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El diario inédito de Juan Marsé

‘Notas para unas memorias que nunca escribiré’ es una edición supervisada por el autor y acompañada de sus ‘collages’

Nueve meses antes de morir, Juan Marsé entregó a María Fasce, directora editorial de Lumen, el diario que había llevado durante el año 2004, acompañado de unas libretas llenas de anotaciones y ‘collages’ que abarcan los años entre 2006 y 2019. El conjunto se publica este jueves 11 bajo el título general de ‘Notas para unas memorias que nunca escribiré’, elegido por el propio autor durante el proceso de edición a cargo de Ignacio Echevarría, que firma también el prólogo. Ese Marsé de 71 años, apunta Echevarría, pretende “retener siquiera los flecos de una experiencia que se escurre de forma acelerada […]: servirse de la escritura para engendrar esa experiencia, para revelarla, sacarla a la luz”. El tono de las entradas es tan variado como lo que traen los días: incluyen impresiones amables o broncas sobre amigos y colegas, algunos esbozos sobre la vida familiar, reflexiones sobre la situación política —fue el año del 11-M— y también, recurrentemente, irrupciones del pasado, en forma de recuerdos de la infancia o de imágenes cinematográficas con la misma carga de emoción fantasmagórica.

Juan Marsé, retratado en Barcelona en 2008.El diario inédito de Juan Marsé

Domingo, 18 de enero

El constipado ya es total. Bajó la temperatura, el frío es intenso en la calle cuando voy por los periódicos, donde me hacen firmar un ejemplar de Rabos de lagartija.

Compro churros, y, después del desayuno, trabajo en el guion. Ahí todo el día...

Me gustaría saber de memoria Singin’ in the Rain, la cantaría en voz alta, a ver si así me animaba.

Veo Notorious de Hitchcock en la televisión. Ingrid Bergman espléndida; Cary Grant, ingrato papel. No me pasa nada especial ni singular, nada importante, así que me pregunto una vez más qué interés pueden tener estas anotaciones para un hipotético lector.

Jueves, 11 de marzo

A las siete y media de la mañana estallan en Madrid diez bombas. Atentado criminal de ETA, según las primeras estimaciones del Gobierno. Imágenes horribles en la televisión, testimonios sangrantes. […] Al final ha venido mi nieto Guille y me ha salvado contándome que unos hombres malos habían puesto una bomba debajo de un tren y... —la versión de su señorita, en el colegio.

Las cosas que más me importan, el amor, la amistad, el sexo, la escritura, el paso del tiempo, siento a menudo que tienen los días contados. Pienso ahora que eran también las cosas más importantes para Jaime Gil, incluido el paso del tiempo y sus agravios. ¿Cómo preservar estos tesoros del moho del tiempo y de la vejez? Jaime estuvo interrogándose acerca de eso hasta el final.

Creo en lo que dijo Walter Benjamin: la narración siempre viene de lejos y aunque no sea verificable le concedemos crédito, mientras que la información —prensa, televisión, radio— viene de lo próximo y es verificable, y sin embargo muchas veces no es creíble. Por la noche, inoportunas, imprevisibles pulsiones eróticas. ¿No habíamos quedado en que estoy acabado y bien acabado para esos menesteres? ¿Por qué me siento despreciable, por qué me contradice la naturaleza? No quiero ya saber nada de todo eso. ¿Por qué persiste el deseo cuando la naturaleza ya está dictando sentencia?

Viernes, 9 de abril

Nublado. No salgo con Simón, hoy no hay prensa. Bien que lo siento por Simón, pero prefiero ponerme a trabajar enseguida, a ver si le doy un buen tirón al guion-­novela.

Nada o casi nada que consignar. Joaquina vuelve del campo con un manojo de espárragos silvestres y hace una tortilla maravillosa. Es una mujer curiosa, nunca dejará de sorprenderme: sabe cocinar cosas buenas, pero no sabe organizar una comida. Sabe manejar el volante de un coche, pero no sabe circular. Sabe hacer una buena tortilla de patatas pero no sabe poner la mesa.

Veo en televisión Los violentos años veinte, película de Raoul Walsh de 1939. Obra maestra, sin alharacas, sin pretensiones. Nadie sabía caer herido de bala como James Cagney.



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