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‘La posliteratura’: Francia desaparece

El filósofo Alain Finkielkraut arremete contra el relativismo y la confusión entre cultura y entretenimiento

Francia se va a la basura. Ahora es el fin. Las llamas de Notre Dame lo simbolizaron. ¿Un incendio? Un suicidio.

Cortejo fúnebre de Johnny Hallyday, junto a la plaza de la Concordia, en diciembre de 2017 en París.‘La posliteratura’: Francia desaparece

COLAPSO DE FRANCIA

Su temprana constatación fue que la ortodoxia progre desembocaría en el colapso de Francia y Occidente. Lo planteó ya en 1987 con La derrota del pensamiento.

¿De verdad que debía considerarse un cómic en igualdad de condiciones a una novela de Nabokov? Una variante de esa pregunta la vuelve a plantear ahora en uno de los textos de La posliteratura.

¿De verdad que el presidente de la República debe despedirse oficialmente del cantante Johny Hallyday caracterizándolo como un “héroe francés”? Como el suicidio de la catedral, este es otro síntoma del fin de la sociedad que nació con la Ilustración. “El entretenimiento se ha adueñado de la grandeza sin por ello cimentar la nación, contrariamente a lo que quería creerse”.

Las ideologías que han disuelto la nación moderna y los valores asociados a ella son su obsesión. “No diré que la democracia francesa esté en crisis”, dijo durante La Noche de las Ideas de 2017 debatiendo con Javier Gomá y Juan Cruz, “sino que la nación está en crisis”.

  • Considera que esta crisis empieza en la escuela y tiene como origen el cuestionamiento de la autoridad sesentayochista del maestro, cuando “la autorización sustituyó a la autoridad”. Hoy sería más importante enseñar a expresarse que enseñar la lengua y “así muere el francés en su propio país”.

Esa desnacionalización la siembra la pedagogía, tiene el antirracismo como acelerador y culmina con una sustitución identitaria.

La encarnan élites cosmopolitas. Las que leen Le Monde, por ejemplo, “uno de los órganos más elocuentes de la moral posidentitaria y posnacional”.

Aquellas cuya patria ya no es su país, sino las capitales globales. “Esa élite conectada, que se cree europea porque se siente más en casa en Berlín y en Milán que en Limoges o Valenciennes, contribuye activamente al entierro de Europa”.

Finkielkraut contempla el suicidio de la catedral, la muerte de su lengua y el entierro de Europa. Y no se queda impasible. En un ejercicio de libertad intelectual a veces al límite, el polemista combate. En defensa de la nación occidental y el sujeto que la configuró —el hombre blanco—, provoca.

Si Finkielkraut apoya al cineasta Polanski y es atacado por ello, no se amilana y redobla la apuesta al afirmar en público que cada noche somete a tortura a su mujer para comprobar si se tolera la ironía

Dedica diversas páginas al movimiento Black Lives Matter y pretende evidenciar contradicciones que nos incomodaría asumir. “Las nuevas generaciones creyeron reconocer en el asesino de George Floyd el rostro impasible de la civilización a la que han aprendido a despreciar”.

El principal dardo, como era de esperar, lo lanza contra la moralización de la cultura impuesta, según él, por la ideología de género. Si apoya al cineasta Polanski y es atacado por ello, no se amilana y redobla la apuesta al afirmar en público que cada noche somete a tortura a su mujer para comprobar si se tolera la ironía.

“¿Está convirtiéndose Francia, patria literaria, para su desgracia, en una sociedad literal?”. Denunciar esa deriva es el tema del primer ensayo, una conferencia sobre la virtud que dictó en la Academia Francesa. Su hipótesis es que la victimización como primer mandamiento de nuestra sociedad censura la complejidad moral que plantearon en sus ficciones Milan Kundera o Philip Roth, al que lee de manera ejemplar. Pero es que a Roth lo seguimos leyendo para explorarnos. Él no lo cree. Cautivo de la nostalgia del viejo orden de las cosas, el catastrofismo lo obnubila.



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