El país que quiso abolir la realidad
Memorias, ensayos y libros de reportajes que permiten entender el totalitarismo soviético
John Reed, el periodista estadounidense enterrado en el Kremlin, habló de “diez días que conmovieron al mundo” para resumir la Revolución Rusa. En realidad, fueron siete décadas que trataron de transformar la sociedad y acabaron creando una cantidad de sufrimiento imposible de medir. Cuando el fotógrafo Robert Capa y el novelista John Steinbeck fueron invitados a recorrer la Unión Soviética en 1949, al principio de la Guerra Fría, su viaje despertó una profunda desconfianza en EE UU. Al final de su periplo, el futuro premio Nobel de Literatura cuenta que, antes de salir hacia Occidente, les registraron el equipaje y le quitaron a Capa las fotos que mostraban la destrucción de Stalingrado o a los prisioneros de guerra. Pero les dejaron lo que los periodistas consideraban importante: “Las granjas y los rostros, las imágenes del pueblo ruso estaban intactas, y eso es lo que fuimos a buscar”, escribe Steinbeck en A Russian Journal (editado en castellano por Grupo Unisón, 2005). “Los rusos que encontramos querían las mismas cosas que quiere todo el mundo: una buena vida, seguridad y paz”. La URSS ha producido toneladas de literatura, ensayo e historia: en esta lista de libros sobre el mundo soviético, necesariamente incompleta, hemos tratado de seguir el camino de Steinbeck e incluir libros que cuentan cómo aquel régimen influyó en la vida de personas concretas, que en muchos casos destruyó.
A la altura de libros ya clásicos como La revolución rusa, del historiador conservador Richard Pipes, o La Revolución rusa. La tragedia de un pueblo, del experto en estalinismo Orlando Figes, aunque mucho más asequible (apenas 200 páginas frente a las mil de cada uno de los volúmenes anteriores), el profesor José María Faraldo construye en La Revolución rusa: Historia y memoria (Alianza, 2017) un relato muy documentado y de ágil lectura de los siete años que van desde 1917 hasta la muerte de Lenin, en 1924. Aprovechando la apertura de los archivos soviéticos bajo Gorbachov, Faraldo reconstruye los años cruciales de la revolución, mezclando hechos y personajes sin olvidar el enorme coste humano que aquel cambio de régimen produjo.
‘Los que susurran.
La represión en la Rusia de Stalin’, de Orlando Figes.
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El título de este enorme (en todos los sentidos) libro de Orlando Figes resume el terror bajo Stalin: nadie se atrevía a hablar porque la muerte siempre estaba cerca. Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin (Edhasa, 2009) se trata de un relato que arrastra al lector a un mundo paranoico y despiadado, lleno de detalles tan reales como inverosímiles: un hombre fue declarado “enemigo del pueblo” durante el Gran Terror por utilizar, sin saberlo, una frase que había empleado el proscrito Leon Trotski en una carta. Para el que todavía tenga ánimos de seguir leyendo sobre uno de los momentos más terribles de la humanidad, este libro se puede complementar con En la corte del zar rojo, de Simon Sebag Montefiori, que cuenta el terror desde el punto de visto de los que rodeaban a Stalin.
‘Contra toda esperanza’,
de Nadiezhda
Mandelstam
Las memorias de la poetisa Nadiezhda Mandelstam constituyen uno de los testimonios más bellos, emotivos y terribles del estalinismo. Su marido, el gran poeta Ósip Mandelstam, murió en el Gulag en 1938, y ella vivió un exilio interior hasta la muerte del dictador. Contra toda esperanza (Acantilado) se trata de un relato de amor y supervivencia, que retrata un Estado convertido en un monstruo que lo devora todo. Muestra momentos de horror, pero también de solidaridad. Y explica hasta qué punto la muerte se había convertido en algo rutinario. Recuerda una conversación con la portera de su edificio, cuando le pregunta por su marido y le explica que ha muerto en el Gulag. “La mujer suspiró: ‘Y nosotras pensábamos que usted sería la primera”. Los poemas y ensayos de Ósip Mandelstam están también editados en castellano.
‘Relatos de Kolimá’,
de Varlam
Shalámov.
Junto al Archipiélago Gulag, Aleksandr Solzhenitsin, los Relatos de Kolimá (Minúscula), de Varlam Shalámov, constituyen el gran fresco de los campos de concentración del estalinismo. Shalámov pasó casi veinte años en el helado gulag soviético y su obra fue publicada clandestinamente, como samizdat, libros que se copiaban y se distribuían de forma artesanal. Editados en castellano en seis volúmenes, sus relatos se pueden leer por separado, aunque se entrelazan y relacionan entre ellos para construir un retrato del terror frío y despiadado que campaba a sus anchas en los campos. El ensayo Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos, con el que Anne Applebaum ganó el premio Pulitzer de no ficción, puede servir para completar las obras de Shalámov y Solzhenitsyn.
‘Ingenieros
del alma’, de Frank
Westerman.
Sin la propaganda resulta muy difícil comprender el socialismo real. En su crítica de Los que susurran, el narrador francés Emmanuel Carrère escribió que “en la URSS no se abolió la propiedad, sino la realidad”. Ingenieros del alma, fabuloso ensayo del periodista holandés Frank Westerman, narra el mundo literario bajo el sistema totalitario soviético, cuya máxima aspiración creativa se puede resumir en la obra El volga desemboca en el mar Caspio, “sobre el plan hidrológico del camarada Krzhizhanovski”. Máximo Gorki, personaje crucial de este libro, también lo es de otro ensayo alucinante sobre el arte, en este caso la arquitectura, bajo Stalin: Terror y utopía. Moscú en 1937, del alemán Karl Schlögel.
‘Voces de Chernóbil:
Crónica del futuro’,
de Svetlana Alexiévich.
Dos libros pueden servir para relatar el final del mundo soviético, ambos están escritos por periodistas que conocieron el comunismo y que supieron contar su naufragio. Se trata de El imperio, del polaco Ryszard Kapuscinski, y de Voces de Chernóbil, de la bielorrusa Svetlana Alexiévich, la primera periodista que logró el premio Nobel de Literatura. Con un estilo en el que apenas aparece su voz y que se llena con las de los protagonistas de sus historias, Alexiévich construye un relato coral de la catástrofe y, a la vez, de unos políticos incapaces de gestionar la realidad que crearon, lo que acabó constituyendo el epitafio de la URSS. Una novela del gran narrador de la Guerra Fría, John le Carré, supo captar también la agonía de ese mundo: La Casa Rusia. Como en toda su obra, el escritor británico retrató a personajes que trataron de hacer lo correcto, como aquellas personas que Capa y Steinbeck se cruzaron en su viaje, que buscaban una vida mejor que seguramente no tuvieron.