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Esa delgada línea entre lo real e irreal

Joachim Koester es uno de los artistas más complejos del panorama artístico global que plantea el arte como un espacio recreado sólo en la imaginación

Relájate. Cierra los ojos y encuentra una posición cómoda. Ahora, lentamente, cuenta del uno al diez. Lo dice una voz hipnótica desde los auriculares que Joachim Koester te ofrece al entrar en la exposición.

Joachim Koestler propone adentrarse en un estado de conciencia alterada provocado por imágenes a través de videos.Esa delgada línea entre lo real e irreal

Hay dos estructuras que simulan camas. La idea es tumbarse y entrar en el “Departamento de futuros abandonados”. En Blueproject Foundation, en Barcelona, donde la presentó hace dos años, funcionaba igual de bien que aquí en la galería Elba Benítez.

Es una banda sonora llena de ruido blanco, como de televisión sin señal. Cuentas con ella: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. Aparecen una calle y un parque vacíos, la puerta de un edificio y un pasillo. También una invitación a bajar a un sótano lleno de archivos y estanterías. Hay cajas llenas de dibujos, manuscritos, fotos, películas, objetos, inventos, visiones y voces perdidas. En el momento que estás junto a ellas, has entrado sin darte cuenta en un estado de conciencia alterada. Llámalo trance. “La sensación es como si volaras”, dice Koester. Su idea del arte tiene mucho que ver con todo lo que abarca el espectro de lo irracional y tiene sentido sabiendo que está especialmente interesado en lo oculto, lo paranormal y lo sobrenatural.

La cosa va de historias que no siempre son visibles o quedan en el aire y que aparecen también aquí desde el propio título, tal vez este acto, este trabajo, esta cosa. En los últimos 10 años, Koester ha investigado la vida del ensueño del capitalismo y ha puesto a dialogar varias analogías entre el artista, el explorador y el místico, o entre el cuerpo, la psique y la ciudad. A partir de la fotografía, el video, el texto y la instalación, teje material documental de ciertos hechos históricos con una narrativa de ficción que muchas veces está pegada a la propia vida de Koester. Todo parte de su apego por las figuras oscuras y ocultas de la historia, a menudo vinculada a los límites fronterizos del campo de la cultura.

Aquí detiene la mirada en dos actores de vodevil trabajando en un nuevo acto y en un teatro con poca luz. Estamos en 2017, pero la escena remite a 1909, cuando la mayoría de teatros de Estados Unidos cerraron para convertirse en salas de cine y casi todos los actores del género perdieron sus trabajos.

En la galería los actores susurran, bailan, pisotean, se agarran y ruedan intentando transformarse en una máquina de cine. Invocando su fuerza abrumadora, se convierten en engranajes, ruedas, cinturones móviles y electricidad temblorosa, sabiendo que si no son capaces de crear una identidad a partir de esa revolucionaria tecnología del cine, su capacidad para ganarse la vida como artistas llegará a su fin. La metáfora sobre el actual estado del arte y la propia práctica de Koester inunda también la pantalla.

Seguramente, Joachim Koester sea uno de los artistas más complejos del panorama artístico global y uno de los más lúcidos a la hora de plantear el arte como un espacio alternativo de posibilidades. Lo hace trabajando sobre una extensa y sutil gama de sensaciones que suelen ubicarse en el borde de lo que se puede expresar con palabras.

En ese lugar, los espectros narrativos se disparan y para leerlos hay que atravesar capas y capas despojado de ideas conceptuales e intelectuales para dejar entrar el cuerpo en estados que lo sobrepasen. Eso que comúnmente llamamos emoción.

Aquí tiene la forma de una mantis religiosa, a la que el artista dedica un video y una serie de fotografías que ocupan la primera parte de la exposición. Debido a su gran parecido con las hojas de su hábitat, Koester indaga en su estrategia adaptativa que permite que algo se haga invisible al fusionarse con el entorno. El camuflaje como cierto tipo de performance, como cuando un recuerdo silencioso está enclaustrado en nuestro sistema nervioso y muscular y puede despertarse a través del movimiento y el gesto.

Leo una frase de Wilhelm Reich que Koester cita en uno de sus videos, “The places of the dead roads”: “cada contracción muscular contiene la historia y el sentido de su origen”. Y la clave está ahí, en cómo Koester dispone con sus obras un archivo de gestos y cómo los gestos pueden desbloquear historias.

Las que le interesan pertenecen al índice invisible de las cosas y aborda una situación específica. Eso me lleva al audio inicial. Siente cómo te hundes a cada paso mientras desciendes. Abajo, abajo, sigue bajando. Encontrarás planes para la organización de nuevas sociedades irreconocibles y olvidadas por casualidades de la historia. Ahora, atrévete a ir más allá. Destierra cosas interesantes, sigue. 

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La idea de Koester sobre el arte tiene que ver con el espectro de lo irracional, lo oculto, lo paranormal y lo sobrenatural.




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