Libros para salvar el planeta
Frente a la sensación de derrota ante el colapso, diversos autores proponen soluciones que pasan tanto por la acción directa como por la búsqueda de elementos simbólicos que interpelen a la conciencia colectiva
La elección del término no fue algo premeditado, sino más bien cosa del “ardor del momento”. Y qué al pelo venía, desde luego, la elección de la palabra “ardor”.
Convencido de que esa voz que remite a una Tierra de temperaturas relativamente cálidas en la que prosperó el Homo sapiens ya no servía para designar el mundo que habitaba, Crutzen recurrió a un término que desde entonces no ha dejado de ganar enteros: “¡Ahora vivimos en el Antropoceno!”. Esto es, la era del dominio del ser humano.
En estas dos décadas largas desde la anécdota, aquella intuición se ha consolidado como una realidad palpable, una eventualidad que —literalmente— se puede ver y sentir. Nunca las personas habíamos ejercido tal grado de influencia y dominación sobre el planeta. Nos hemos consolidado como una fuerza de la naturaleza con la capacidad de crear, pero quizá, por encima de todo, con el ánimo de destruir. Y el mundo se va al garete. Solo hace falta mirar ahí fuera, por la ventana de casa o a través de la mirilla de la pantalla.
Así lo reflejan las incontables distopías que consumimos en series y películas, las que leemos en las novelas y las que transmite la televisión 24 horas al día, incluidos, con su pátina de optimismo cursi, los estelarizados anuncios de Navidad. Se agotan los recursos, el clima se desestabiliza, el sistema colapsa, la civilización se descompone.
La perspectiva es tan aterradora como extenuante. Plantando cara a la sensación de impotencia que produce tal aluvión de fatalidades, numerosos autores e investigadores han salido a la caza de soluciones. No solo proponen medidas de acción directa, sino que también animan a la búsqueda de elementos simbólicos capaces de interpelar a la conciencia colectiva. Aquí, un breve muestrario de entradas de un diccionario de términos para la reconstrucción del planeta recogidas de una selección de ensayos recientes.
Más de la sección
Aceptación. Tras la negación, la ira, la negociación y la depresión, el duelo —dicen— llega a su estadio definitivo con la aceptación. El orden alfabético, no obstante, obliga a colocar esta voz no la última, sino la primera de la lista. Ya dijo Séneca que “los aumentos son de lento crecimiento, pero el camino hacia la ruina es rápido”, y ahora el profesor Ugo Bardi le apuntilla en Antes del colapso (Catarata) que, puesto que todo desenlace resulta inevitable, si hay que colapsar, al menos hagámoslo bien.
Alimentación. Nuestra hambre voraz está dejando al planeta en los huesos. Del mismo modo que consumimos ropa sin control, nos hemos enganchado a una alimentación barata pero insostenible que no solo resulta perniciosa para el medio ambiente, sino también para la salud.
En Sitopía (Capitán Swing), la arquitecta Carolyn Steel (autora de Ciudades hambrientas, donde subraya la crucial relación de dependencia que existe entre lo que comemos y el lugar que habitamos) argumenta que la comida “puede ser el medio más poderoso del que disponemos para pensar y actuar juntos a fin de crear un mundo mejor”.
Anticapitalismo. No está claro si fue Fredric Jameson o Slavoj Žižek el primero que pronunció aquella frase redonda que dice que resulta “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, pero lo cierto es que cada vez más autores se empeñan en refutarla.
La aspiración imposible del crecimiento ilimitado, el consumismo destructivo, la precariedad desbocada y la desigualdad de proporciones colosales…Salta a la vista que el sistema está tensando sus límites más allá de lo razonable y así lo certifica un número creciente de libros que apuestan por la búsqueda de sustitutos para el actual modelo socioeconómico, al que la periodista Naomi Klein ya acusó con todo lujo de pruebas en su monumental Esto lo cambia todo (Planeta) de haberse posicionado como el enemigo número uno del medio ambiente.
El capitalismo o el planeta (Errata Naturae), de Frédéric Lordon, defiende el pragmatismo frente al idealismo y plantea una salida a través de la alianza con otros movimientos como el antirracismo.
Arte. La lista de calamidades que sobrevuelan el planeta es extensa, y la capacidad del arte de tomar partido, reducida. ¿O quizá no tanto? Más allá de las llamadas de atención de diversos grupos ecologistas a base de derramamiento de líquidos sobre cuadros, el crítico y comisario francés Paul Ardenne exhibe en Un arte ecológico.
- Creación plástica y Antropoceno (Adriana Hidalgo) un compendio de creaciones que, si bien no ofrecen soluciones en términos de eficacia concreta, sí ejercen una influencia en la esfera de lo simbólico. Los artivistas, como fueron bautizados los artistas activistas, transportan su compromiso ecológico al terreno de la representación. Producen materia de las ideas.
Concienciación. Pese a la unanimidad de los argumentos científicos, aún existe una enorme carga de desinformación en torno a la crisis ecológica planetaria. Tanta como para que haya incluso quien la niega, sin hablar de los muchos otros que la ignoran, o la ignoramos.
En Colapsología (Arpa), los investigadores franceses Pablo Servigne y Raphaël Stevens hicieron inventario de catástrofes y puesta al día de soluciones, dando forma a un libro que se convirtió en una suerte de manual introductorio, un punto de partida desde el que abordar el peliagudo asunto del cataclismo.
Después, los autores se unieron al biólogo Gaultier Chapelle en Otro fin del mundo es posible (Arpa), donde desde la base de la colapsología, es decir, el estudio del colapso, amplían las miras a la colapsofía, una filosofía del colapso capaz de propulsar el optimismo frente al sentimiento de derrota. Su receta: respuestas realizables a cuestiones difíciles, tales como la búsqueda de sentido en un mundo en declive, la pertinencia de seguir adelante y la necesidad de crear vínculos para combatir el egoísmo.
Salud mental
Tenemos que hablar de “esto-que-nos-está-pasando”. Seguro que muchos no serán capaces de definirla con exactitud, se trata de una pesadumbre gris que a veces se percibe como una nube negra o un ruido blanco. Pero ahí está, siempre al acecho.
Un malestar indefinido, asociado a una precaria salud mental, del que hoy en día pocos, casi nadie, pueden escapar. Si no existían suficientes motivos para la inquietud en esta sociedad tardocapitalista, ahora viene la ecoansiedad —la angustia ante la inminencia del cataclismo— a colarse en nuestras cabezas.
En Y ahora yo qué hago (Capitán Swing), Andreu Escrivà aplica, sin sermones, la máxima que afirma que el cambio empieza por uno mismo. Para superar la crisis, el autor insta a tomar cartas en el asunto.
Entre los mandamientos que propone para atajar la emergencia climática y, de paso, mejorar nuestro bienestar psicológico se encuentran ideas tan básicas y necesarias como desmontar las excusas con las que justificamos nuestra pasividad. En paralelo, el ambientólogo desarrolla un decálogo de imperativos, con acciones que van desde el “corre” y el “exige” hasta el “imagina” y —sobre todo— el “hagamos”.
Lecturas
Islas del abandono. La vida en los paisajes posthumanos
Autora: Cal Flyn
Sitopía. Cómo pueden salvar el mundo los alimentos
Autora: Carolyn Steel
Ciudades hambrientas. Cómo el alimento moldea nuestras vidas
Autor: Carolyn Steel
Y ahora ¿qué comemos?
Autor: Christophe Brusset
Hace mucho tiempo comíamos animales
Autora: Roanne van Voorst.
Esto lo cambia todo
Autora: Naomi Klein
El capitalismo o el planeta
Autor: Frédéric Lordon
Cómo dinamitar un oleoducto
Autor: Andreas Malm
Aprender a vivir y a morir en el Antropoceno
Autor: Roy Scranton