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Picasso y Dalí se dan el relevo

En 2024 se conmemoran los 120 años del nacimiento del artista catalán, lo que quizás sirva para repensar su actualidad extraordinaria

Dalí, retratado en 1949 y Picasso, en su estudio en París, en una foto sin datar.Picasso y Dalí se dan el relevo

Hace poco preguntaba a una persona muy vinculada a la conmemoración de los 50 años desde la muerte de Picasso —un 2023 rebosante de eventos— qué nuevas perspectivas había aportado la celebración. No lo dudó: había reforzado la vinculación de Picasso con España al subrayar sus lazos menos conocidos con lo cotidiano, desde A Coruña a los paseos por el Prado.

La respuesta me hizo reflexionar. Picasso, pese a las pocas simpatías entre las autoridades franquistas, ha sido uno de los máximos representantes de la "españolidad". Gertrude Stein habla en 1938 de un Picasso "orientalista", que encarna el consabido temperamento español, el que antes de Manet ya había fascinado a los escritores y los artistas franceses. Dicho de otro modo, Picasso era "exótico", ma non troppo, semejante a la España construida desde el Real Patronato de Turismo en sus campañas de 1929 para Francia: "El confort de Europa / la exuberancia de África / les espera en España".

PICASSO ESPAÑOL

Esa combinación ha perseguido a la imagen cliché del "Picasso español". Desde los toros a la pasión, enfatizada en el largo reportaje sobre el artista, asociado a la poesía y el arte españoles, de la revista Life, en 1968, Picasso ha encarnado cierto anhelo expresado en la reapertura del Museo Picasso de París, en 2014, por el entonces presidente de la República francesa, François Hollande: "Pablo Picasso, el español, el republicano, el comunista, es el orgullo de Francia."

Y, sin embargo, Francia recuperó a Picasso en el último minuto, reflexionaba Annie Cohen-Solal en Un extranjero llamado Picasso (Paidós, 2023). El texto —uno de los más novedosos junto a Picasso con los exilados (Muñeca Infinita, 2023), de Mercedes Guillén— documenta las dificultades del artista para su aceptación en Francia.

Perseguido por anarquista, excluido de las colecciones públicas durante décadas, con varios intentos fallidos para conseguir la nacionalidad francesa... el Picasso de Cohen-Solal apoya la tesis del deslumbrante Ascensión y caída de Picasso (1965) de John Berger: a su llegada a París el malagueño era un extranjero tan desclasado como sus personajes de circo o los bohemios en su estampa La comida frugal.

  • Pese a todo, alguien podría argumentar que desde España se percibe a Picasso "muy francés", un personaje de la nouvelle vague con su mariniere, uniforme de marineros que Chanel convierte en moda. Lo interesante es el manejo picassiano de estas ambivalencias, la adopción deliberada de cada estereotipo en su persona, igual que su obra, plagada de mezclas y borraduras.

En este sentido, resultan elocuentes las numerosísimas fotografías para las cuales Picasso posa a lo largo de su vida. A través de ellas se quiebra la idea de un artista ensimismado en la creación, displicente hacia su imagen pública; el que la narrativa canónica opone a Dalí y no solo por las ideas políticas de ambos. Dalí es la celebridad y Picasso el creador; Dalí es el personaje y Picasso el artista sin fisuras. Así, los defensores de Picasso desprecian a los de Dalí, apelando a la excusa perfecta: Picasso fue un héroe republicano y Dalí un mundano conservador, fascinado por el dinero y la fama.

No obstante, esta polarización —la palabra de moda— es otra suerte de escenografía y quizás ambos comparten más de lo que la historia canónica —desde ambos lados— quiere hacernos pensar. Ambos, excelentes pintores y performers, fueron personajes mediáticos por elección, pues el que posa ante la cámara controla la narrativa.

Eso ha faltado, quizás, entre las numerosas exposiciones del año Picasso: una mirada en profundidad hacia el Picasso performer que desvelara su relación con el poder de las imágenes y los medios de masas; un Picasso instagramer que exhibiera su interés por la construcción del "personaje Picasso", parecido al de Dalí pese a las apariencias, si bien a menudo negado para dar protagonismo a la imagen convencional del gran maestro que conviene al discurso canónico.

Una pena porque hubiera ofrecido una relectura contemporánea de este artista, al cual se ha puesto a dialogar con los antiguos maestros, se ha confrontado con artistas vivos con mayor o menor acierto y se ha relacionado con sus amigos, Stein en París, maravillosa exposición, o Kahnweiler en Barcelona.



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