivía con su hijita. Esta lo acompañaba siempre a pacer su rebaño

Leí hace tiempo una bella historia acerca de un pastor que vivía con su hijita. Esta lo acompañaba siempre a pacer su rebaño y una de las cosas que más le encantaban era escuchar a su padre llamar a las ovejas con el cuerno que usaba para ese fin. Lo escuchaba con deleite y, entre mil pastores, hubiera reconocido la manera de tocar de su padre.

Ven a Belén esta navidad

La niña creció hasta convertirse en una hermosa joven. Un día se trasladó a cierta ciudad pues deseaba trabajar para ayudar a su padre, ya anciano. Al principio, el pastor recibía carta de su hija cada semana. Al cabo de un tiempo, las cartas comenzaron a escasear, hasta que finalmente dejaron de llegar. En la pequeña villa donde vivía el pastor, corrían rumores de que la joven había sido vista en la ciudad en compañía de personas no muy recomendables. 

La hija extraviada

Cierto día, uno de los moradores de la villa fue a la ciudad donde estaba la joven; por casualidad se encontró con ella en una calle y le habló. Ella lo miró de arriba abajo simulando no conocerlo y siguió su camino.

Cuando el padre de la joven oyó lo sucedido, dejándolo todo, se puso en camino hacia la ciudad para buscar a su hija extraviada.

Día tras día vagó por las calles y avenidas sin dar con ella. Cuando estaba a punto de darse por vencido, recordó cuánto le agradaba a ella escucharle tocar en su cuerno la llamada a las ovejas y, sin vacilar, lo descolgó de sus espaldas y empezó a hacerlo sonar por las calles de la ciudad. Los transeúntes se sorprendían al contemplar aquel pastor haciendo sonar su cuerno en medio de la ciudad. Pero él, imperturbable, seguía calle tras calle, y día tras día, repitiendo su llamada de amor.

Una tarde, por fin, su hija se hallaba sentada con otras amigas en un lugar de dudosa moralidad y conversaba con ellas. De pronto, una expresión indefinible se dibujó en su rostro: sorpresa… emoción… dolor. No, no había duda, lo que ella oía, el cuerno de las ovejas, era la voz de su padre que la llamaba; se dirigió a la puerta, salió a la calle y, llorando, cayó en los brazos del anciano, quien la recibió con un cálido abrazo y se puso en marcha hacia el lugar nativo llevando consigo a su hija para rescatarla y darle su amor.

La llamada del pastor

Belén, esa pequeña ciudad que tanto mencionamos en estas fechas, es como esa pequeña villa del relato en donde todo comenzó. Es el lugar que encierra una historia que nos encantaba escuchar de niños, en donde iniciamos una relación hermosa con un pequeño que ahí nació hace más de dos mil años, y a quien crecimos viendo como un hermano mayor; un hermano en el que, también de niños, encontrábamos amor, protección, consuelo, y a quien acudíamos siempre que necesitábamos, con la confianza de que él nos escucharía y nos ayudaría.

Al crecer, sin embargo, muchas veces nos apartamos de ese protector y empezamos a poner nuestra confianza en otras cosas, cosas tangibles, cosas que pensamos que nos darán felicidad pero que, al final, solo nos dejan un gran vacío. Y nos apartamos de ese hermano, y vagamos buscando aquí y allá quién – o qué – nos pueda brindar consuelo y fortaleza para nuestras tribulaciones y nuestras pesadas cargas.

Pero si pones atención y haces un esfuerzo por acallar los ruidos y las múltiples voces que te rodean, podrás escuchar a lo lejos un sonido suave y apacible. Una especie de silbido grave y prolongado. Es el cuerno de las ovejas. Es el llamado de amor de ese amigo, de ese hermano que nunca te ha abandonado, diciéndote: “Ven a mí. Regresa.  Aquí sigo, aquí estoy para brindarte amor, consuelo y fortaleza. Platica conmigo, No puedo prometerte que arreglaré todos tus problemas, pero sí puedo prometerte que no tendrás que enfrentarlos solo. Anda, cabezón, deja de buscar en otras partes y ven. Ven conmigo a casa. Ven a Belén esta navidad”.

 En realidad, Belén no se encuentra tan lejos. Está a la distancia de un par de rodillas en el suelo y una oración nacida del corazón. Está a la distancia de nuestros recuerdos en el hogar de nuestra primera infancia. Está a la distancia de un corazón que sabe mantener la fe.

A todos ustedes, les deseo que estas fechas las puedan pasar en Belén, sintiendo el cálido abrazo del pastor, y el apacible sonido de su voz. 

Que tengan todos una feliz navidad.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD