La novela del verdugo nazi
Philippe Sands amplía la indagación de ‘Calle Este-Oeste’ con ‘Ruta de escape’, el trepidante relato de la huida de Otto von Wächter, oficial de las SS. “Escapar a la justicia no es ser inocente”, afirma en esta entrevista el escritor y abogado, que prepara un libro sobre el ‘caso Pinochet’, en el que participó como jurista
Un apartamento pequeño en un edificio anónimo del siglo XIX en París puede esconder la llave del drama de la historia de Europa. Para Philippe Sands, nieto de los antiguos inquilinos, es la magdalena de Proust, cuyo simple olor desvela todo un mundo de recuerdos y sensaciones, o un aleph, el punto desde el que contemplar todo el universo.
“El viaje empezó en este apartamento”, dice Sands, que publica en castellano Ruta de escape, tres años después de Calle Este-Oeste (ambos en la editorial Anagrama y en traducción de Francisco J. Ramos Mena). “Solíamos ir una o dos veces al año con mi hermano. A veces venía mi madre. Mis abuelos pertenecían a lo que podríamos llamar la clase media baja. No tenían dinero. Pero lo significativo en el apartamento era el silencio. No hablaban. No había alegría. Mi hermano y yo teníamos claro que no podíamos hacer preguntas. Nos dábamos cuenta de que algo no iba bien ahí. Sentíamos que había un problema entre mi abuelo y mi abuela. Y que había un pasado cuya puerta no se podía abrir”.
El abuelo de Philippe Sands se llamaba Leon Buchholz. La abuela, Rita Landes. Ambos eran judíos. Leon nació en Lemberg, o Lviv, Lwöw o Lvov (el nombre español, Leópolis, es aún más evocador), una de estas ciudades que, al ritmo de las guerras de la primera mitad del siglo XX, cambiaron varias veces de país y de nombre. Leon perdió a su familia de Lemberg en el Holocausto. Hoy la ciudad se encuentra en Ucrania y se denomina Lviv. Ruth, hija de Leon y Rita y madre de Philippe, nació en Viena en 1938.
En Calle Este-Oeste, Sands destapaba el secreto de sus abuelos, que escaparon de los nazis a París. El libro era una memoria familiar, un ensayo histórico y un tratado sobre el derecho internacional criminal, la especialidad profesional del autor. Entrelazaba la vida de Leon y Rita con una indagación sobre dos juristas nacidos cerca de Lemberg que definirían el derecho internacional en el siglo XX: Hersch Lauterpacht, quien teorizó el concepto de crímenes contra la humanidad, y Rafael Lemkin, quien se batió durante buena parte de su vida porque se reconociese el crimen de genocidio.
Otro personaje central en Calle Este-Oeste era Hans Frank, virrey nazi en la Polonia ocupada durante la II Guerra Mundial y ahorcado en 1946 tras ser condenado en Núremberg por crímenes de guerra y contra la humanidad. Una figura secundaria era Otto Wächter (o von Wächter), ferviente nacionalsocialista que durante la guerra fue gobernador de Cracovia y de Galitzia, donde se encontraba Leópolis, y estuvo implicado en la muerte de decenas de miles de judíos. Al contrario que Frank, Wächter nunca fue juzgado ni ejecutado. Murió en un hospital romano en julio de 1949. Él es el protagonista del nuevo libro, Ruta de escape.
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“Ruta de escape trata de lo que ocurre cuando no se imparte justicia”, explica Sands en una entrevista telefónica. “En Calle Este-Oeste se hacía justicia con Hans Frank en Núremberg. Otto Wächter, en cambio, escapa. La huida permitió a su familia retratar al padre como a un inocente. La teoría del libro diría que es que la vida no es así: solo porque escape de la justicia no significa que el individuo sea inocente, y esto no trae paz a la familia”. El libro es a la vez la historia particular de un criminal nazi, pero también una historia de amor —la de Otto y Charlotte—, el relato trepidante y lleno de giros inesperados que bebe de la novela de espías (no es casualidad que aparezca el fallecido John le Carré, vecino de Sands en Londres), y una reflexión sobre el mal.
“Los abogados de Pinochet quisieron contratarme. Mi mujer, que es nieta de republicanos españoles, me dijo que si lo defendía se divorciaba. Al final participé en el proceso, pero como parte de la acusación”
“Es más importante entender al verdugo que a la víctima”, dice una de las dos citas que encabezan el volumen. La pronuncia otro escritor que aparece fugazmente como personaje, Javier Cercas, durante un encuentro en Roma decisivo para el desenlace. La cita de Cercas va acompañada de otra, extraída del Libro de Isaías: “Con sus arcos traspasarán a los jóvenes; no se apiadarán del fruto del vientre ni tendrán compasión de los hijos”. Ambas estructuran el relato: la constatación del mal absoluto y la voluntad de entender al criminal.
Otto Wächter es un tipo seductor: la antítesis del burócrata gris y de apariencia banal que se identifica con Adolf Eichmann o del nazi de película que lleva la maldad incrustada en el rostro. Hay momentos de la huida —cuando pasa tres años sobreviviendo en el alta montaña o cuando más tarde llega a Roma a la espera del pasaje hacia América Latina— en los que el lector se sorprende a sí mismo deseando que las cosas le salgan bien al criminal, que no le pillen quienes imaginamos que son sus perseguidores, que se salga con la suya. Es incómodo y desagradable; también es una evidencia del talento del escritor, que nos recuerda que los monstruos son seres de carne y hueso, humanos hechos del mismo material que el resto, y por eso más peligrosos. Otto Wächter es un nazi en tecnicolor.
Le pregunto a Sands si en su carrera como abogado de derechos humanos se ha topado con otros criminales glamurosos como Wächter. “No demasiados, pero déjeme darle un ejemplo que estoy tratando ahora”, responde. “Se trata del caso de los rohingyas en el Tribunal Internacional de Justicia. Soy el abogado de Gambia contra Myanmar [la antigua Birmania]. En diciembre de 2019 tuvo lugar la primera audiencia en La Haya. La líder del equipo de Myanmar era una persona muy famosa: Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz. Ella defendía a Myanmar, su país, ante la acusación de genocidio.
Yo estaba a dos metros de ella en la sala. Es muy inteligente, muy carismática, una oradora brillante y un ser humano atractivo… defendiendo lo indefendible. Y yo me preguntaba: ¿qué demonios ocurre?, ¿por qué hace esto?”. Una posible respuesta, apunta Sands, es que ella lo hacía por amor a su padre, Aung San, patriarca de la independencia de Myanmar y fundador del Ejército birmano acusado ahora de crímenes contra la minoría rohingya.
El otro protagonista de Ruta de escape, además de Otto Wächter, es Horst, el hijo pequeño de Otto y Charlotte Wächter, dedicado en cuerpo y alma a defender la inocencia de su padre y, de forma indirecta, la de su madre, devota del marido y de su memoria. Horst Wächter es hoy un anciano recluido en un castillo en Austria y atrapado en la fortaleza mental de sus recuerdos falseados. Es incapaz de asumir el papel de su padre en el Holocausto, pero lo paradójico es que es él mismo quien suministra a Philippe Sands montañas de documentos del archivo familiar que demuestran los crímenes de Otto Wächter que el hijo se niega a reconocer.
La relación entre Philippe y Horst es una subtrama que podría ser cómica si no fuese por el trasfondo siniestro. Se pelean, se reconcilian, nunca están de acuerdo, nunca rompen la relación.
“Aunque discrepo de sus conclusiones sobre los hechos y su negación de los hechos, no es un negacionista del Holocausto, no es un antisemita, no es un racista”, dice Sands. “Es una buena persona, le aprecio”.
Ruta de escape puede leerse como una secuela de Calle Este-Oeste: entre Núremberg, en 1945, y Roma en 1949, el mundo había cambiado. La Guerra Fría había trastocado las prioridades: la persecución de los criminales nazis ya no era tan urgente. En realidad, será una trilogía, revela Sands.
La tercera parte, en la que está trabajando y que debería publicar en 2024, tira de otro hilo: el de un pequeño personaje de Ruta de escape, Walter Rauff, oficial de las SS que vivió en el mismo monasterio romano donde en 1949 se refugió Otto Wächter. Rauff huyó a Siria y, de ahí, a Ecuador, donde conoció a un joven Augusto Pinochet. De Ecuador se trasladó a Chile.
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