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Ébano y marfil

Tocho y Kiara no podrían ser más diferentes. Uno es canino, el otro es felino. Uno es macho, el otro es hembra. Uno es negro, el otro es blanco. Uno ladra, el otro maúlla. Pero a pesar de sus muchas diferencias, han aprendido a convivir pacífica y alegremente. Michelle, su feliz propietaria, publica unas fotos fabulosas de estos simpáticos animalitos. Me encantó una en donde están ambos comiendo del mismo plato, y otra en donde están los dos adentro del bote de la ropa sucia, disfrutando tranquilamente de la cercanía uno del otro.

Ébano y marfil

Cuando vi esas fotos recordé la canción “Ébano y Marfil” (Ebony and Ivory) que cantaban el ex Beatle Paul McCartney y Stevie Wonder, cantante de color. Decía así:

“Ébano y Marfil viven juntos en perfecta armonía, lado a lado, en el teclado de mi piano. Oh, Señor, ¿por qué nosotros (los humanos) no podemos hacerlo? Todos sabemos que la gente es la misma donde quiera que vas. Aprendemos a vivir cuando aprendemos a darnos unos a otros lo que necesitamos para sobrevivir.”

La canción toma como base para su analogía las teclas del piano (de ébano las negras, las blancas, de marfil), pero como con Tocho y Kiara, el principio es el mismo: aprender a convivir pacíficamente a pesar de nuestras diferencias.

He reflexionado en esto al leer las tristes noticias de lo que sucedió hace días en Charlottesville, una comunidad de Estados Unidos.

Refiere la nota que en ese país hay cerca de un millar de los llamados “grupos de odio” que se han “envalentonado” con la victoria de Trump, a raíz de la campaña que realizó, con alto contenido racista. Uno de estos grupos, que manifiesta creer que “América es una nación exclusivamente blanca” (o debiera serlo, según ellos) realizó en días pasados una manifestación en la referida comunidad. 

Por otro lado, otras personas, contrarias a este tipo de grupos extremistas, formaron también un frente y marcharon en contra de esa manifestación. Entonces, un joven de 20 años, integrante del grupo de odio, tomó su carro y embistió salvajemente al grupo contrario. La nota muestra una imagen del auto en el momento de la agresión, y varias personas volando por los aires ante el impacto, con la consecuencia de una joven mujer muerta y varios heridos.

Quisiera pensar que eventos como éstos no se repetirán, pero no se pueden descartar, máxime teniendo esa nación un presidente cuyos lemas de campaña principales fueron “Make America Great Again” (Hagamos a América grande otra vez) y “Make America White Again” (Hagamos a América blanca otra vez). La primera frase por sí sola no representaría mucho problema, pero cuando se acompaña de la segunda, ya lleva un mensaje implícito, un mensaje que un joven de 20 años (o de cualquier edad) puede interpretar como un permiso no escrito para efectuar desmanes y actos que, como este, son ya expresiones puras de terrorismo interno.

Este fue un caso extremo de nuestros vecinos del norte, pero expresiones de la misma índole se dan a veces también en nuestro país y en otros, en donde quiera que exista gente que, por razones de color de piel, nivel económico o cualquier otra igual de absurda, se considera “superior” a sus semejantes y les niegan a ellos los derechos que debieran tener por el solo hecho de ser humanos.

Yo me pregunto ¿Sería muy difícil que, como Tocho y Kiara, aprendiéramos a comer del mismo plato, respirar el mismo aire, compartir el mismo espacio? Pero los hombres somos más complicados. Nos cuesta trabajo entender que, como las teclas del piano, necesitamos unos de otros para emitir una bella melodía. Como dice la canción, necesitamos aprender a ayudarnos unos a otros a sobrevivir, pues de lo contrario, al final, podría no sobrevivir ninguno.

Veo otra vez las fotos de Tocho y Kiara y recuerdo otra canción, esta de Roberto Carlos, y coincido con su sabia aseveración: Yo quisiera ser civilizado como los animales. Ojalá aprendamos algún día a armonizar como el ébano y el marfil, y más allá de eso, a no vernos como teclas blancas o teclas negras, sino simplemente como piezas en el teclado de Dios, desde donde podamos ofrecerle una bella melodía, y no esos estruendos espantosos, como los que en esta ocasión salieron de Charlottesville. n

jesus_tarrega@yahoo.com.mx

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