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La química de las momias

Decenas de vasijas halladas en la necrópolis de Saqqara aún contienen los ingredientes y las instrucciones para momificar a los muertos

En las necrópolis del antiguo Egipto, como sucede en las cercanías de los cementerios de hoy, había talleres que, como las funerarias del presente, preparaban a los que se iban al más allá. Ahora, arqueólogos egipcios y alemanes han encontrado más de un centenar de vasijas de la funeraria de la ciudad de los muertos de Saqqara.

Una momia de la necrópolis de Saqqara, mostrada al público en enero de 2021.La química de las momias

ANÁLISIS

Su análisis ha permitido identificar las sustancias que usaban para embalsamarlos. Mejor aún, muchas de ellas llevan inscritas lo que contenían e instrucciones de cómo y dónde usarlo para preparar a las momias para la vida eterna.

A pesar de contar con varios papiros de embalsamamiento y de los recientes análisis de varios restos momificados, el complejo proceso de momificación de la civilización egipcia sigue siendo en gran medida un misterio.

Se sabía que usaban cera de abeja, betún obtenido del mar Muerto, aceites de cedro procedentes del actual Líbano o de pistacho venido de tierras persas y, en particular, el natrón (carbonato sódico), una sal utilizada tanto para la carne en salazón como para conservar los cadáveres.

  • Pero faltaba cómo, cuándo y dónde usar cada material. Faltaban las proporciones y quedaba por identificar las sustancias concretas a la que se referían algunos términos egipcios, como antiu y sefet, que aparecen muy a menudo en los escritos. Esas instrucciones han aparecido en la cerámica.

La necrópolis de Saqqara fue la principal ciudad de los muertos de Menfis (capital del Imperio Antiguo) durante más de 3.000 años. En 2016, los arqueólogos descubrieron un taller de embalsamamiento a unos metros de la semiderruida pirámide del rey Unas. El taller contaba con varias estancias, pero destaca el wabet, la sala de evisceración.

Allí encontraron más de un centenar de vasijas, muchas de ellas ya rotas y que son de hace entre 2.700 y 2.550 años. Usando dos sofisticadas técnicas de análisis de materiales (espectrometría de masas y cromatografía de gases), detectaron muchas de las sustancias usadas por los embalsamadores, pero también algunas desconocidas y, sobre todo, muchas mezclas que se desconocían.

Lo mejor, según los autores del hallazgo, es que decenas de los tarros tienen instrucciones: inscripciones jeroglíficas que dicen lo que había dentro o cómo usarlo.

En una de las vasijas, por ejemplo, se destaca que su contenido es para usarlo en la cabeza. Tras la retirada del cerebro, que se hacía en el wabet, debía aplicarse una mezcla de resina de pistacho, brea de cedro y aceite de ciprés o enebro junto a esencia de elemi.

Este último procede de una resina exudada por árboles del sudeste asiático del género Canarium.

Aún hoy se puede conseguir en herbolarios, aunque se usa para el catarro. Para las vendas de lino con las que se envolvía el cuerpo, otra de las vasijas contenía otra mezcla de elemi, de nuevo aceite de ciprés, grasa animal y aceite, que el análisis químico sugiere que era de oliva. Para la piel y a aplicar al tercer día, otra vasija contenía acera de abeja calentada y grasa animal, ya fuera láctea o adiposa.

Todo el proceso de embalsamamiento duraba 70 días, con sus oraciones y distintos tratamientos aplicados de forma secuencial.



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