La función debe continuar
Los seculares amigos de ojos acuosos y rostros crepusculares que conforman el Club de Veteranos de Reynosa, A.C., se reunieron al intercambio de recuerdos que los hace sentir como si esos momentos los estuvieran viviendo de nuevo. Ellos son cautos en el hablar, la experiencia les ha enseñado a pensar, antes de hablar; a solo expresar lo que se encuentra bueno de la gente; a que las palabras manifiestan el alter ego, el otro yo, que se encuentra enquistado en el subconsciente y que con ellas, se dan a conocer a la gente.
Los emblemáticos señores, de semblante acartonado pero de espíritu libre y socarrón, astutos, taimados, burlones y guasones, a veces, hacen caso omiso de sus frenos expresivos y sólo esperan la oportunidad para burlar o festejar lo que otro dice. Son el prototipo de longevos, calmosos y lentos en el andar, pero rápidos en el pensamiento.
Mientras la mucama se esmeraba en atender a tan distinguidos clientes que la recompensan con la fabulosa suma de cinco pesos de propina per cápita, se trajo a colación la calzada del Puente Internacional que en sus buenos tiempos tuvo los mejores centros nocturnos, restaurantes y bares de la frontera. ---¡Cómo me acuerdo!—expresó Jesús Ríos, del Casino Montecarlo, del U.S. Bar, Sam´s, El Patio, El Flamingo, El Treviño´s, La Cucaracha, El Imperial, y tantos y tantos bares, restaurantes, cabarés y salones de baile y algunos de ellos presentaban artistas traídas del Distrito Federal, Sudamérica y otras partes del mundo.
---¡Ah!, ---dijo el Yorgo, a mí lo que gustaba mucho era el Joe´s Place, propiedad de don José Ortega. ¡Qué buenas variedades traía! Había una presentación a las 10:30 de la noche y otra a la 1:30 de la madrugada. Por cierto, que una vez trajo a Tongolele quien era una magnífica bailarina de rumba y sones tropicales y le bailó muy cerca a un viejo americano que estaba sentado en primera fila y al anciano le dio un paro cardíaco y allí quedó. Enrique Pichardini, que era maestro de ceremonias y también artista, pues tenía muy buena voz, ayudó a los acompañantes del americano a subirlo a un auto y llevarlo con un médico.
---Eso es muy cierto, --terció en la plática Óscar García, ---pero también deben acordarse de que un león mató a un gringo, ahí en el Joe´s Place. ¿Cómo que un león mató a un americano?— preguntó alguno de los parroquianos.—Sí, contestó Óscar.—A don José Ortega le gustaban los animales y tenía una especie de zoológico en el patio de atrás del cabaret. Guardaba un león en su respectiva jaula y al americano le gustaba llevarle comida al animal. Cierta noche, tal vez en estado de embriaguez, el gringo se metió a la jaula del león y posiblemente el animal no estaba de humor, lo atacó y lo mató.
Me recuerdo muy bien de eso, ---abundó en la plática Jesús Ríos, --Por cierto que era una noche oscura y tempestuosa, de mucha lluvia, truenos, rayos y relámpagos. Tal vez eso inquietó al animal. El encargado del cuidado de los animales era el señor Antonio Rico, como pudo sacó el cuerpo del individuo, todo lleno de sangre. Yo me enteré porque trabajaba en la reparación del edificio donde estuvo el Consulado Americano, junto al Joe´s Place. Por cierto que en ese local, el del Consulado, anteriormente dio cabida a las oficinas de la radiodifusora XEAW la más potente de México y América Latina.
---Pero estamos hablando del gringo, dijo alguno. --Es cierto, continuó Jesús, sucede que lo sacaron ya muerto, sin remedio, porque el león le destrozó la yugular. Lo llevaron con el Dr. Lauro Bolado, pero ya no pudo hacer nada. ¡Qué tristeza! Pero como dicen en los circos cuando ocurre un accidente: La función debe continuar. Y la variedad se presentó esa noche como otra cualquiera.
---Pero volviendo al Consulado, comentó Óscar, ¿en qué trabajabas ahí?.---Pues en la obra, respondió Jesús, estábamos haciéndole una remodelación al edificio. Por cierto que ahí trabajaba como barrendero Lupe el “Tomate”, y en las oficinas las señoritas Blanca Reséndez, Florinda Vela y Chita Reséndez. El cónsul era Mr. Krause. ¡Qué tiempos aquellos, tan hermosos, tiempos que ya nunca volverán!— terminó diciendo Jesús con cierto aire de sentimiento y de nostalgia.
La sección del restaurante con su banda de música.
El Joe’s Place -por el diseño de los autos- en 1950 aproximadamente.
Yolanda Yvonne Montes Farrington “Tongolele” bailó en el Joe’s Place de Reynosa.