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Las otras conquistas de 1521 narra

A 500 años de la caída del imperio mexica, decenas de nuevos libros se han esforzado por contar una versión de la historia que pone en duda el relato oficial

En un icónico libro de 1995 sobre la revolución de Haití, Silenciando el pasado (Comares), el historiador Michel-Rolph Trouillot decía algo que parece evidente pero necesario repetir: “Los seres humanos participan en la historia como actores y como narradores”. La historia no es solo lo que ocurrió, sino lo que se cuenta que ocurrió. Esto no quiere decir que la historia sea subjetiva, porque hay hechos incontrovertibles: Cristóbal Colón llegó a América en 1492, Hernán Cortés a las costas de Veracruz en 1519. Pero para entender cualquier proceso, como la conquista, hay que ver quiénes son los que tuvieron el poder de narrar esa historia: el ángulo o las fuentes que escogieron para mirar los hechos puede decirnos más sobre el poder del momento que los hechos mismos. “La historia es un fruto del poder”, dice Trouillot. “La tarea más importante no es determinar lo que es la historia, sino cómo funciona”.

Grabado del siglo XVII que ilustra el encuentro entre la tribu de Tlaxcala y los soldados de Hernán Cortés entre los volcanes Popocatépetl y Iztaccíhuatl.Las otras conquistas de 1521 narra

“Toda fuente es ante todo un hecho social, temporal y espacialmente situado”, escribe Luis Fernando Granados, historiador de la Universidad Veracruzana, en un nuevo libro, crítico sobre el que fue considerado como el gran narrador de ese día: Hernán Cortés. En Relación de 1520 (editorial Grano de Sal), Granados cuestiona la credibilidad de las cartas que el conquistador le envió a la corona entre 1519 y 1526, y que por siglos fueron tomadas como historia oficial. Sin embargo, dice Granados, no existe el manuscrito original de Cortés —existe una transcripción hecha años después por un escribano—, hubo cartas elaboradas por distintas manos, y eran documentos políticos a la reina más que un cuidadoso relato histórico. “Dejar de considerarlas como la crónica madre del pasado mexicano puede tener un efecto tan refrescante en lo historiográfico como profundo en lo propiamente histórico”, dice. (Granados falleció en julio de este año, al momento de la publicación).

Uno de los libros más interesantes sobre la poca credibilidad de Cortés ha sido ¿Quién conquistó México?, del historiador Federico Navarrete, publicado por Debate en 2019. “Este libro plantea respuestas diferentes a la pregunta ¿quién conquistó México?”. Y se afirma: “Fue la Malinche, fueron los indígenas conquistadores”. Cortés, en realidad, tenía un ejército minúsculo cuando cayó el imperio mexica y los verdaderos vencedores en agosto de 1521 fueron sus aliados, los enemigos mesoamericanos del imperio: guerreros indígenas de Cempoala, Tlaxcala, Cholula, Texcoco y Chalco. “La idea de la victoria absoluta de los españoles en 1521 no es más que una versión parcial e interesada, inventada por el propio Hernán Cortés, para ensalzar y exagerar su propio papel en los eventos”, añade el libro.

Otro de los narradores con poder cuya palabra fue tomada como verdad fue Bernal Díaz del Castillo, conquistador y autor de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, a quien el escritor mexicano Carlos Fuentes denominó en 1990 el “primer novelista” de México. En 2019, Taurus tradujo al español Cuando Moctezuma conoció a Cortés, una disección del norteamericano Matthew Restall de los narradores oficiales, que empieza dudando de la credibilidad de Díaz del Castillo sobre Moctezuma y Cortés. El líder mexica no fue ni cobarde ni ingenuo, y Hernán Cortés no fue un brillante estratega español, asegura el libro. La victoria de 1521 fue, insiste, de los indígenas conquistadores. Argumenta que aquello que llamamos conquista fue un proceso posterior y mucho más complejo.

“Hemos abandonado el término conquista, en singular, y en su lugar hemos preferido el término conquistas, en plural, con el objetivo de remarcar que la derrota de Tenochtitlan fue solo el comienzo de una etapa histórica”, escribe el historiador de la UNAM Martín Ríos Saloma, quien compiló ensayos de los mejores investigadores de México y España en Conquistas (Sílex, 2021). Su libro hace un esfuerzo por buscar aquellos narradores cuyo pasado ha sido silenciado, “las voces de los actores indígenas, de las mujeres, de los capitanes, de los soldados castellanos”. Ignorarlos es ofrecer “una visión simplista, maniquea y aislada de los procesos históricos mundiales de la época”.

Con los escritos de una de esas voces silenciadas —la de Chimalpahin, indígena historiador que trabaja en una iglesia— arranca el libro de la norteamericana Camilla Townsend El quinto sol, traducido por la editorial Grano de Sal este año. Chimalpahin escribía en las noches, en su tiempo libre, un siglo después de 1521 para intentar salvar la memoria de sus antepasados. Revisar los escritos como los de él es poder desmitificar falsas narraciones, dice Townsend, como el exagerado mito de los sacrificios humanos mexicas de forma casi irracional. “Los aztecas fueron conquistados, pero también se salvaron a ellos mismos”, apunta la autora. “Escribiendo todo lo que pudieran recordar de la historia de sus pueblos para que no estuviera perdida por siempre”.

La lista de nuevas publicaciones en este año de conmemoración es interminable. El historiador mexicano Pedro Salmerón rechaza en La batalla por Tenochtitlan el término conquista. ”La guerra fue mucho más prolongada, la resistencia fue mayor, muy duradera y, de hecho, no ha terminado”, subraya; mientras que a Enrique Semo, en La conquista, catástrofe de los pueblos originarios, le interesa más la historia del nuevo capitalismo en mesoamérica que la fecha misma de 1521. “En vez de eliminar o desplazar a los indígenas con el fin de disponer de espacios vacíos, el imperativo era reducirlos a pueblos manejables”, cuenta.

Más lejos de los historiadores, también los novelistas y autores de novelas gráficas han puesto de su parte. El grupo Planeta publicó este año varias novelas en clave histórica con un enfoque femenino: sobre la hija de Moctezuma en La otra Isabel (de Laura Martínez-Belli); sobre la esclava sexual de Moctezuma, Malintzin, en Amor y conquista, de la editorial Martínez Roca, escrito por Marisol Martín del Campo; o sobre una sacerdotisa totanaca que se alía con los españoles en El camino del fuego, de Celia del Palacio, también en Martínez Roca. Más interesante es La caída de Tenochtitlan, del ilustrador José Luis Pescador, de Grijalbo, un esfuerzo para contar la historia de la guerra con potentes imágenes de cómic. Todos son nuevos narradores sobre lo que ocurrió en 1521 —unos con más poder que otros— y crean un relato nuevo de la conquista, o de las conquistas, o de aquella terrible batalla que no terminamos de entender. Aquella batalla que, en el siglo XXI, ni siquiera tenemos claro cómo nombrar.



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