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“Si un romano llegase a 2024, le extrañaría ver tanto azul marino”

Michel Pastoureau, estudioso de la Edad Media francés ha dedicado los últimos años a trazar una historia de los colores. Dice que la tonalidad de este año, “sombrío, inquietante y no demasiado alegre”, es el gris

Michel Pastoureau en el salón de su casa en Boulogne-Billancourt, París, este 13 de febrero.“Si un romano llegase a 2024, le extrañaría ver tanto azul marino”

El historiador Michel Pastoureau (París, 76 años) fue un niño especial. “Yo tenía caprichos cromáticos”, dice. Una vez, le compraron una chaqueta para ir a una boda. Él la quería azul marino oscuro; su madre se decidió por una más clara. Lo vivió mal. “En la boda tenía impresión de que todo el mundo me miraba porque no era suficientemente azul marino”. Otra vez, su padre iba a comprarle una bicicleta de adultos, pero era amarilla y él siempre había tenido bicicletas verdes. ¿Amarilla? Imposible. Tenía que ser verde. ¿Resultado? “Me quedé sin bicicleta”.

Lo recuerda en el salón de su apartamento con vistas a las pistas de Roland Garros. En la librería, entre volúmenes de historia medieval, la novela Invahoe, de Walter Scott. La leyó después de quedar fascinado a los ocho años por la película en tecnicolor de Richard Thorpe. Ahí está el origen de su obsesión: la Edad Media, y en concreto en la segunda mitad del siglo XII. Pastoureau, que creció en una familia de intelectuales y artistas (su padre era amigo de André Breton, el pope del surrealismo), fue un niño que prefería jugar a caballeros que a vaqueros.

  • Son raros los historiadores que descubren una tierra inexplorada —o poco explorada— hasta crear una nueva disciplina. En su caso, es la historia de los colores, a la que llegó a partir de la heráldica. En ella la Edad Media —y el siglo XII, siempre— es un momento decisivo, pero sus libros abarcan toda la historia occidental. En francés ha publicado ya volúmenes sobre el azul, el negro, el verde, el rojo, el amarillo y el blanco. Ahora trabaja en el rosa y el naranja. La editorial Folioscopio arranca la publicación en español de la serie con Azul y Rojo, en traducción de Núria Petit.

Pregunta. Le han operado recientemente de la córnea. ¿Ve bien los colores?

Respuesta. Sí, aunque un poco desnaturalizados. El blanco, el amarillo, el rojo y el rosa no están del todo como deberían.

P. ¿Le había ocurrido ya alguna vez tener problemas de percepción de los colores?

R. Está ligado a la edad también, supongo. Pero he leído que los invidentes de nacimiento llegan a la edad adulta más o menos con la misma cultura de los colores que los videntes, y esto invita a reflexionar.

P. ¿Cómo se puede pensar el rojo si nunca se ha visto el rojo?

R. Porque vivimos en sociedad y las conversaciones con los demás acaban por ofrecernos una noción del color. Un invidente conoce un cierto número de cosas sobre los animales, los tejidos, los alimentos. Y si se le dice que “esto es rojo”, lo comparará con otras cosas que conoce por el tacto o el oído, y la noción de este color acabará por aparecer.

P. Visto así, el color no tiene nada que ver con la idea que habitualmente nos hacemos de él.

R. Es absolutamente imposible decir qué es el color. Hay múltiples definiciones. Sucede lo mismo con los términos que se aplican a los colores. Decir qué es el amarillo es extremadamente difícil. Se pueden nombrar objetos amarillos o decir que el amarillo es el color del limón. No es falso, pero tampoco es una verdadera definición.

P. El color, escribe usted, es materia, luz y sensación.

R. Y un concepto, una noción abstracta. Europa pasó con los siglos del color-materia al color-abstracción. En latín, los términos del color son siempre adjetivos. Un romano nunca dirá: me gusta el rojo. Dirá: me gustan las flores rojas, las togas rojas. O: no me gustan los vestidos azules de los germanos. El color siempre se refiere a algo. Pero poco a poco, los términos se vuelven adjetivos. Aparece el rojo como absoluto y es así como nosotros decimos: me gusta el verde, no me gusta el violeta. Jamás un griego o un romano diría esto. Es demasiado abstracto.

P. ¿Cuándo ocurre el cambio?

R. Hacia el final de la Edad Media o el principio de la época moderna. Ahí nace lo simbólico en los colores, y es posible vincular ideas diferentes a un mismo color. El rojo es la fuerza, el amor, la violencia, la fiesta, la gloria. En la Edad Media, los colores principales pasan de ser tres (el blanco, el rojo y el negro) a seis (el blanco, el rojo, el negro, el verde, el amarillo, el azul). Ya no cambiará.

P. Hablemos del azul. Explica usted que para los romanos no era un color importante. Y ahora…

R. Los griegos y los romanos no tenían palabras para decir este color, o pocas. Ahora el azul es el color preferido de los europeos, muy por delante de los demás. Mírenos, vamos de azul los tres [Pastoureau, el fotógrafo Manuel Braun y el entrevistador]. ¡Y no nos habíamos puesto de acuerdo de antemano!

P. El cambio se produce en la Edad Media. ¿Por qué?

R. Es una cuestión teológica al principio. Se empieza a hacer de Dios un Dios de luz. Hay que separar la luz divina de la luz terrestre. En latín existen dos palabras para decir luz. Lumen es la luz material y terrestre, y lux, la luz divina. En las imágenes, hay que distinguir ambas luces, y entonces el azul se convierte en el color del cielo y la luz divina, y la luz terrestre es blanca, amarilla o entre ambas. Es una manera de distinguir ambas luces. Y es entonces cuando el cielo progresivamente se convierte en azul en las imágenes, mientras que en la Antigüedad el cielo no es azul, ni en las imágenes ni en las descripciones, sino dorado, negro, gris, verde, y alguna vez azul también.

P. El cielo se vuelve azul.

R. El siglo de estas mutaciones es el XII. El cielo se vuelve azul y las personas que viven en el cielo, entre ellas la Virgen, están vestidas de azul. Los reyes quieren imitarlas, especialmente el rey de Francia, que, simbólicamente, se casa con la Virgen y adopta dos de los atributos de la Virgen: el azul y la flor de lis, el escudo de los reyes de Francia.