Don Antonio Nassar Hatem
“La vida comercial, es la vida de los pueblos”; frase que merece ser esculpida en un trozo de mármol o una placa de bronce, pronunciada por el ilustre y destacado comerciante don Antonio Nassar Hatem al inicio de una entrevista realizada en diciembre de 1973. Don Antonio, entonces de 85 años de edad, el tronco de una familia prominente de Reynosa y a quien se debe en gran parte haber sentado las bases socio-económicas del progreso y desarrollo de la ciudad. Él murió en 1977.
Me sorprendió su vitalidad, dinamismo y clara expresión de un pensamiento vigoroso y emprendedor. Sus conceptos de la empresa y el comercio, podría pensarse que por su edad no eran acordes con la dinámica actual de los negocios, sin embargo, pude comprender que era un constante renovador de ideas y proyectos.
Don Antonio, ¿en qué lugar nació usted?
- Bueno, yo nací en Monte Líbano, en Beirut, en el año de 1888. Después de cursar mis estudios de secundaria y preparatoria, me embarqué para México a la edad de 17 años. Llegué a Veracruz el 20 de agosto de 1905, luego me fui a Torreón y finalmente llegué a Monterrey donde trabajé con unos paisanos míos y donde aprendí a hablar el español. Tuve muchas dificultades porque desconocía completamente el idioma. En Monterrey tomé un curso de español por las noches con un maestro que vivía por la calle Matamoros y me cobraba un peso mensual.
¿Cómo fue que se vino a Reynosa?
- Como le decía, encontré trabajo con unos paisanos que tenían un almacén. Cuando yo pude dominar más o menos el idioma, me dieron trabajo de agente de ventas, y por tal motivo tuve que salir a vender a los pueblos de la región. Me gustó particularmente Reynosa por el carácter de sus moradores: abiertos, francos y sinceros. Cuando llegué a ofrecer mis productos a este pueblo, los comerciantes locales me ofrecían su hogar y su mesa y nunca permitió nadie que pagara por ello. Me sentí en deuda con gente tan buena y honrada y quise venir a trabajar para poner mi granito de arena en el progreso de la comunidad. Aquí conocí a la señorita Facunda Cavazos Cantú, con quien contraje nupcias en 1913 y llenó de felicidad y alegría mi vida trayendo al mundo a mis queridos hijos e hijas: Faride quien casó con el Dr. Carlos González Fernández; Alma, esposa del Lic. Pedro de Keratry; José, casado con Ruth Peña; María, esposa de Enrique Lamarque y el joven Antonio, soltero.
Me establecí como comerciante en abarrotes en 1912 ocupando un local por la calle Guerrero casi esquina con la Porfirio Díaz. En esa época, 1913, la revolución llegó a Reynosa, perdiendo totalmente el poco capital que había podido formar, trasladándome a la vecina ciudad de McAllen, donde continué ejerciendo el comercio por espacio de tres años.
Al cabo de ese lapso de tiempo, regresé a Reynosa con la buena fortuna de ser nombrado agente de la Anderson Clayton con jurisdicción desde Cd. Guerrero hasta la estación Río Bravo.
El conocimiento de la región y mis relaciones con sus habitantes, propiciaron el cultivo del algodón que vino a ser una fuente considerable de ingresos y promovió el progreso de la comunidad. Yo compraba para la empresa todo el algodón recolectado y lo embarcaba por ferrocarril a la ciudad de Matamoros, donde se procesaba. Esto me trajo la idea de establecer en Reynosa una planta despepitadora y aún cuando hubo opiniones desalentadoras, para 1922 ya teníamos una planta trabajando en el lugar que actualmente ocupa el edificio Garza Zamora. En el año de 1926, logramos procesar 8,000 pacas de algodón llegando a tener 200 empleados a mi servicio y 10,000 clientes en cartera.
Don Antonio, tomando en cuenta el auge de la región, ¿cómo se efectuaban las transacciones comerciales?
- Bueno, en aquél entonces, no había bancos en Reynosa, siendo yo depositario de la mayor parte de los habitantes.
¿Todas sus operaciones le produjeron utilidades?
- El movimiento agrícola que llegué a manejar, me produjo una utilidad de aproximadamente $1’000,000.00 (un millón de pesos).
En 1926, procesamos 8,000 pacas de algodón, sin embargo, hubo un año en que se comenzó a pagar la arroba (11 ½ kg.) de algodón a $4.50 (cuando estaba a 2 pesos por 1 dólar) llegando a bajar el precio a cincuenta centavos por falta de demanda en el mercado mundial, teniendo en bodega cerca de 20,000 pacas.
¿Cómo se formó la Cámara de Comercio?
- Siempre he pensado: la organización es la base del progreso. Cuando Reynosa tuvo un movimiento comercial más destacado, los comerciantes sentimos la necesidad de reunirnos buscando las mejoras necesarias. Fue así, como un grupo de personas nos juntamos en la casa de don Nicanor García, ubicada en la esquina de las calles Morelos y Victoria, los señores Alberto Ramos, Jacinto Flores, Isidoro Cavazos, Ezequiel G. de la Fuente, Catarino Benavides, José Antonio Ríos, Pedro Palacios, Cayetano Cantú, Lauro E. Bolado, Gerardo M. Gutiérrez, Francisco Rodríguez Cano, Nicanor García, José A. Rodríguez y yo. Nos reuníamos en las noches, sentados en cajones de madera, alumbrados por lámparas de petróleo porque en 1921 no había luz eléctrica, y platicando, formábamos planes para el futuro de Reynosa.
¿Qué logró la Cámara en aquél entonces?
- Uno de nuestros proyectos largamente acariciados, fue la comunicación por carretera con Monterrey. En ese tiempo era secretario de Obras Públicas el General Juan Andrew Almazán, quien aprobó el proyecto habiéndonos impuesto como condición que limpiáramos de maleza un brecha de 18 metros de ancho por 33 kilómetros de largo. Después de muchos esfuerzos la Cámara reunió la cantidad de $40,000.00 con aportaciones de todos los sectores de la población logrando cumplir con el compromiso. Es muy satisfactorio manifestarles que Reynosa estuvo comunicado por carretera con el centro del país, mucho antes que Matamoros. También logró la Cámara, que se asignara un destacamento militar en Reynosa donando los terrenos donde estuvo anteriormente el cuartel y ahora se encuentran las instalaciones de Pemex. Como obra social la Cámara construyó un local que fue el primer hospital que hubo en la ciudad localizado en los terrenos actualmente (1973) ocupados por la Casa del Campesino.
Don Antonio, he quedado gratamente impresionado de la narración de su vida, y agradecido por haberme concedido el privilegio de charlar con usted para enterarme y enterar al pueblo de Reynosa, del proceso evolutivo que ha tenido nuestra querida ciudad. Pienso, que la trayectoria de su vida de esfuerzo, trabajo y dedicación con miras siempre de beneficio para la comunidad, es un ejemplo para la juventud y porqué no, para algunas personas adultas que consideran que las grandes fortunas son producto de la casualidad o de la buena suerte.
Calzada del Puente en 1926.- A la derecha un local comercial de don Antonio Nassar.
Cámara Nacional de Comercio de Reynosa.
Procesadora de algodón en Reynosa.