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Jugar a la guerra: la fotografía de recreaciones bélicas

A medio camino entre lo lúdico y lo cultural, las representanciones de episodios históricos, celebradas tanto en España como en Estados Unidos, suscitan interpretaciones ambiguas. Los trabajos fotográficos de Julián Barón y Brandon Tauszik proponen un acercamiento más o menos crítico a este fenómeno

La historia de la guerra es la historia de la humanidad. Existe desde el comienzo de los tiempos y, desde entonces, los humanos parecen haber jugado con la idea de recrearla. Durante tres años Brandon Tauszik, fotógrafo y cineasta norteamericano de 34 años, fue testigo de cómo, de forma casi semanal, la humareda de los mosquetes desdibujaba el paisaje de los campos de California. A muchos kilómetros de distancia de los escenarios reales donde tuvieron lugar las batallas entre unionistas y confederados, cientos de participantes se afanan por escenificar los distintos momentos de aquellos que lucharon en la Guerra de la Secesión, 150 años más tarde y ataviados con sus ropajes.

Representación de Abraham Lincoln.Jugar a la guerra: la fotografía de recreaciones bélicas

Pale Blue Dress ha sido el resultado de esta pericia, una delicada narración visual donde resuenan los ecos del nacionalismo blanco que estos días ha vuelto a ocupar lugar en primera línea del debate político y social de Estados Unidos. Al mismo tiempo, pero a miles de kilómetros al este, el fotógrafo Julián Barón, de 42 años, se sintió atraído por la representación histórica de la batalla del Ebro, la contienda más larga y sangrienta y en la que más combatientes participaron durante la Guerra Civil, que cada verano, a finales de de julio, atrae a cientos de visitantes a Fayón (Zaragoza).

“¿Qué pensaría el escritor Max Aub de esta simulación de su guerra? ¿Cómo sería una guerra de la guerra a través del laberinto del silencio y los bloqueos que se han mantenido en el tiempo?”, se plantea Barón. Buen conocedor del legado del escritor, una de las grandes figuras intelectuales de la República y autor de El laberinto mágico –un relato coral donde queda patente la complejidad del ser humano con sus fisuras, contradicciones, miserias y grandezas que determinan sus distintas maneras de enfrentarse a una guerra–, el fotógrafo se planteó un nuevo proyecto que le llevó a recorrer localidades españolas como Lopera, Morata de Tajuña o Viver. Allí tienen lugar las recreaciones que acercan a las generaciones que no conocieron la contienda a distintos episodios bélicos acontecidos entre 1936 y 1939.

La guerra en África.

“Son simulacros a medio camino entre lo lúdico y lo cultural y se han convertido en un ejercicio de turismo bélico que funciona como modelo en diferentes lugares de la España olvidada”, explica Barón. “Esta tensión me mantuvo siempre en el papel de sentirme un reportero que viaja en el tiempo y toma fotos digitales del teatro de la guerra civil. Me unía a la masa y tomaba fotos de todo lo que sucedía, archivando las fotos por batalla y año”.

En 2018, invitado a participar en el festival Getxo Photo, el fotógrafo comenzó a dar forma a ese imaginario visual. “No tenía título para el proyecto y me aburría la solución de utilizar imágenes individuales. Hasta que un día, durante el proceso de edición, a la hora de elegir una foto entre seis, decidí superponerlas todas; un enredo visual en el que la superposición se percibe como un viaje del ojo en busca de los nodos que componen la imagen total”. Un embrollo en el que se funde la percepción individual con la colectiva de un aciago episodio de nuestra historia. “España nunca saldrá del laberinto porque España es el laberinto”, escribió Aub. Bajo el título del El laberinto mágico, el proyecto fue rematado en forma de fotolibro editado por la Fundación Max Aub, en el cual trabajó al lado del diseñador Mati Martí. Las páginas sin coser permiten que el lector varíe los encuentros entre unas imágenes y otras con el fin de hacerle sentir la idea de la existencia de muchas capas de lectura.

En el centro del libro se encuentra un texto de textos que ofrece una revisión más crítica de los hechos. ”Escritos por seis voces distintas, y en distintas lenguas –castellano, catalán, gallego y euskera–, esos textos sintetizan lo que les sugieren las imágenes y ponen de relieve el conflicto de nacionalidades que aún perdura hoy“, apunta el autor. El proyecto incluye una banda sonora compuesta por Vargas que incorpora los audios grabados durante los eventos. Barón describe a los participantes de esas recreaciones bélicas como “gente no radical, de distintas edades, en su mayoría interesada en acontecimientos históricos o en las prácticas militares”. Por la mañana, lucen el uniforme de los nacionales. Por la tarde, reaparecen disfrazados de republicanos, “con el fin de acercar la batalla a otras generaciones para que no se olviden sus consecuencias”, señala el fotógrafo.

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Representación de un soldado confederado.

El equivalente californiano de este peculiar espectáculo tiene unos fines menos claros. ”Algunos de los participantes utilizan estas celebraciones como un vehículo para expresar sus ideas, escondidos tras en parapeto de la historia”, destaca Tauszik. “La participación implica una inversión de cerca de los mil dólares, entre la compra de uniformes, zapatos, banderas, y demás detalles. Eligen a qué ejercito unirse en cada acto, y creo que la elección no está exenta de una identificación con los ideales del bando”. Del acercamiento del fotógrafo al tema uno podía esperar una perspectiva crítica, pero su mirada es neutra e incluso amable.

Prescinde de imágenes más generales para centrarse en los retratos, en los pequeños detalles o en los momentos más íntimos en los que transcurre esa particular realidad fantaseada en la que cada participante se sumerge por unos días. No hay condescendencia, ni ironía, únicamente curiosidad. “Es triste echar en falta la voz de los afroamericanos en la organización de estos eventos”, señala Tauszik, que apunta a una única excepción: la presencia de una actriz negra. “Su ausencia es comprensible, en cierto modo, ya que no debe ser muy agradable para ellos estar inmersos en este ambiente. No hay ninguna referencia concreta al tema de la esclavitud, que al fin y al cabo es de lo que iba esta guerra. Han conseguido dar al acto un tono festivo, olvidándose de la verdadera causa que condujo a la contienda”, añade Tauszik.

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Acciones de la Guerra Civil Española.

“Es importante conmemorar la historia y aprender de nuestros errores, como lo es ser honesto a la hora de reconocer los hechos: no quedarnos solo con los que nos gustan de nuestra historia. Creo que existe una intención de reposicionar al bando de los confederados”, comenta Tauszik a modo de conclusión. De ahí que este tipo de reconstituciones, que alcanzaron su clímax en los años ochenta y noventa, están empezando a experimentar su declive. “No es fácil atraer a los millennials y animarlos a recrear el ejército confederado, con más motivo después de los últimos acontecimientos. El debate sobre la injusticia racial, el movimiento Black Lives Matter y la retirada de las estatuas tendrá, sin lugar a dudas, sus consecuencias”.

imagen-cuerpo Representación de la Guerra Civil Española.



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