El futuro del hombre-mono
El nuevo ensayo de Philipp Blom es un duro análisis de los grandes peligros del presente: el cambio climático y el capitalismo desatado
Para Philipp Blom, los seres humanos apenas se distinguen del resto de los primates y, aunque “somos más aptos para el pensamiento simbólico, nuestros impulsos, nuestros instintos y nuestros reflejos sociales nos siguen anclando (…) en una época en que la vida era corta, brutal y muy sencilla”. “Somos”, sentencia, “primates que han aprendido a sobreestimarse exageradamente”. Desde luego dicha característica define con acierto el comportamiento literario y comunicativo de este doctor en Historia Moderna por Oxford, autor de ensayos de éxito —Encyclopédie, Años de vértigo— cuyo libro de 2017, Lo que está en juego, acaba de traducirse al español. Más que historiador, Blom parece un contador de historias, en las que la eficacia del relato prima necesariamente sobre la investigación. De este modo, sus brillantes teorías no se ven siempre corroboradas por el rigor de los hechos, actitud que por lo demás él echa en cara con mucha razón a los Trump y Bolsonaro de turno cuando se refugiaban en la existencia de “hechos alternativos” para defender sus mentiras. Pero hay que reconocer que leerle es una actividad más que entretenida y, al margen errores o exageraciones, bastante didáctica.
Escrito antes de la pandemia, el libro es un análisis del momento que vive la humanidad, amenazado el orden vigente por el cambio climático, la globalización digital, el consumo descabellado y la superpoblación. En esto no puede uno estar más de acuerdo con él, lo mismo que en su denuncia del neoliberalismo y las monstruosas desigualdades generadas por el capitalismo financiero y la crisis de 2008. Describe con acierto la lucha entre Ilustración e Identidad que caracteriza a nuestras sociedades y que él considera como una confrontación entre Mercado y Fortaleza, a su vez sinónimos de los dos sueños que polarizan los comportamientos sociales: el liberal y el autoritario.
Es difícil, como digo, no concordar con este análisis, no muy novedoso por lo demás. Pero en busca de la originalidad, Blom se desliza hacia argumentaciones repletas de banalidades un tanto demagógicas. Su interés, por ejemplo, en reducir nuestra especie a un conjunto de simios ilustrados se basa en la afirmación de que “menos de un 1% de ADN diferencia a los humanos de los chimpancés”. La noticia de este descubrimiento publicada en la revista Nature, en septiembre de 2005, dio, como es natural, la vuelta al mundo, pero no todos los medios añadieron lo que una nota oficial del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NIH) de Estados Unidos explicaba con claridad: que el resultado de dicha búsqueda científica se refería solo a la secuencia “directamente comparable entre los dos genomas”, dejando fuera en su estudio más de 1.000 millones de bases de ADN. De modo que el Homo sapiens sea consecuencia de la evolución de los primates no significa que solo tenga con ellos “diferencias pequeñas aunque decisivas desde un punto de vista estratégico”. Antes bien, la misma nota antes citada del NIH señalaba que, a pesar de las similitudes encontradas entre los dos genomas, “los investigadores enfatizaron que existen importantes diferencias entre las dos especies”, conclusión para la que no era necesario investigar mucho, por lo demás.
Blom simplifica en exceso cuando considera a Rousseau casi como un padre del estalinismo o identifica Ilustración y mercado.