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Roman Vishniac: el científico que veía como un fotógrafo

Conocido por sus melancólicas imágenes, dos exposiciones muestran la obra de este pionero de la fotomicrografía a color y lo reivindican como uno de los referentes de la fotografía del siglo XX

Hizo historia como el cronista de un mundo a punto de extinguirse: el de las comunidades judías de la Europa del Este en vísperas del holocausto. Sus nostálgicas imágenes de taciturnos ancianos, rabinos caminando por las frías calles de los shtetl (pueblo con un alto número de judíos), de inocentes niños en las escuelas y de resignados tenderos sin apenas nada que vender, convirtieron a Roman Vishniac (1897, Pavlovsk, Rusia-1990, Nueva York) en “el gran fotógrafo de los judíos”. Ahora una nueva exposición se propone reivindicar su figura “como uno de los grandes fotógrafos del siglo XX, en paralelo con los grandes icónos de fotografía documental social de la época, como Dorothea Lange, Walker Evans o Cartier-Bresson, y otros referentes del medio”, según señala Maya Benton, comisaria de Roman Vishniac Rediscovered  que se presenta simultáneamente en The Photographers Gallery y el Jewish Museum de Londres.

Interior de la estación de Anhalter Bahnhof cerca de Potsdamer Platz, Berlín, 1929–principios 1930s.Roman Vishniac: el científico que veía como un fotógrafo

Su infancia y juventud transcurrió en Moscú. Hijo de una acomodada familia judía que hubo de trasladarse a Alemania tras la revolución bolchevique. Pero Vishniac prefirió terminar sus estudios de biología y zoología. No fue hasta 1920 cuando se reencontró con sus padres en Berlín, en compañía de su mujer, Luta. “Era ya entonces un gran aficionado a la fotografía. Queda claro en las imágenes que tomó de su esposa durante su luna de miel”, destaca la comisaria. Sus primeras imágenes tienen un tono pictorialista, pero pronto se lanzaría a la calle con su cámara adentrándose en el cosmopolita y libérrimo Berlín de la República de Weimar, afinando su mirada mientras asimilaba las nuevas propuestas experimentales provenientes de la vanguardia.

Con la llegada de Hitler al poder y la consiguiente escalada antisemita comenzaría silenciosamente a documentar la vida de los judíos, eludiendo a la policía local. “Como judío, era mi obligación con mis ancestros, quienes crecieron entre aquellos que estaban siendo amenazados, preservar -en imágenes, al menos- un mundo que pronto podía dejar de existir”, recordaba el fotógrafo años más tarde. En varias ocasiones su hija le sirvió como modelo -y tapadera-, posando al lado de carteles de propaganda antisemita y esvásticas.

Entre 1935 y 1938 comenzó a viajar por la Europa del Este, “comisionado por Dios”, como diría en una entrevista, para documentar el día a día de las comunidades judías, Sin embargo, Benton descubrió que viajaba por encargo del Comité Judío Americano de Distribución Conjunta (JDC). Fueron estás imágenes, que componen su libro más conocido, A Vanished World, publicado en 1983, las que le dieron fama; las mismas que despiertan recelos entre sus críticos, quienes señalan la sobreabundancia de imágenes reflejando la pobreza y la devoción, dejando de lado aquellas de los más prósperos y acaudalados .“Se centró en la pobreza porque era precisamente su objetivo. Creo que todo empezó como un proyecto personal en Berlín, pero cuando el JDC supo de su obra, a través de las organizaciones de ayuda a los judíos alemanas, le asigno para documentar a los más pobres y así conseguir fondos para asistirlos”, aclara Benton. “Pretendían dar a conocer las condiciones en las que vivían los judíos en Hungría, Polonia y Checoslovaquia. Fotografiar el antisemitismo. En su trabajo reverbera aquel de Walker Evans y Dorothea Lange, comisionados por la Administración para la Seguridad Agraria, durante los años de la Depresión”. Sus críticos también apuntan a las inexactitudes de los pies de fotos que acompañan a las fotografías. “Es parte de la tradición de la fotografía documental crear una narrativa que acompañe a las imágenes que revele un enfoque más amplio de la cuestión”, destaca Benton. “Los pies de fotos hacen referencia a una situación en general y podrían no encajar con una imagen en concreto. Su cometido era reflejar el sufrimiento de los judíos”.

En 1940, Vishniac abrió un estudio de retratos en el Upper West Side neoyorquino, y continuó fotografiando la calle por un corto periodo de tiempo. Destacan los retratos tomados a Einstein y Marc Chagall y aquellos de músicos de Jazz y comediantes. Pero fue la ciencia la que volvió a ocupar la mente del artista, quien a los siete años acopló un microscopio a una cámara para realizar imágenes magnificadas de insectos y plantas. “Fotografió el mundo, pero en el fondo era un científico”, subraya Benton. Desde el principio sus intereses por la fotografía y la ciencia se entrelazaron, así cuando llegó a Berlín permaneció activo tanto en las asociaciones de fotografía como en las dedicadas a la entomología. Retomaría la ciencia convirtiéndose en uno de los pioneros en el uso de la luz polarizada para magnificar y documentar plantas e insectos. Sus imágenes se publicaron en cientos de revistas científicas como Nature y Omni, así como en Life. "Ejerció como profesor de biología y de arte, algo que no existe hoy en día, donde ambas disciplinas están totalmente separadas", comenta la comisaria. “Conservaba la pasión de un niño. En la exposición hemos intentado recrear el ambiente de su laboratorio, y resulta muy sorprendente adentrarse en esta atmósfera para aquellos que vienen buscando al autor de las fotos más conocidas de la Europa del Este. Fue el tipo de hombre adecuado, que supo estar en el sitio acertado en el momento oportuno”.




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