Domingo Cultural

La urgencia de habitar el arte

El sector atraviesa un momento decisivo para dejar atrás el desbarajuste de la pandemia y el riesgo de una precarización sin precedentes. La solución pasa por sentar las bases de una nueva relación con el público
  • Por: Nuria Enguita
  • 11 / Julio / 2021 -
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La urgencia de habitar el arte

Reapertura del Museo del Prado tras el confinamiento del año pasado, en junio de 2020.

Hay una cita de Goethe en El diván de Oriente y Occidente que me viene a la mente estos días. Es de 1819, pero funciona a la perfección dos siglos después. Alude a la necesidad de diálogo, de ese hábitat social que tanto nos agita, de la urgencia de construirlo todo entre todos, de esa imagen de comunidad que parece ser la puerta de salida a este momento. Dice algo así: “Quien viene al mundo construye una casa nueva, se va y se la deja a otro, este se la arreglará a su manera y ninguno acabará nunca de construirla”. Una idea que me lleva a plantear algunas reflexiones sobre el estado actual del arte.

Lugar

Creo que no hemos pasado una pandemia, más bien esta pandemia nos ha atravesado. No somos ya sin ella. Quizá, solo quizá, ha dibujado un horizonte común en nuestros cuerpos vulnerables, ha dibujado una igualdad que habíamos perdido en ese gusto por la diferencia que solo propone desigualdad. Nos ha hecho parar, mirar hacia los lados, volvernos hacia fuera y mirar a los demás, pues es difícil mirar hacia adelante en algunos momentos, y nos ha hecho mirar hacia el pasado de otra forma. ¿Cómo pensar un lugar desde el arte, en un mundo atravesado por la pandemia? ¿Cómo recuperar la proximidad en tiempos de virtualidad y distancia social? Quizá habría que invertir nuestro concepto de la utilidad de las tecnologías de la comunicación, no para convertir los actos, las acciones y los encuentros en virtuales, sino para pensar el museo como archivo abierto. 

Tiempo

La obsolescencia de las cosas, de los procesos, se ha acentuado. No puedo dejar de pensar en eso. Si el museo es un lugar anacrónico, es posible que sea ese anacronismo el que ahora haya que acentuar. Tenemos que observar la historia y el museo a contrapelo, desvelando urgencias no previstas. Por un lado, profundizar en sus legados, en sus colecciones, y, por el otro, desarrollar una actividad pública coherente y rica. Combatir la dictadura de lo inmediato con la utopía, con la esperanza de lo inminente. Olvidar los fantasmas de un pasado que construyen las formas de dominación presentes y las promesas, las hipotecas de un futuro que no es nuestro

Acción

Pero… ¿cómo puede ser transformadora una institución gobernada por imperativos burocráticos? ¿Cómo esquivar las leyes del espectáculo y la rentabilidad política inmediata (al margen de su profundo sentido de proyecto político y social, que es innegociable)? ¿Cómo comunicar y evitar a la vez que el mundo de la publicidad y la propaganda se convierta en un fin en sí mismo? ¿Cómo soslayar la dictadura de la hiperactividad, la hiperproducción y el éxito? ¿Cómo producir políticamente, de forma solidaria, colectiva y justa? Quizá reduciendo la distancia del arte con otras prácticas sociales. Limitando las exigencias que hacen del arte cosa aparte, que modelan una distancia social. Deconstruyendo el pensamiento, los mecanismos, las prácticas, los discursos que separan el arte del deseo colectivo. 

Rompiendo su circularidad haciéndolo circular. Venciendo las arquitecturas distantes y autoritarias mediante la proximidad y el sentido del hacer colectivo. Convirtiendo a la inhóspita institución en hospitalaria. 

Quizá activando procesos, promoviendo más que explicando.

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