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Los cómics se adentran en el hielo soviético

Varios escritores recuperan historias reales de víctimas y verdugos de la Operación Barbarroja y de la represión que impuso el régimen comunista

Una página de ‘Hasta Nóvgorod’, de Víctor Barba.

Una página de ‘Hasta Nóvgorod’, de Víctor Barba.Los cómics se adentran en el hielo soviético

Sirve, aún así, para hacerse una idea de aquel infierno. Y, además, la lectura se puede ampliar. Estas semanas, varios tebeos se adentran en el hielo soviético para revivir la contienda y sus consecuencias. Todos cogen como base o inspiración a víctimas y verdugos auténticos del choque que cambió la Segunda Guerra Mundial.

En Sara (Evolution Cómics), el guion de Garth Ennis y los lápices de Steve Epting siguen a un grupo de combatientes rusas, empeñadas en diezmar desde las sombras a las líneas nazis. Su protagonista evoca a Liudmila Pavlichenko, considerada la francotiradora más letal de la historia, con 309 bajas certificadas. De momento, bien (Nórdica Cómic), de Jan Novák y Jaromír 99, en cambio, deja que la Operación Barbarroja resuene de fondo: la URSS ya domina a sus satélites cuando los hermanos Mašín levantan la resistencia de República Checa frente al invasor comunista. No hace mucho, además, que Pasado y Presente publicó una versión ilustrada de La Segunda Guerra Mundial, de Antony Beevor. Muchas veces se han escrito y filmado el frío y la muerte en la Unión Soviética. Ahora, el cómic también quiere dibujarlos. Y con nombres y apellidos.

El millonario de la chatarra que comerció en dos bandos

El frente occidental de la Segunda Guerra Mundial también tiene sus historias reales dibujadas. La última es la edición integral de ‘Érase una vez en Francia’, que acaba de publicar Norma, relata las polémicas vivencias de Joseph Joanovici, judío rumano que emigró al país transalpino en los años veinte y construyó un imperio económico sobre la chatarra. Lanzada en distintos tomos, entre 2007 y 2012, la obra de Fabien Nury y Sylvain Vallée profundiza en todos los claroscuros éticos de un empresario que ofrece materiales muy preciados a la resistencia francesa pero también entrevé la posibilidad de hacer el agosto comerciando con las tropas de ocupación nazis. Unos lo consideraron un héroe, otros, un monstruo. Lo cierto es que se convirtió en uno de los hombres más ricos de Francia en esos años. El cómic, que vendió más de un millón de ejemplares en su país de origen, obtuvo el premio a la mejor serie en el festival internacional de tebeos de Angulema. 



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