Imogen Cunningham: desnudos en tiempos oscuros
Fue una de las primeras fotógrafas profesionales que reivindicó la belleza del cuerpo humano. Su tratamiento del género supuso un gran avance en la historia de la fotografía
“Mi primer desnudo fue un autorretrato en el bosque en 1906 en el campus de la Universidad de Washington. Lo preparé y salté dentro y eso fue todo”, recordaba Imogen Cunningham.
Durante una larga trayectoria artística de siete décadas, la fotógrafa americana, conocida fundamentalmente por su estudio de las plantas y sus retratos de celebridades, tocó prácticamente todos los géneros del medio, contribuyendo notablemente a ensanchar los límites de cada uno de ellos.
----
ESPÍRITU LIBRE
La artista nos acerca a sus desnudos -género con el que comenzó su carrera y que nunca dejó de practicar- con una pequeña pero exquisita selección que abarca varias décadas de producción artística. Pone así de manifiesto la mirada y la actitud de un espíritu libre y capaz de romper las barreras que separaban al hombre y a la mujer a comienzos del siglo XX.
Ocho años después de realizar su primer desnudo, la fotógrafa y su marido, el artista Roi Partridge, viajaron al Parque Nacional Mount Rainer. A pesar de las bajas temperaturas Roi posó desnudo para su mujer. Días más tarde, una de estas imágenes ocuparía las páginas del Town Crier, una publicación de Seattle dedicada al arte y a la cultura.
La joven artista se convertía así en una de las primeras fotógrafas en mostrar el cuerpo masculino desnudo, siguiendo la estela de la también fotógrafa californiana Anne Brigman. La reacción no se hizo esperar: “un crítico de otro periódico escribió una crítica muy dura: “una terrible diatriba calificando mi obra de muy vulgar”, recordaba Cunningham años más tarde. “No tuvo el mínimo impacto en mi quehacer. Nadie pensó peor sobre mí”.
Fotografiaba con la mirada de una mujer, manteniéndose ajena a la visión masculina que dominaba el gremio de la fotografía por entonces. Así, sus desnudos se alejan de lo obsceno, de la codificación del cuerpo de la mujer asociado a la sexualidad, la procreación o la divinidad y ponen de manifiesto el valor y la belleza del cuerpo en si mismo, sea este masculino o femenino. La artista persigue la belleza a través de las formas.
“Una mirada cercana a la que tuvieron los griegos, quienes vinculaban la perfección al triunfo y a la excelencia moral que mostraban los cuerpos”, lee la nota de prensa que acompaña a la exposición.
“Quiero que todo el mundo sea autodidacta. No creo en la enseñanza, creo en el aprendizaje “, diría la artista. De esta suerte, obtuvo su primera cámara a los dieciocho años, un obsequio por comprar un curso por correspondencia de quince dólares.
Martha Graham, 1931.
Phoenix Recumbent, 1968.
Triangles plus one, 1928
---
SUS INICIOS
Fue estudiante de química mientras Alfred Stieglitz fundaba el movimiento Photo-Secession en defensa de la fotografía como medio de expresión artístico e independiente de toda tradición visual. Titularía su tesis Modern Processes of Photography. De ahí pasó a trabajar como ayudante del fotógrafo Edward S. Curtis -famoso por sus fotografías de los indios americanos-.
Tras su paso por la Technische Hochschule de Dresde, Alemania, abrió su propio estudio de retratos en Seattle. No tardaría en convertirse en una de las primeras fotógrafas profesionales de América.
Sus primeros desnudos tienen claros tintes pictorialistas con suaves desenfoques y elaboradas técnicas de impresión dirigidas a acentuar las emociones. Pero ya en los años veinte comenzaría a desarrollar un estilo mucho más afín a Edward Weston, centrándose en la búsqueda de las formas. Las plantas se convirtieron en su motivo preferido durante el tiempo de crianza de sus tres hijos. Sus imágenes de calas y rosas con sus prominentes estigmas y lánguidos pétalos tienen una carga erótica superior a la de sus desnudos que se muestran como un envoltorio más del ser humano.
En los años treinta fundaría el grupo f/64 junto con Edward Weston, Ansel Adams y Willard Van Dyke, manifestando su preferencia por una fotografía más pura, directa y claramente definida en contraposición al pictorialismo. Así en su muestra encontramos desnudos de clara influencia westoniana que curiosamente conviven con otros que rozan la abstracción como Her and Her Shadow, poniendo en evidencia su tendencia natural a escapar de cualquier tipo de definición.
La artista siempre mostró mucho menos interés por la pureza de las formas que muchos de sus coetáneos modernistas, de ahí que sus desnudos tengan un carácter más humano.
Cunningham disparaba con su cámara a todo aquello que “puede estar expuesto a la luz”, tal y como le gustaba decir.
----
EL ATARDECER DE SU VIDA
En sus últimos años se convirtió en una de las figuras más veneradas de la fotografía. Formaba parte de la historia, al tiempo que conseguía mantener el pulso impuesto por la escena contemporánea. A principios de este año se celebró una exposición en el Fine Arts Museum de Boston donde se mostró parte de su serie de desnudos: “Nudes”.
Publicados en Instagram como parte de la publicidad de la misma, fueron censurados por transgredir las normas de decencia. Esta práctica viene siendo habitual en Facebook, que alegando que utiliza un algoritmo para regular qué foto puede publicarse, es incapaz de distinguir entre arte y pornografía y ha llegado a censurar “El origen del mundo de Coubert”, un video con desnudos de Modigliani o la icónica fotografía de Nick Ut “La niña del napalm”, por poner ejemplos de los casos más conocidos.
No deja de ser curioso que una obra de arte suponga una amenaza en las redes sociales donde tienen cabida las imágenes más crueles y violentas y de forma natural conviven con el mismo rango y sin ningún pudor, la verdad con la mentira, la opinión del profano con la del más entendido.
Imogen Cunningham luchó en favor del reconocimiento de la fotografía como un arte y murió creyendo que esa lucha ya estaba vencida. Todos lo creíamos.