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El exilio de vuelta

Los editores han contribuido a que la comunidad iberoamericana sea una realidad en una intervención que ve la luz ahora

El gremio editorial en los países iberoamericanos (especialmente Argentina y México) ha contribuido de manera significativa a que el proyecto de una Comunidad Iberoamericana de Naciones deje de ser un mero enunciado retórico y empiece a convertirse en una realidad.

El exilio de vuelta

No cabe infravalorar, desde luego, los factores políticos e institucionales que están operando sobre un substrato histórico común de cinco siglos para hacer posible esa Comunidad Iberoamericana. Sólo el terreno ganado a las dictaduras desde el arranque de las transiciones a la democracia iniciadas en Portugal y España a mediados de los setenta y proseguidas en América Latina (Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay) en los ochenta está permitiendo la construcción de esa realidad transnacional, al estilo de la Commonwealth anglosajona.

Los editores españoles y latinoamericanos han hecho una contribución básica a ese proyecto: el establecimiento de las estructuras industriales y de las redes comerciales que posibilitan una cultura común y compartida, resultado colectivo indirecto de la producción y comercialización de libros y publicaciones.

Con independencia de que buena parte de los editores hayan emprendido su negocio no sólo para ganar dinero, sino para llevar a cabo un proyecto cultural, el altruismo no es una condición indispensable para que operen como agentes inconscientes de la construcción de esa Comunidad Iberoamericana: así como el infierno está empedrado de buenas intenciones, así el ánimo de lucro, el deseo de hacerse rico, puede a veces empedrar el cielo.

Ese “viaje de ida y vuelta” expresa esa interacción de editores, distribuidores y libreros a uno y a otro lado del Atlántico que ha terminado por crear un solo mercado. Ciertamente todavía subsisten trabas para la libre circulación de los libros y para el establecimiento de editoriales con capital no nacional en determinados países. Pero los que hemos vivido y padecido la censura para la importación de libros, los cierres de fronteras por razones comerciales o políticas, el bloqueo de divisas para el pago de facturas pendientes, la vida semiclandestina de las sucursales de editoriales españolas en América o de las sucursales de editoriales americanas en España, podemos estar satisfechos de la situación actual y sentirnos optimistas hacia el futuro.

Ese mercado unificado editorial está promoviendo la homogeneización de los gustos de los lectores de los diversos países. Y esa relativa homogeneización de la demanda, a su vez, está contribuyendo a unificar el mercado de la oferta. Esto es, a que los autores españoles, argentinos, mexicanos, colombianos, nicaragüenses, paraguayos, cubanos, peruanos, chilenos, venezolanos, ecuatorianos, uruguayos o costarricenses sean leídos en los restantes países como propios.

En el campo de la narrativa, seguramente los latinoamericanos son los más favorecidos: creo que ningún novelista español contemporáneo ha sido tan leído en los últimos 30 años en España como García Márquez, Borges, Vargas Llosa, Cortázar, Rulfo, Carpentier o Fuentes. Pero el camino también está abierto para los españoles en América Latina, como demuestra la excelente recepción de Fernando Savater. (EPS)




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