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El Martillazo – Parte II

Después del matrimonio hay que tener los ojos medio cerrados para no estar tan atentas a ver los defectos que tiene la persona

¿Pues qué creen? Que mi amigo, el futuro consorte, del que les platiqué la semana pasada, sí me mandó a su novia para que se la sermoneara, perdón, para que se la aconsejara en cuanto a estos menesteres del matrimonio.

El Martillazo – Parte II

Mis consejos para ella

El primer consejo que le di es el que doy a muchas de mis alumnas: “Antes del matrimonio hay que tener los ojos bien abiertos, y después del matrimonio, hay que tenerlos medio cerrados”.

Antes de darle el sí al mono, hay que tener los ojos bien abiertos para ver cómo es realmente la persona, si tiene buenos principios, si realmente tendré posibilidades de ser feliz viviendo con él. No cegarnos ni decirle que sí solo porque tiene buena posición económica o porque me alborota la hormona o, al contrario, porque me parece que no hay más o porque siento que ya se me está pasando el tren. Cualquiera de estas razones será un caldo de cultivo para el fracaso del matrimonio.

Después del matrimonio hay que tener los ojos medio cerrados para no estar tan atentas a ver los defectos que tiene la persona y que por lo general se empiezan a notar cuando vivimos juntos. Que si ronca, que si le huelen los pies, que si es desordenado…no se desespere, usted también tiene lo suyo. Sean pacientes y tolerantes el uno con el otro en cuanto a sus defectos y manías y eso les permitirá seguir unidos a pesar de ellos.

Otros consejos para mi amiga (y lo que le digo a una lo digo a todas): 

“Aguante vara”. Sea paciente. No espere que su marido le dé inmediatamente las comodidades o lujos que a sus padres les tomó años poder brindarle. Anímelo a dar su mayor esfuerzo siempre, pero no le exija cosas materiales a tal grado que lo orille a tomar malas decisiones que luego salen más caras. Cuando compramos nuestra primera casa propia, el esfuerzo económico provocó que por un buen tiempo no tuviéramos sala. Nos sentábamos mi esposa y yo en el suelo a platicar o a ver la tele y tan felices. No pasaba nada.

Sea su mejor animadora y su fan número uno, en tanto que realmente él esté dando su mejor esfuerzo. Eso es algo que realmente agradezco de mi esposa, que ella nunca ha perdido la fe en mí, aunque hubo momentos en que pareció que yo sí llegué a perder la fe en mí mismo. Conviértase en esa gran mujer que llegue a ser el detonador de los éxitos de un gran hombre: su marido. No lo vea como lo que es, sino como lo que puede llegar a ser.

Trátemelo bien, nada de “ándale inútil, muévete”. No lo orille a tener que solicitar su afiliación al Club de Maridos Oprimidos. El trato debe ser de igual a igual. Ah, y por favor absténgase de querer ser usted la que le dé los martillazos. Eso solo tenderá a empeorar las cosas.

Y a propósito de inútil, no le haga tanto caso a Paquita la del Barrio. Nada de que “pobre pistolita” o de que “tres veces te engañé”, etc. Ya si él con sus acciones se gana a pulso el título de rata inmunda, pues entonces sí suéltele todo el repertorio (es broma).

Algo más 

La mujer contribuye en gran parte a mantener viva la llama del amor. Hágalo. Dicen que el éxito en el matrimonio consiste en enamorarse varias veces, siempre de la misma persona. Y también se dice que el matrimonio es como una hoguera de campamento: ambos se enfrían si no se les atiende. Provoque siempre que existan momentos para ustedes dos solos, como pareja, incluso (y tal vez con mayor razón) cuando ya han llegado los hijos. Póngase bonita para él. Evite lo más posible que la encuentre con un aspecto tal, que lo haga sentir que en lugar de llegar a su casa llegó a la vecindad del chavo y se topó de frente con Doña Florinda. Cuando eso ocurra, entonces dese usted el martillazo.

Con todos estos consejos, espero que mis amigos logren un matrimonio feliz y duradero. Y solo me resta agregar un testimonio: Por encima de lo que digan las tendencias contemporáneas, hay una gran fuente de dicha en un matrimonio unido. Al menos, esa fue mi experiencia.



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