buscar noticiasbuscar noticias

Querido Albert…Con cariño, René

Las cartas entre Camus y Char son más que un documento filológico: son el testimonio de dos intelectuales que se reconocieron en un tiempo de sinrazón

“René Char llegaba a casa de los Camus en la Rue Madame de París con su porte de gigante imponente y bonachón, 1.92 de altura y un abrigo gigantesco con unos bolsillos que parecían la cueva de Alí Babá”, recuerda Catherine Camus, entonces una niña. De los bolsillos sacaba un montón de chicles de la marca Hollywood con sabor a clorofila.

Los grandes amigos Albert Camus y René Char en L’Isle-sur-la-Sorgue, en 1940.Querido Albert…Con cariño, René

Eran dos hombres del Mediterráneo, dos hombres del sur. Uno era un poeta mineral y profético, que raramente leía novelas y fue amigo de los surrealistas y de Heidegger. El otro, un escritor que hoy llamaríamos workaholic o adicto al trabajo, un genio polifacético, autor de novelas, ensayos, teatro y periodismo.

El primero era hijo de una familia de notables de pueblo que había abandonado los estudios joven; el otro había nacido en una familia pobre de franceses de Argelia, que todavía pertenecía a Francia y había sido un estudiante brillante que se había beneficiado de todas las palancas de la meritocracia republicana.

Eran dos intelectuales que resistieron al nazismo y después se opusieron al estalinismo. Ambos dejaron su testimonio en las 192 cartas que contiene “Correspondencia 1946-1959”, que publica en castellano la nueva editorial Alfabeto con traducción de Ana Nuño.

imagen-cuerpo

El coche de Camus, tras su accidente mortal el 4 de enero de 1960, donde fue encontrado el manuscrito de “El primer hombre”, su obra póstuma.

-

LA CORRESPONDENCIA DE CAMUS (1913-1960) Y CHAR (1907-1988)

Ofrece una imagen forzosamente parcial de una amistad que como dice Laurent Greilsamer, autor de la biografía “René Char”, en realidad desbordaba el género epistolar. “Lo esencial de su amistad no sucedía en la correspondencia”, dice. Sucedía en los cafés y las comidas, en los paseos por el campo provenzal, en los viajes de dos días en automóvil entre París y L’Isle-sur-la-Sorgue, el pueblo de Char.

Las cartas pueden leerse como un objeto filológico: un documento sobre dos de los más grandes es­critores del siglo XX, el poeta de “Furor y misterio”, que incluye su clásico “Hojas de Hipnos” y el autor de las novelas “El extranjero” o “La peste” y los ensayos “El mito de Sísifo” o “El hombre rebelde”. Camus obtendría el Nobel en 1957; Char esperaba ganarlo en 1982, el año de Gabriel García Márquez.

El libro es mucho más que una pieza para fans de Camus o Char, o un objeto para especialistas. Si la correspondencia de Camus con la actriz María Casares, publicada en francés en 2017 y aún inédita en castellano, era una gran novela de amor, el epistolario con Char, publicado en francés en 2007, es la gran novela y a la vez un tratado de la amistad.

-

UNA AMISTAD RECIÉN NACÍA

Camus y Char se hacen amigos cuando, en plena euforia por la liberación, Camus, entonces editor en Gallimard y ya conocido como autor de “El extranjero”, publica “Hojas de Hipnos”, los cuadernos guerrilleros de Char. Ambos habían resistido a la ocupación nazi. Char, conocido como “Capitán Alexandre”, con las armas en el maquis. Camus, con la pluma en el diario Combat.

“Estimado señor, agradecería la ocasión de poder reunirme con usted”, escribe Char a Camus el 1 de marzo de 1946. “Estimado señor, también yo agradecería la posibilidad de vernos”, responde Camus tres días más tarde.

Siempre se tratarán de usted. Sorprende incluso tratándose de Francia, donde este formalismo todavía está extendido. El lector espera una y otra vez que a medida que la amistad se consolida, pasen al tú. El momento nunca llega.

Por un lado, obedece a los códigos sociales de la época, donde las distancias en el trato eran mayores que ahora, incluso entre personas cercanas. Pero también puede haber otra explicación.

“Char tuteaba con bastante facilidad”, dice su viuda, Marie-Claude Char, en un café de Saint-Germain-des-Prés. Y da una clave posible para explicar por qué este no era el caso con Camus: “en mi opinión, Camus sentía un gran afecto por Char y al mismo tiempo, un respeto y una admiración que hacía que no lograse estar en pie de igualdad”. Y añade: “Char ejercía un magnetismo, una especie de autoridad”.

-

CHAR LLEVABA LA VOZ CANTANTE

“La correlación de fuerzas estaba en favor de René Char”, dice. “Él es el jefe en esta amistad”, añade. Era siete años mayor. Y aunque Camus ya era un autor popular cuando se conocieron, la admiración literaria que por él sentía Camus (decía que Char era el mayor poeta francés desde Rimbaud y Apollinaire) contribuía a este desequilibrio. En las cartas no siempre se percibe este desequilibrio.

 “Querido amigo, he lamentado mucho que tuviera que irse. Permítame decírselo: hay encuentros fértiles que valen más de un amanecer. Para empezar, porque nos hace más llevadero y feliz el soportarse uno”, escribe Char en 1947. En 1950 le dice: “en medio de esta errancia a la que nuestra condición humana nos condena, nuestra relación es un estímulo permanente. Gracias por infundirme tanto valor”. En 1953: “pero pienso en usted a menudo y en nuestra amistad y entonces el tiempo afloja y deja de hostigar un rato…”. Y en el mismo año: “Albert, es usted uno de los pocos hombres que quiero y admiro a la vez por instinto y con la cabeza”.

-

UNA AMISTAD VERDADERA

La amistad entre Camus y Char era clara, transparente, como de otro tiempo, casi arcaica y expresada sin ironía, ni cinismo y al mismo tiempo, sin ningún sentimentalismo. Eran hombres que se tomaban la vida (y sus obras) muy en serio, pero lo hacían sin subirse a ningún pedestal y sin perder la compostura. “Fue una enorme amistad, una fraternidad. Eran hermanos: en la vida y en los compromisos. Tenían algo en común: la búsqueda de la justicia, de la verdad, de lo bello”, resume Marie-Claude Char, que conoció a su marido en los años 80 cuando Camus ya había muerto.

“Este ha sido un año difícil, muy duro conmigo y además en todos los planos, como creo habérselo comentado”, escribe Camus en 1950. “Y resulta que no me gusta hablar de mí. En todo este tiempo han sido muy pocas las personas que me han ayudado a vivir y usted ha sido una de ellas, créame. Gracias a su amistad, a la extraña esperanza que me transmite. He tenido mucha suerte de conocerle”. En 1955 dice: “he aprendido que puedo pasar años sin verle y sin que ello afecte lo que siento por usted. Pero el tiempo pasa y las amistades hay que vivirlas. Si me pusiera a sacar la cuenta de los amigos que tengo, los de espíritu y corazón, acabaría rápido, pero usted es de los pocos que me hace falta saber que tengo cerca”. Y en 1957 reflexiona: “cuanto más viejo me hago, comprendo que sólo es posible vivir con los seres que nos hacen libres, que nos quieren con un cariño tan llevadero como imperioso”.

imagen-cuerpo

Portada de “Correspondencia 1946-1959”, donde Camus y Char dejaron su testimonio en 192 cartas.

-

SIEMPRE FIELES A SU AMISTAD

En los empeños literarios y en los políticos, ninguno abandonó al otro, nunca. Juntos buscan aliados para un manifiesto contra Stalin o intentan ayudar a Borís Pasternak, perseguido por el régimen soviético. En 1955 coinciden en negarse a firmar un “manifiesto delirante”, en palabras de Char, contra la movilización de tropas francesas en Argelia. Char contesta a los promotores que él sólo firmaría un llamamiento en “el que se exija la ‘inmediata’ movilización general contra Franco”.

Cuando en 1951 Camus publica “El hombre rebelde” y su antiguo amigo Jean-Paul Sartre decreta contra él el equivalente de una fatua intelectual, Char es de los pocos que lo apoyan. Catherine Camus recuerda que su madre, Francine, le explicó que Char dijo entonces, aludiendo a los que se lanzaron en contra de su libro, crítico con el totalitarismo de izquierdas: “¿qué quiere, Albert? Son unos supositorios. Y los supositorios se funden”.

-

ERAN COMO UNA GEOGRAFÍA

En la amistad de Char y Camus había una geografía: el norte y el sur. Francia y (para Camus) Argelia. El blanco y negro sucio de posguerra y la luz eterna del Mediterráneo. El edificio de la Rue de Chanaleilles de la capital francesa, donde ambos vivieron durante una temporada y L’Isle-sur-la-Sorgue. París es “el lugar de las tristes figuras y esa opresión que hace presa en la existencia cotidiana”, escribe Char y Camus alude al “cáncer parisino”. Cuando viaja a Roma, celebra “la luz romana que cura y alimenta”. Y cuando visita Argel, su ciudad, echa pestes de París y de “la vulgaridad de sus mentes inteligentes, la excesiva autocomplacencia”.

“Correspondencia 1946-1959” está llena de subtramas; habrá que leerla.




DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD