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Irene Vallejo: “Sin los libros, nuestras mejores ideas estarían amenazadas por el olvido”

La escritora tardó cuatro años en escribir ‘El infinito en un junco’, y unos meses, y una pandemia de por medio, para convertirse en un éxito

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) es la autora del momento. ¡Y vaya momento! Su libro, El infinito en un junco (Siruela), se ha aupado al puesto del ensayo más vendido durante el confinamiento. Desde su publicación, en octubre, ha sido un ejemplo del boca a boca, y lo que le queda por delante. «En otoño y el año que viene va a ser la campaña internacional del libro, porque se va a traducir en siete países -nos cuenta-. Ha sido muy bonito porque, por ejemplo, hace dos o tres semanas se vendieron los derechos de traducción a China y a Corea del Sur. El año que viene también se va a publicar en EE.UU. y Gran Bretaña, y que vaya a llegar a Japón, a Turquía, al mundo árabe y a muchos países europeos y a Brasil es emocionante».

Irene Vallejo.Irene Vallejo: “Sin los libros, nuestras mejores ideas estarían amenazadas por el olvido”

Empecé a escribirlo hace unos cuatro años, cuando la mayoría de las voces autorizadas estaban hablando del fin del libro. Esto entraba dentro de una conversación apocalíptica generalizada: el fin de la novela, de los libros, las nuevas tecnologías como si fueran una amenaza para la cultura tal y como la habíamos conocido... Había muchos mensajes que me sonaban muy tétricos. Tenía la idea, precisamente, de que la Historia del libro lo que demuestra es un testimonio casi increíble de supervivencia en condiciones muy difíciles, con caídas de imperios, con momentos de guerra, de saqueos, de dictaduras, de pobreza, de analfabetismo. Y, a pesar de todos esos tiempos tan difíciles que el libro siempre tuvo que atravesar, ha conseguido sobrevivir.

Cuenta cómo el libro pasa de ser un objeto de lujo a un bien al alcance de todos. 

Los libros nacieron siendo el privilegio de aristócratas, de nobles, de personas ricas y muy favorecidas, y hemos conseguido, en este trayecto de 30 siglos, que estén al alcance de la mayoría y todos tengamos ese acceso al conocimiento, prácticamente a la alfabetización total.

«La Biblioteca de Alejandría percibió una visión y afán totalizador que no había habido antes. Se adelanta a internet»

Destaca el tono divulgativo, pese a que la erudición es apabullante. ¿Ha huido intencionadamente de la pedantería?

A mí, como lectora y como persona con una formación de letras, me encanta que los científicos escriban libros asequibles para mí, para mis conocimientos, con los que puedo contrarrestar un poco mi ignorancia en todos esos temas. Y esto lo entienden los anglosajones, lo hacen muy bien. Fue en Oxford donde me empapé un poco de esta idea. Cómo puedo contar esta historia, que es la Historia del libro, de una forma que cautive la atención; cómo lo habría contado Scheherezade si hubiese tenido que jugarse la vida cada noche contando esta historia. 

De hecho, mientras lo lees, la sensación es que tienes entre tus manos un libro de aventuras.

Llevo mucho tiempo fogueándome, porque hace ya 12 años que escribo una columna semanal en El Heraldo de Aragón, donde analizo la realidad actual poniéndola en relación con el mundo antiguo... Escribir para un periódico te plantea el reto de que lo pueda leer cualquier persona, porque en un diario tienes todo tipo de público. Cuando me enfrenté al libro, es verdad que esa idea la tenía muy clara y muy consciente. Dije: «Voy a ver si consigo acercar el ensayo a este esquema del cuento de cuentos que es el Decamerón, Las mil y una noches». Al final, los relatos, las novelas, las películas, anclan los conocimientos en nuestra mente.

En una investigación tan compleja, con tantos recovecos, muchas habrán sido las sorpresas que se habrá encontrado en el camino...

Quizá lo que más me sorprendió fue la cuestión de las mujeres, las mujeres escritoras, las mujeres poetas; qué sabemos de las primeras lectoras, cómo accedieron las mujeres a la educación, a las herramientas; qué posibilidades tenían de practicar la profesión....

¿Como las historias de Enheduanna y Aspasia que usted rescata del olvido?

Que el primer texto de la humanidad con nombre propio, es decir, firmado y no anónimo, lo escribiese una mujer, para mí fue una sorpresa. Porque, en general, no nos hablan de ese personaje, de Enheduanna, que era una sacerdotisa en el templo del dios Nannar. Ver que hubo personajes como Aspasia, de la que había oído hablar, pero, al investigar, ves la importancia que tuvo en su época como maestra de Sócrates. Se dice que le escribía sus discursos políticos a su marido Pericles. Y esos discursos han tenido una gran trayectoria histórica y han servido de modelo para discursos de Kennedy o de Obama. Esperaba encontrar un campo de ruinas, y lo que he encontrado, a pesar de las dificultades y de los obstáculos, es mucha más creatividad femenina de la que esperaba.



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