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Un Cid sin Tizona, Babieca ni jura de Santa Gadea

El historiador David Porrinas retrata en un libro al Campeador como pragmático señor de la guerra y mercenario, muy alejado del mito

El Cid real, el Rodrigo Díaz de Vivar histórico , no tenía dos espadas denominadas Colada y Tizona , ni un caballo que respondiera al nombre de Babieca, ni obligó nunca a jurar en Santa Gadea al rey Alfonso VI que no había tenido nada que ver con la muerte del hermano del monarca. Sus hijas no se llamaban Elvira y Sol sino María y Cristina, y además había un hijo varón, Diego. A las chicas tampoco las ultrajaron e hicieron de todo los infantes de Carrión en la legendaria afrenta de Corpes tras las bodas, ni hubo batalla ganada después de la muerte. De hecho, hasta puede que nadie hubiera llamado Cid al Cid en toda su vida (aunque sí se le conocía y él firmaba así como “Campeador”, de campidoctus,“señor del campo de batalla”). Pero todo eso no quiere decir que la existencia y hechos del personaje de verdad  (¿Vivar, 1040?- Valencia, 1099) que dio pábulo a la leyenda no fueran extraordinarios.

Charlton Heston, en un fotograma de El Cid.Un Cid sin Tizona, Babieca ni jura de Santa Gadea

"Es muy complicado depurar al verdadero Cid histórico de la leyenda tejida a su alrededor", explica Porrinas, que subraya que hay unas ideas fijadas durante siglos, unos clichés que cuesta desterrar, y valga la palabra. El caso, recalca, es que hay muy buenas fuentes históricas que nos permiten saber cómo era en realidad. “Es seguramente el personaje que mayor cobertura informativa recibió en su tiempo, más incluso que el propio emperador Alfonso VI. Es absolutamente excepcional disponer de tanta información de alguien del siglo XI que no era ni miembro de la realeza ni un alto cargo eclesiástico". Porrinas cita entre esas fuentes la Historia Roderici, contemporánea del Cid o de poco después, y las informaciones coetáneas de cronistas musulmanes que narran la conquista de Valencia (la gran realización del Campeador) y algunos de los cuales incluso vivieron el asedio. Disponemos asimismo, apunta, de la carta de arras del matrimonio con Jimena y hasta de un documento firmado de puño y letra por el Cid, que signó “ego ruderico” (el trazo no es muy seguro así que probablemente el Cid manejaba mucho mejor la espada que la pluma).

Pese a las fuentes, continúa el estudioso, “el Cantar de mío Cid”, puesto por escrito a partir de versiones juglarescas entre los años finales del siglo XII y primeros del XIII y convertido en la obra cumbre de la literatura medieval española, establece una imagen literaria muy distinta de la histórica pero llamada a tener mucho más éxito". Fue, explica, el empeño de Ramón Menéndez Pidal desde 1929 en considerar el Cantar y los romances sobre el Cid fuentes históricas válidas para el conocimiento del Cid real lo que ha creado tanta confusión. Por no hablar del retoque franquista y la película de 1961 con Charlton Heston. 



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